En la primavera la gente siente la necesidad de estar bien física y mentalmente para hacer el amor en sus más diversas formas, seguir con su pareja, reencontrarse o conocer a alguien nuevo. ¡Suena bonito! Pero no siempre es tan así.
Mucha gente ha renunciado a la posibilidad de entregarse al otro. Cambia ese deseo por juegos o compras en esas plataformas chinas en las que se ofrece de todo. Parece que cada vez necesitamos menos del otro, con tantos juguetes sexuales y la Inteligencia Artificial que nos habla mientras nos autosatisfacemos. O con los hermosos diálogos eróticos que mantenemos con nuestro celular, acompañados por gomosos aparatos electrónicos. Y cuando ya satisfechos encendemos la tele, un animador generado también por IA nos dice que todo está bien con nosotros porque para eso están los psicólogos virtuales.
En resumen: nunca hemos estado tan solos y la palabra empatía, que antes sonaba como antónimo de apatía, ya no parece tan hermosa. Ahora, para muchos, reconocer que no son empáticos con el otro es lo normal, casi un motivo de orgullo. Van a su cita de Tinder y lo dicen, y la cita le responde más o menos lo mismo, de manera que es casi como mirarse en un espejo.
Quizás se deba a que somos demasiados, se nos fue la mano, ocho mil millones de seres humanos en la tierra pesan y por tanto esa nueva especie de rico, los multibillonarios o como se diga, están pensando en colonizar Marte donde no se paga impuestos y no hay cambio climático. ¿Lo harán? ¿Se irán a Marte? ¿Con quién compartirán el planeta sino con un conjunto de robots que no tienen la posibilidad de ser empáticos a menos que se los programe? Los demás nos quedaremos acá, en la Tierra, en la bella Argentina, al menos por ahora.
Y volviendo a la primavera, queremos sentir cosas nuevas, salir con amigos, ver películas que nos hagan pensar, disfrutar de los parques, ir al café y pedir un latte con leche de almendra y esencia de pistacho para que la posible pareja nos vea con onda y los que ya tenemos relaciones, casados, amantes, concubinos, de trampa o trampeados, andaremos con cuidado para que nos sigan queriendo porque con la falta de empatía que hay, te descuidas y te sustituyen por una de esas IA de imagen siempre sonriente que nunca suda y tampoco sale del teléfono, por lo que no pide cosas tales como “ráscame la espalda”, ni tampoco le duele la cabeza en el momento menos indicado.
Así que comportarse como un ser humano cada vez sale más complejo, pero tiene sus cosas bellas: seguro siendo empáticos, dar los buenos días no solo a tu jefe, al poderoso o al célebre, sino a aquel que no puede hacer nada por ti sigue siendo algo bello, es lo que nos mantiene humanos.
Bellas cosas de humano: dejar el celular, caminar, leer y sentir que duele lo que le pasa al otro.
Sobre la firma
Marcial Gala
Marcial Gala, escritor de la «patria de Guillén y de Borges». En Cuba ha sido Premio Alejo Carpentier, Nacional de la Crítica y de Cienfuegos en cuento y en poesía. En Argentina premio, Ñ Ciudad de Buenos Aires y en Estados Unidos estuvo entre los finalistas del Pen Club América. Aquí publicó cinco novelas: “Sentada en su verde limón”, traducida al italiano, “Rocanrol”, “La catedral de los negros”, al inglés, francés, alemán y árabe, “Llámenme Casandra”, al inglés, francés, italiano, portugués y polaco y, la última, “La máquina de ser feliz”.
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