La elección del nuevo Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (SG/OEA) se realizará el próximo 10 de marzo, para asumir el cargo en mayo.
Hasta ahora los candidatos son: Albert Ramdin, actual canciller de Suriname, y ex secretario general adjunto de la OEA (2005-2010), al que apoyan supuestamente los 14 Estados miembros del Caribe y, llamativamente, China, observador permanente de la OEA, pero sin voto; y Rubén Ramírez Lezcano, economista y presente canciller del Paraguay, habiendo ocupado ese cargo también entre 2006-8, así como el de embajador alterno en la ONU y el de asesor y directivo de instituciones financieras multilaterales (BID, CAF) y nacionales.
Lo respaldan, en principio, los miembros del Mercosur (Argentina, Brasil y Uruguay) y varios otros países latinoamericanos, y casi seguro la administración Trump. Quedan dudas a quién apoyarán Bolivia, Colombia, Canadá, México y Perú.
La Organización fundada en 1948 es el pilar central del sistema interamericano. Es la única institución que conecta a todos los países democráticos del continente; es el único foro en el que todos ellos pueden reunirse, consultarse, negociar, construir consensos y cooperar en el manejo de los desafíos que enfrenta el hemisferio.
La elección de un nuevo secretario general presenta la ocasión para escuchar propuestas de cómo revitalizarla y robustecerla. Para ello, los candidatos podrán exponer su visión y sus planes en el Consejo Permanente, el 10 de febrero. Una nueva y útil práctica. Los representantes de los Estados miembros y la opinión pública podrán así evaluar las candidatos y sus propuestas. Aquí algunos criterios que podrían servir para la evaluación.
Además del expertise requerido, que ambos poseen, los candidatos deberían demostrar su compromiso invariable con la Carta de la Organización, su Carta Democrática Inter-Americana y la Convención Americana de Derechos Humanos, entre otros instrumentos. El SG/OEA es responsable de velar por el cumplimiento de los principios y valores fundamentales cristalizados en ellos, como la soberanía nacional, la integridad territorial y la solución pacífica de los conflictos, así como la promoción y defensa de la democracia y los derechos humanos.
En el marco de los límites no-intervencionistas del cargo, los candidatos deberían, específicamente, comprometerse a actuar con firmeza en defensa de la democracia y los derechos humanos donde sean amenazados o ultrajados. Ante su transgresión, el nuevo SG/OEA no deberá ser ambiguo, neutral ni indiferente. Ese compromiso implica contrarrestar el intento de países de tinte autocrático de impedir el involucramiento de la OEA en la solución o siquiera el análisis de situaciones que amenazan el orden democrático.
En ese cometido fundamental, los candidatos deberían comprometerse a consultar y a buscar la anuencia de por lo menos la mayoría los Estados miembros en el Consejo Permanente. La OEA es más efectiva cuando el secretario general y Consejo Permanente actúan en conjunto; el secretario, por sí solo, no es la OEA (concepción errónea generalizada en la opinión pública). En esto, el liderazgo del nuevo SG/OEA será crucial dada la fragmentación existente en el hemisferio.
Adicionalmente, los candidatos deberían presentar un plan para solucionar los desafíos presupuestarios/financieros que apremian a la Organización, incluyendo una estrategia de obtención de fondos dirigida a observadores permanentes y al sector privado, para financiar iniciativas de alta prioridad. El futuro secretario deberá involucrarse personalmente en este esfuerzo.
El plan además debería ajustar la burocracia a las verdaderas prioridades de la OEA (democracia, derechos humanos, seguridad), así como revalorizar sus funcionarios (con frecuencia menospreciados y mal utilizados), cuyo compromiso con la Organización se ha erosionado en los últimos años. El nuevo secretario deberá contar con asesores y un jefe de gabinete que conozcan la institución y los temas que la ocupan, y que sepan manejar la necesaria interacción con el Consejo Permanente –cuyo consentimiento es necesario para el éxito de su gestión.
Como la democracia es más que elecciones justas, libres y transparentes, cada candidato debería tener un plan para promover la democracia en los Estados miembros. El mismo podría apoyar la enseñanza de valores y prácticas democráticas en el sistema educativo de los Estados miembros, en cooperación con sus ministerios de Educación; podría propiciar un mayor conocimiento de la OEA, su Carta constitutiva y su Carta Democrática, por medio de su difusión en universidades y academias diplomáticas; y podría impulsar la cooperación entre los poderes legislativos y entre los poderes judiciales de los miembros, así como su fortalecimiento y su participación en el tratamiento de casos en que el orden democrático fuese amenazado por el poder ejecutivo.
Los candidatos deberían comprometerse a ejercer sólo un período de los dos posibles; y los Estados miembros deberían considerar reducir el mandato del SG/OEA de cinco años renovables a uno sólo de seis.
El futuro de la OEA depende del liderazgo que el nuevo secretario provea para revitalizarla y fortalecerla. Su revitalización y fortalecimiento podría contribuir al surgimiento de un nuevo interamericanismo, que se podría expresar en una renovada alianza democrática hemisférica centrada en la Organización -alianza cada vez más urgente y pertinente ante las amenazas anti democráticas, internas y externas, que asedian en el hemisferio.
Rubén M. Perina es PHD en Relaciones Internacionales, analista internacional y ex funcionario de la OEA.
Sobre la firma
Rubén M. Perina
Catedrático de la George Washington University y ex funcionario de la OEA.
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