Él. Solo él puede transformar el desencanto en esperanza. La tristeza en alegría. La incertidumbre en certeza. Y él, siempre omnipresente en el universo riverplatense, empezó a dar vueltas casi obsesivamente en la cabeza de los hombres que toman las decisiones importantes en River desde la madrugada del jueves, cuando en la mesa chica de las decisiones entendieron que el ciclo Demichelis estaba cumplido, por más que para las estadísticas finalizará este domingo. Él, Marcelo Gallardo es, por estas horas, el candidato al que intentarán convencer para suceder a quien lo sucedió. Y esa posibilidad, de por sí, paraliza los corazones de todos, no solo de los fanáticos, en el convulsionado mundo River.
Ni que fuera un cuento: el día que se cumplieron diez años de su debut como entrenador del CARP, la opción de bajar al Muñeco de la estatua para depositarlo otra vez en el césped de un Monumental ampliado en el que jamás dirigió está empezando a tomar forma conforme pasan las horas. En las entrañas de quienes tienen que soportar este temporal, pero también en la del entrenado más ganador de la historia del club y su entorno.
Y mientras alrededor del presidente Jorge Brito intentan mantener la corrección política y la prudencia en el manejo de los tiempos, los indicios de un anuncio que conmovería a los hinchas incluso más de lo que los conmovió su adiós se van sumando. Porque, según pudo averiguar Olé, en las más altas esferas estarían dispuestos a hacer los corrimientos dirigenciales en el manejo del fútbol que el caso ameritaría y hasta a sacrificar a Leonardo Ponzio en la secretaría técnica si eso es necesario para pavimentar la ruta del regreso más esperado.
Si bien Gallardo no habló con nadie hasta el momento y no lo hará hasta que Demichelis se despida, los dirigentes se enteraron a través de interlocutores que, después de las vacaciones forzadas que le sucedieron a su paso en falso por el Al Ittihad, el personaje más influyente en la actualidad del club está predispuesto a volver a sentir el olor del césped.
Aún golpeado por el repentino fallecimiento de su histórico manager, Juan Luis Berros, y con la decisión de no moverse del país para acompañar -junto a sus hermanas- a su papá Máxiimo en un delicado momento de salud, al Muñeco sí le picó el bichito de salir nuevamente al ruedo. Y muy cerca suyo elijen creer: entienden que si le ofrecen formalmente el desafío de intentar recomponer al vestuario con el objetivo de superar los siete partidos que tendrían como premio la quinta Copa Libertadores del club, la tentación sería enorme.
Eso sí: en caso de que las sensaciones se conviertan en hechos, lo haría recuperando las llaves del club, transformándose otra vez en el CEO del fútbol y con la potestad para mover todas las fichas que considere necesarias mover en el club. Una situación que, en efecto, desde la CD saben que está implícita si se concretase su desembarco.
Un grito de corazón
Casi al mismo tiempo que Demichelis estaba reunido con el presidente en Núñez consensuando la fecha de salida, Gallardo -todavía en recuperación de una artroscopia en un menisco- escuchaba en Mendoza el «¡volvé, Muñeeeeco» que desesperadamente le gritó un hincha de River cuando estaba ingresando al Malvinas Argentinas para ver el triunfo de Independiente Rivadavia, donde juega su hijo Nahuel, contra el CAI.
Aunque lo más importante, acaso, sea que lo que va a escuchar esta tarde: el «Muñeeeco, Muñeeeco» atronará el Monumental, ya no como grito de guerra sino como ruego/deseo, porque el clamor de la tribuna pedirá una segunda parte suplicando que una vez más sea cierto que nunca estuvo más de cuatro años sin volver a su casa.
Las horas por venir van a ser cruciales. Los teléfonos están abiertos. El tiempo apremia a 18 días de la serie con Talleres. Y todos en River están expectante: después de una historia que no fue hermosísima, puede empezar otra tan de película como la anterior.