Iguazú (LaVozDeCataratas) Todo comenzó antes del año 2000, cuando Tony y su esposa tuvieron la idea de abrir la primera heladería artesanal en la ciudad. Buscando atraer a los jóvenes, instalaron una consola PlayStation 1 con un televisor convencional en su pequeño local, para que los chicos pudieran jugar y, al mismo tiempo, disfrutar de un helado. «Los chicos preferían venir a jugar a la Play y luego tomar un helado», recuerda Tony a LaVozDeCataratas, con una sonrisa. Lo que comenzó como un simple entretenimiento, pronto se transformó en una estrategia que potenció su negocio.
El local era pequeño, pero al lado funcionaba un video club que ofrecía películas en VHS. Fue entonces cuando Tony y su esposa tuvieron una idea brillante: «Le propusimos al dueño compartir el espacio. Nosotros pusimos la Play y el televisor, y ellos seguían con las películas». Con el tiempo, el dueño del video club decidió retirarse, y Tony tomó el control del negocio, expandiendo la oferta de películas a todas las edades y géneros, y añadiendo una innovadora modalidad: el alquiler de consolas por hora, e incluso a domicilio, para que los chicos pudieran jugar en casa cuando se reunían con amigos.
«La idea de alquilar las consolas fue muy innovadora en ese momento», recuerda Tony. Pero el video club no se detuvo ahí. Pronto, añadieron servicio técnico, venta de consolas y accesorios, lo que ayudó a mantener el negocio a flote cuando la demanda de alquiler de películas comenzó a decaer. «Tuvimos nuestro momento de gloria con las películas, pero hoy nos mantenemos gracias a los videojuegos, la informática y el servicio técnico», explica Tony.
A pesar de los desafíos que han enfrentado, desde la llegada de las plataformas de streaming hasta el auge de las películas digitales, Tony asegura que siempre han encontrado la manera de adaptarse. «Atravesamos desafíos que pudimos afrontar, otros no, pero la energía que nos brinda la gente es lo que nos mantiene. Muchos se sorprenden al descubrir que aún existe un video club y que incluso tenemos DVDs», comenta. Para Tony, esto refleja lo rápido que ha avanzado la tecnología y cómo han cambiado los hábitos de consumo.
Sin embargo, hay algo que no ha cambiado: el apoyo de la comunidad local. Tony recuerda con gratitud que, en el año 2000, Iguazú no superaba los 20 mil habitantes y tenía alrededor de 4 mil familias. «En ese entonces, conocíamos a alguien de casi cada familia que venía al negocio. Tuvimos mucha aceptación por parte de la comunidad, y por eso hemos podido mantenernos», asegura.
Hoy, además de los clientes habituales que siguen buscando películas y videojuegos, el video club también atrae a coleccionistas que buscan títulos específicos, un fenómeno comparable con los amantes de los libros antiguos. «Es increíble cómo algunos siguen buscando esas películas que los marcaron, igual que con los libros», dice Tony.
A lo largo de los años, este video club ha sido testigo de la evolución de Iguazú y del mundo del entretenimiento, pero su esencia se mantiene intacta: un lugar donde las películas, los videojuegos y el servicio personalizado siguen teniendo un valor único. «Quiero agradecer a todas las personas que nos han acompañado siempre. Sin ellos, no estaríamos aquí hoy», concluye Tony.
El video club de Tony Sandoval sigue siendo un pedazo de historia viva en Iguazú, un símbolo de resistencia ante el avance tecnológico, impulsado por el apoyo de la comunidad y la pasión por lo que hacen.