¿Ser buena persona consiste solo en no hacer daño? Para el filósofo español José Carlos Ruiz, esa idea está muy lejos de lo que realmente significa actuar con ética.
En una reciente entrevista con la cadena de radio de España SER, el pensador emitió una reflexión que incomoda a quienes creen que resulta suficiente con “no meterse con nadie” para ser moralmente correcto.
“La gran mayoría tiene una definición de ‘buena persona’ que parte de no hacer el mal. Yo considero que no se define así”, afirmó con contundencia. Una frase que pone sobre la mesa una idea clave: no hacer daño no es lo mismo que hacer el bien.
La bondad no es neutralidad
En su análisis, Ruiz distinguió claramente entre alguien que no hace el mal y alguien que realmente puede ser considerado “bueno”.
«Cuando uno no desea el mal y tampoco lo provoca, simplemente no es una mala persona. Pero eso no lo convierte automáticamente en alguien bueno”, dijo.
El filósofo, durante su entrevista con la cadena de radio. Foto: captura de video/@la_ser.
Desde esta perspectiva, la bondad no puede definirse solo como ausencia de maldad. Para él, se trata de algo más profundo y exigente: requiere acción, implicación y compromiso con los demás.
“Una buena persona se define por su participación en procesos que mejoran el mundo”, opinó. Y eso implica pasar de la pasividad cómoda al esfuerzo consciente por contribuir al bienestar colectivo.
La trampa del buenismo superficial
Ruiz también alertó acerca del uso confuso e interesado que se hace actualmente del concepto de “buena persona”, sobre todo en el discurso político y mediático.
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“Estamos viendo cómo el debate político gira en torno a quién es bueno o malo, pero sin tener claro qué significa serlo”, aseveró.
Convertido en arma arrojadiza, el término corre el riesgo de vaciarse de contenido y perder su valor moral real. De ahí que el filósofo insista en recuperar una ética activa: no basta con no hacer daño, hay que aportar algo al mundo.
La ética del compromiso
La propuesta de Ruiz se aleja del individualismo cómodo que se limita a no molestar. Reclama una implicación real en la mejora del entorno y una conciencia que trascienda el yo. La bondad, para él, no es abstención, sino participación.
Marc Mestres, La Vanguardia