Uno de los jóvenes protagonistas de una maravilla que existe y que es real y que acontece en la Argentina, dijo ante un público conmocionado que lo miraba en el cine:
-Aprendí que el mundo no es tan negro.
El jueves este cronista y muchas otras personas vimos el pre estreno de “Alamesa”, el documental producido por Juan José Campanella, sobre el maravilloso emprendimiento de Fernando Polack .
Se va a difundir a partir de esta semana en 39 países.
Fernando, el eminente científico e investigador argentino, ideó, planificó y llevó adelante un restaurante atendido por chicos neurodiversos.
Ellos, porque la crueldad abunda, habían sido objeto de discriminaciones y de marginaciones perversas.
Tras más de dos años de planificaciones y entrenamientos se capacitaron para integrarse, y para trabajar en tareas de alta exigencia como servir comida en un restaurante de primer nivel.
Adrenalina. Profesionalismo. Compromiso, Mérito. Esfuerzo.
La neurodiversidad y una clase de ética profunda.
Todos los presentes en el preestreno salimos conmocionados, llorando por la belleza de la alegría de esos chicos trabajando juntos, siendo amigos entre sí, riendo, aprendiendo, ofreciéndonos a todos un ejemplo.
-El mundo no es tan negro.
-Aprendí lo que es la amistad.
-Estoy muy feliz.
-Quería trabajar y trabajo…
Para ellos fue cuesta arriba ascendiendo con enorme esfuerzo y voluntad hacia la luz de sí mismos. Muchos otros eligen ir cuesta abajo, hacia el facilismo y los pozos negros de las transas mas diversos.
Los chicos neurodivergentes enuncian su felicidad dentro de un proyecto que aconteció y que ocurre a diario en este país que parece que no sale, pero que por algún sitio, como “Alamesa”, exhibe linternas mágicas que alumbran fuerte.
Fernando, Campanella y todo el equipo que trabajó para el proyecto es la cara luminosa y contrapuesta de un país que ofrece un Ábrete Sésamo -sin magia, sino con inteligencia y esfuerzo- para quienes parecen condenados a sufrir y que sin embargo emergen con esfuerzo hacia su propia realización. Son cartas abiertas a la esperanza que parece obturada porque también se reparten salvoconductos a los crápulas, cuevas seguras para que los villanos persistan con sus rentadas roscas, viboreando sobre sus sendas de poder envilecido por arreglos entre sombras largas, para distribuir la sobrecargada copa de impunidad a granel, con la que brindan los embusteros.
No llega nunca el invierno para el garantismo que continúa protegiendo a Cristina Fernández. Dos veces condenada podría volver a la política.
En rigor, nunca se fue.
No pasa a cuarteles de invierno. No aún. Delinquir no es hasta ahora una puerta cerrada para ella, ni para nadie.
Los representantes no representan en general la voluntad mayoritaria de limpiar al parlamento ni a los altos poderes públicos de las manchas de las fechorías pasadas o presentes.
Con las excepciones del caso, la Babel parlamentaria fue un tobogán por el que no bajaban todos los que tenían que bajar, un tren fantasma en el que se encerraban dentro de los laberintos oscuros los encubiertos defensores de la impunidad, un serio juego de escondidas, en el que empujados por negociaciones secretas y no tan secretas permanecieron a distancia del recinto para que el garantismo protector funcionara como cuarentena para la ficha limpia que deberá aguardar.
La filosofía declamada en el poder clama por el fin del garantismo pero en el Congreso el garantismo para “la casta”, persiste.
Hay un ser o no ser para toda la sociedad argentina. Ser o no ser para la política que será honesta, no por ello ingenua, o deliberadamente deshonesta. En un punto, nadie es la casta y todos lo son.
Los alcahuetes ultra oficialistas salieron a difundir por las redes que sacramentan como armas infalibles, lo indefendible: explicaban, pretendían explicar con sofismas muy burdos, por qué el ultra maquiavelismo a la bartola impedía votar en favor de la ficha limpia, olvidando, o más probablemente ignorando que les leyes requieren transparencia y no jugarretas baratas negociando impunidades a cambio de votos en favor de la eliminación de las PASO, por ejemplo.
Cuando el líder prometió un nuevo proyecto de ficha limpia los correveidiles, como un coro de títeres, dieron nuevas volteretas para ponderar la ficha limpia que execraron primero.
El kirchnerismo dejó inscripto su mensaje en piedra.
Todos somos la casta.
El que no salta no es casta.
Y fuera de la casta no existís.
Y sin embargo, hay otra Argentina.
El país honrado, porque la honradez no es un disvalor.
El país que trabaja, porque la holgazanería no es un valor.
El país que confronta contra los caranchos de la baja política que siguen atados a las rentas chocolatadas de tantas rapiñas enmascaradas.
El país que produce.
La Argentina sin patrioterismos, sin obsecuentes desvergonzados atentos a defender cualquier cosa con tal que les convenga.
Es también el país de los que desarman la mente del poder con el poder de la mente.
Con el poder del estudio.
Con el poder del trabajo.
Con el poder de las buenas ideas.
Porque el poder no es la cultura del aguante en los aguantaderos de los corrompidos.
Porque, por el contrario, el poder es el de los que construyen maravillas.
Porque aún en éste país desesperado, las estrellas titilantes que son brújulas, todavía existen.
Sobre la firma
Miguel Wiñazki
Secretario de Redacción. [email protected]
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