A medida que se extiende la longevidad, la ciencia dirige su atención a cómo mantener esa vida con calidad. Más allá de una dieta nutritiva, ejercicio regular y un sueño adecuado, un nuevo factor emerge como potencial indicador de la salud a largo plazo: la hora en que se come. Y la primera comida, el desayuno, puede estar relacionado con el envejecimiento biológico si se lleva a cabo tarde.
Esta disciplina, conocida como crononutrición, estudia la relación entre los horarios de las comidas y la salud general. Si bien se ha investigado en adultos jóvenes o trabajadores nocturnos, un estudio reciente se enfocó en adultos mayores, una población particularmente vulnerable a los cambios en el estilo de vida y los problemas de salud.
El desayuno como indicador clave
Un nuevo trabajo, publicado en la revista Communications Medicine, analizó datos de salud de casi 3000 adultos del Reino Unido, con edades entre 42 y 94 años, que participaron en el Estudio Longitudinal de Cognición en la Vejez Normal y Saludable de la Universidad de Manchester. Durante más de 20 años, se monitorearon sus horarios de comida y hábitos de salud.
Hassan Dashti, nutricionista clínico y biólogo circadiano del Hospital General de Massachusetts y autora principal del estudio, explicó que “a medida que las personas viven más gracias a los avances en la medicina, mantener la calidad de vida se vuelve cada vez más importante”.
Por ello, la investigación que identifica oportunidades no farmacológicas para promover un envejecimiento saludable, como la dieta, resulta esencial para reducir la carga de enfermedades.
A medida que las personas envejecen, la tendencia general es a desayunar y cenar más tarde (Foto: Freepik).
El hallazgo central del estudio fue que, a medida que las personas envejecen, la tendencia general es a desayunar y cenar más tarde. Sin embargo, los participantes que de forma sistemática desayunaban más tarde se asociaron con una serie de problemas de salud física y mental, incluyendo depresión, fatiga y mala salud bucal.
Dashti detalló que esta asociación sugiere que “desayunar más tarde podría servir como indicador de problemas de salud subyacentes, proporcionando a médicos y cuidadores una señal simple y adicional de deterioro de la salud con el tiempo”.
Un vínculo con el envejecimiento biológico
La relación no se detuvo en las afecciones crónicas. Los científicos también descubrieron que desayunar más tarde se vinculaba con un mayor riesgo de mortalidad.
Según Dashti, “la asociación entre desayunar más tarde y un mayor riesgo de mortalidad indica que el horario de las comidas puede reflejar algo más que una simple preferencia personal y podría estar vinculado al envejecimiento biológico o al deterioro de la salud”.
Si bien el efecto encontrado fue «modesto», la investigadora enfatizó que incluso pequeños cambios en los horarios de las comidas a lo largo de los años podrían ofrecer información sobre riesgos de salud más amplios a medida que las personas envejecen.
Los científicos también descubrieron que desayunar más tarde se vinculaba con un mayor riesgo de mortalidad. (Foto: Pexels).
Monique Richard, dietista nutricionista registrada y ajena al estudio, comentó a Medical News Today que el hallazgo se alinea con la ciencia de la crononutrición, que sugiere que alinear las comidas con la biología circadiana diurna favorece la salud metabólica.
La especialista resaltó que el desayuno tardío es una observación frecuente en geriatría, especialmente en personas con depresión o dificultades de movilidad, lo cual puede convertirse en un círculo vicioso de agotamiento de nutrientes y deterioro del estado de ánimo.
Estrategias complementarias de la crononutrición
Si bien la hora exacta del desayuno es un campo en desarrollo, la evidencia sugiere que el horario de las comidas es un elemento simple y práctico en el camino hacia el bienestar. Los expertos recomiendan:
- Priorizar la ingesta de proteínas a primera hora: consumir entre 25 y 30 gramos de proteína en el desayuno para favorecer la función muscular, la salud cerebral y la saciedad.
- Comer a horas constantes: establecer patrones regulares como desayuno entre las siete y ocho de la mañana, almuerzo al mediodía y cena entre las cinco y siete de la tarde.
- Mantener una ventana de ayuno nocturno: intentar evitar comer dos o tres horas antes de acostarse, manteniendo un período de ayuno de aproximadamente 10 a 12 horas.
- Atender la calidad nutricional: distribuir uniformemente las necesidades de fibra, calorías y proteínas a lo largo del día, lo cual se dificulta si se retrasa la primera comida.
- Buscar apoyo profesional: consultar con un nutricionista dietista registrado para obtener estrategias personalizadas de planificación y horario de comidas.
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