La voz de Eduardo van der Kooy
Las primeras cinco elecciones del calendario que tendrá una estación crucial el próximo domingo en la Ciudad no parecen haber arrojado ninguna conclusión terminante. Acaso puede arriesgarse que el único trazo común recogido en Santa Fe, Chaco, Jujuy, Salta y San Luis sería aquel que diagnostica la lejanía de gran parte de la sociedad con la dirigencia política. Expresada por ahora en el desinterés por participar en las convocatorias electorales.
Tal percepción nos aproximaría a una primera afirmación. Javier Milei con su sorpresivo triunfo en 2023 se convirtió en el emergente de la crisis del sistema. En 16 meses en ejercicio del poder no se vislumbra ni el comienzo de una tarea de reconstrucción. Puede que tenga que ver la prédica contra “la casta” que el líder libertario exhibió durante el primer año con buenos réditos. Pero tampoco su formación, La Libertad Avanza, parece destinada a compensar por ahora aquel desencanto social.
Basta para comprender el panorama con repasar algunos números. El 56% de concurrencia en Santa Fé significó el más bajo para la historia de esa provincia. Podría valer como atenuante que se trató de una elección para cargos locales y convencionales constituyentes. Conformismo riesgoso. Los santafecinos tendrán a futuro una nueva Constitución que reemplazará a la elaborada en la década del 60. Demasiado importante para darle la espalda.
Observando el comportamiento del último domingo en otras cuatro provincias sería imposible descubrir algo diferente, muy alentador. En todas se registró menor asistencia que en las legislativas del 2021 cuando se votó en medio de la pandemia. Tiempo de miedos y cuidados. En Chaco el porcentaje decreció un 14%, en Jujuy y Salta un 5% y en San Luis un 12%.
De allí que resulten difíciles y precarias las conclusiones políticas. Acaso el denominador común haya sido en todos los casos el claro retroceso del peronismo y del kirchnerismo. “No ha sido un domingo feliz. No se puede decir nada más”, dijo Carlos Bianco, la mano derecha del gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof.
Esa realidad no necesariamente está atada a algunas de las cosas vistas y escuchadas en la escena política. Los libertarios, con Milei a la cabeza, lanzaron un relato triunfal que supieron anclar a lo sucedido en Salta. “Ganamos Salta” fueron los tuits que estallaron entre las patrullas digitales. Es cierto que los libertarios sorprendieron con la victoria en la capital salteña. No es menos cierto que allí votaron 20 mil personas menos que en el comicio anterior. El resto de la provincia fue barrida por el gobernador Gustavo Saénz que, pese a haber sido un hombre cercano a Sergio Massa, ha mostrado permanentes gestos de colaboracionismo con la administración de Milei.
El oficialismo se supo montar además en la victoria en Chaco, donde el radical Luis Zdero le arrancó más de 10 puntos de ventaja al histórico kirchnerista y ex gobernador Jorge Capitanich.
En Jujuy los libertarios quedaron muy lejos del ganador, el gobernador radical Carlos Sadir. Fueron 18 puntos de distancia entre uno y el otro. Hubo allí dos declives notables: el peronismo y la izquierda. El PJ obtuvo un 10% en un distrito que monopolizó por décadas con ayuda de organizaciones para estatales, que lideró la piquetera Milagro Sala. Cumple 15 años de prisión por una condena que acaba de dejar firme la Corte Suprema.
El Gobierno se encargó de dejar claro que no había presentado competidores en San Luis, donde la nota distintiva resultó el derrumbe de la dinastía de los hermanos Alberto y Adolfo Rodríguez Saá. Pero ninguno de los resultados de las provincias mencionadas estaría indicando un progreso importante y solvente de los libertarios como fuerza política orgánica y solvente con proyección de futuro.
Otra cosa significa el liderazgo que ostenta Milei. En las cuatro provincias donde se votó el domingo su figura sigue estando con alta ponderación: entre 40% y 50% de imagen positiva. Eso no se estaría trasladando, sin embargo, a la posibilidad de construir una fuerza nacional.
También asomaría estéril el discernimiento de responsabilidades políticas internas entre Karina Milei y Santiago Caputo. Ninguno, con aquel paisaje a la vista, se hizo acreedor a una cocarda. El cielo, en todo caso, lograron tocarlo cuando llevaron al Presidente a la cima. Ahora transcurre otro tiempo. Tal vez el internismo en el Triángulo de Hierro tampoco colabore con la posibilidad de reconciliar a la política con la sociedad. Son prácticas que suelen tener el orillo de “la casta”.
La misma frialdad que se observó hasta ahora en las elecciones realizadas es posible percibirla en la Ciudad. Los encuestadores poseen esa unánime sensación. Quizás en estos últimos días se terminen de perfilar las chances verdaderas de los principales candidatos: Leandro Santoro, del PJ, Manuel Adorni, el portavoz libertario y Silvia Lospennato, la diputada del PRO. Hay otros 14 postulantes para 30 bancas en la Legislatura de la Ciudad. El enunciado señalaría, al menos, un par de anomalías. La enorme fragmentación. La elección de principales espadas en las tres fuerzas que buscan ganar por haber convertido una votación menor en una contienda nacional.
Todo el procedimiento, atizado por el gobierno libertario, estuvo impregnado del viejo tufillo de “la casta”. La pretensión desmesurada de Milei de querer doblegar ya mismo, en medio de una crisis todavía honda, al PRO. Su aliado crucial que le permitió gobernabilidad en los 16 meses. Además, la idea de sacar del teatro a Mauricio Macri.
Determinación inoportuna que, a lo mejor, trasunta otra cosa. Una estrategia general libertaria errática. Que toma de adversario irreconciliable al dirigente y al partido equivocado.
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Eduardo van der Kooy
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