Este 24 de septiembre se celebra un nuevo aniversario de la Batalla de Tucumán, una contienda decisiva para la guerra de la Independencia argentina.
En enero de 1812, Manuel Belgrano fue enviado a proteger con tropas a su cargo las costas del Paraná. En las riberas del río instaló dos baterías, y sobre la Independencia enarboló por primera vez la bandera nacional el 27 de febrero, pero el gobierno lo desautorizó. Ese día, el Triunvirato lo nombró jefe del Ejército del Norte, o del Perú, que se retiraba derrotado hacia Tucumán.
En Yatasto recibe de Juan M. de Pueyrredón el mando de un ejército desmoralizado después de Huaqui, de pocos hombres, mal alimentados y mal vestidos, sin medicinas y con pocas armas. “Siempre me toca la desgracia, que me busquen cuando el enfermo ha sido atendido por todos los médicos y abandonado”, escribiría Belgrano al Gobierno.
Recibe refuerzos desde Buenos Aires, levanta el ánimo de los hombres y busca apoyo entre sus oficiales: Paz, Dorrego, Alvarado, Aráoz de Lamadrid.
En el segundo aniversario de la Revolución de Mayo, el 25 de mayo, celebró un Te Deum donde Juan I.
Gorriti bendijo la bandera. Otra vez será desautorizado, y volverá a guardarla.
Al tener noticias de que Goyeneche ha paralizado su avance hacia el sur para terminar con la rebelión de Cochabamba, Belgrano ordena marchar hacia el norte. Establece el campamento en Campo Santo, lugar ubicado en el punto más avanzado de Salta, y luego avanza a Jujuy.
La clase dirigente, la mayoría de origen peninsular, era opositora a la revolución pues consideraba que la guerra perjudicaba sus intereses económicos al suspenderse el comercio; el pueblo, en cambio, apoyará fervientemente al jefe del ejército.
Belgrano despliega energía por todos lados: crea cuerpos militares, adiestra, organiza el hospital y oficias de provisión de bastimentos, castiga las faltas aunque sean menores, estimula a quienes más colaboran. Los soldados lo bautizan “Bomberito de la Patria” y “Chico Majadero”. También se atrae las simpatías de familias importantes de la región.
En plena organización militar, recibe la noticia de la caída de Cochabamba en poder de Goyeneche.
El Éxodo Jujeño y la batalla de Tucumán
Belgrano recibe noticias de que el ejército realista fue reforzado con efectivos dirigidos por Pío Tristán. Hace un llamado a las armas y forma un cuerpo de caballería que coloca bajo las órdenes de Díaz Vélez. Pero el ejército patriota aun es débil y se hace necesaria la retirada. Además el Triunvirato le ordena replegarse urgentemente hasta Córdoba.
El 29 de julio Belgrano ordena la retirada, al pueblo y al ejército. Debían destruir todo en el avance, sólo debía quedar tierra arrasada delante del enemigo: ni casas, ni alimentos, ni animales, ni objetos, nada, absolutamente nada debía encontrar. El pueblo se plegó entusiastamente al éxodo.
En cuanto a la clase dirigente, algunos obedecen y otros se esconden a esperar la llegada de Tristán.
El 23 de agosto parten los últimos grupos, y Belgrano con ellos. Por la proximidad del enemigo el avance debe hacerse rápido; muchos kilómetros en pocos días.
Cuando los españoles entraron a Jujuy, hallaron la ciudad solitaria y sin habitantes. Belgrano supone que Pío Tristán avanzará a Salta al encontrar a Jujuy abandonada. Y ordena a la tropa detenerse en las márgenes del río Pasaje.
El 3 de septiembre la retaguardia del ejército patriota se encontró con la vanguardia del realista y se produjo el Combate de Las Piedras, un éxito que le obligó a Belgrano a acelerar la marcha.
En ese camino a Tucumán recibe una nueva orden del Triunvirato para que se retire hasta Córdoba. Si cumplía esta orden, el norte argentino quedaría librado a su suerte; de allí que responda al Triunvirato que está decidido a presentar batalla porque lo estima indispensable.
Incita al pueblo tucumano a apoyarlo; cuenta con la ayuda de algunas viejas familias patricias como los Aráoz; consigue formar un nuevo grupo de soldados tucumanos a quienes adiestra.
El ejército realista avanzaba con dificultad; las partidas irregulares enviadas por Belgrano lo hostigan permanentemente. Finalmente llega a Tucumán y se entera de que allí se encontraba el ejército patriota dispuesto a dar batalla.
El desenlace será en el Campo de las Carreras el 24 de septiembre de 1812.
José María “Pepe” Rosa describe así la batalla: “La carga de la caballería gaucha a los gritos y haciendo sonar sus guardamontes, desconcertó y quebró la izquierda de los españoles, mientras en el otro flanco -donde estaba Belgrano- los patriotas son arrollados por el ataque español. En medio de un tremendo desorden, aumentado por la oscuridad que produjo una inmensa manga de langostas, entreverada la caballería de ambos ejércitos, reducido todo a acciones individuales, Díaz Vélez y Dorrego encuentran abandonado el parque de Tristán con treinta y nueve carretas cargadas de armas y municiones, y junto con los prisioneros que toman y los cañones que pueden arrastrar, corrieron a encerrarse en la ciudad”.
La confusión es tal que Belgrano creía todo perdido cuando se enteró que el parque realista estaba en poder de los suyos.
Mientras tanto, Tristán consigue reorganizar su tropa. Se encuentra dueño del campo de batalla, que ha sido abandonado por los patriotas, pero ha perdido el parque y la mayor parte de los cañones. Se dirige entonces a la ciudad e intima rendición a Díaz Vélez con la amenaza de incendiarla. Se le responde que, en tal caso, se degollarán los prisioneros, entre los cuales figuran cuatro coroneles.
Durante la noche permanece Tristán junto a la ciudad, sin atreverse a cumplir su amenaza. El 25 por la mañana encuentra que Belgrano, con alguna tropa, está a retaguardia y le intima rendición “en nombre de la fraternidad americana”. Sin aceptarla y sin combatir, Tristán se retira hacia Salta.
Belgrano inició el avance hacia el norte. Cruzó el río Pasaje y, junto con su ejército, juró obediencia a la Asamblea del año XIII. Meses después derrotará otra vez a los españoles en la batalla de Salta.
Tucumán fue la batalla campal más importante obtenida por el ejército patriota en la Guerra de la Independencia Argentina, pues alejó momentáneamente el peligro de un verdadero desastre si el norte hubiese caído en manos realistas.
El triunfo tuvo también consecuencias políticas, pues a los tres días de conocerse la noticia del triunfo, el Primer Triunvirato fue derribado por la Revolución del 8 de octubre, encabezada por San Martín.
(Extracto de un artículo de Liliana M. Rojas publicado por PRIMERA EDICIÓN en septiembre de 2012)
La entrada A 212 años de la Batalla de Tucumán se publicó primero en Primera Edición.