Se terminó el año oficial de la Selección. Y fue con una sonrisa, con un triunfo, con un golazo y también mostrando que el equipo sigue teniendo hambre de gloria, más allá de que llegó gastado a noviembre, después de un 2024 larguísimo, con una Copa América emocionante (y súper agotadora), con tres fechas FIFA en continuado para jugar seis partidos de Eliminatorias casi sin respiro, con el agravante de que las lesiones le jugaron una mala pasada a la Scaloneta.
El tiempo de reflexión comienza ahora, pero mirar la película desde la punta de la tabla de las Eliminatorias, con el bicampeonato de América y primera en el ranking FIFA dos años seguidos, no tiene precio. En este final de temporada para la Selección se vio que algunos niveles decayeron (sobre todo en los volantes), que la cantidad de minutos pesó, que el gran número de bajas influyó en el rendimiento del equipo y que muchos jóvenes que debutaron o tuvieron sus primeras convocatorias, necesitan tiempo de adaptación.
La Argentina sigue marcando los rangos del fútbol mundial. Se notó que hay una merma futbolística, que es lógica: no siempre se va a poder ganar, gustar y golear. A veces, se gana un partido por la mínima más allá de que las diferencias entre la Selección y Perú son amplias. También se puede perder (como en Paraguay) cuando el conjunto juega mal y el rival tiene una noche inspirada. Se ha dicho y se repetirá: las Eliminatorias Sudamericanas son bravísimas. Y el post Copa América lo dejó en claro para el campeón del mundo: caída en el calor de Barranquilla, empate en la laguna de Maturín y derrota en Asunción.
Ahora es tiempo de descansar y planificar. De dejar en claro cuáles serán las reglas de convivencia para el 2025 (por ejemplo, que el que no juega en su club puede no ser convocado) y empezar a armar el plantel pensando en el Mundial 2026. Con Lionel Messi a la cabeza, con una pequeña renovación, con la base de Qatar y con los jóvenes que estén a la altura de semejante camiseta.