Alta, flaca, con panza chata y el ombligo al aire, Naty Franz se da una serie de golpecitos sobre la cabeza, las muñecas, las sienes, los pómulos, la boca, la quijada, los pechos y las axilas. Parece poseída, en trance, como si con ese ejercicio se liberara de todos sus pesares, un ritual sanador. Sus alumnas la imitan con devoción, sin miedo a caer en el ridículo. Parece la multitudinaria coreografía de un show infantil, el paso de baile que podrían armar grupos como Los Ravioli o Canticuénticos. Pero no, es un ejercicio de tapping.
Mientras avanza con su terapia de pequeños impactos en diferentes partes del cuerpo, la influencer, con el pelo siempre ondulante, mucho más femme fatale que arquetipo de autoridad dedicada a la introspección, dice: «Estoy en paz… Acepto total y completamente esta ansiedad que siento en todo mi cuerpo… En este momento elijo estar tranquila… Tomarme un descanso… Llenarme de bienestar… Tener un día en armonía…».
El tapping de Naty Franz (Natalia Franzoni), 39 años, ex modelo y notera de televisión, forma parte del Método NF, «una terapia que combina la filosofía del yoga con técnicas holísticas y de liberación personal», según explica la protagonista. En su academia online cuenta con unos 60.000 alumnos y va por más. La suya es una afianzada Pyme del recogimiento y la búsqueda interior.
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«Hice el tapping y lloré. Me autoliberé», contó Jaqueline Flores en Instagram, todavía conmovida por el repentino progreso en su estado de ánimo. «Gracias por todo lo que compartís, Naty. Me ayuda mucho», sumó Valeria Fernández en sintonía parecida. «En la clase de ESI les conté a mis estudiantes lo que es el tapping. Lo hicieron conmigo y les gustó mucho. Me pareció muy oportuno porque hablamos del afecto, el amor propio y las emociones», agregó Ayu Hortas.
Como contracara, en la cuenta de IG también están los que dudan del poder de los ejercicios de Franzoni. «Tiembla el Pastor Giménez. ¡Cómo la pegó esta flaca! Hoy en día, la clave es encontrar algo que venderle a la gilada», escribió Matías Urbalo. «Esto debería ser ilegal», avanzó Mirna Fantasy, con mayor firmeza. «Probé el tapping y no sólo no calmé la ansiedad sino que fue peor… ¡Dios, paguen terapia! Sale más barato. No dejen la salud mental en manos de gente que no sabe», señaló Piqui, otro usuario de las redes sociales.
Infancia en el barrio
Naty Franz cuenta que se crió en Saavedra, cerca de la General Paz. Su papá, Jorge, apodado el Pato, es un reconocido entrenador de clubes de Ascenso: dirigió a San Telmo, Excursionistas y General Lamadrid, entre otros. «Fue un laburante», lo define Naty con admiración. «Llegó a tener varios trabajos al mismo tiempo: era DT, manejaba un remís, atendía un local de quiniela…».
La mamá de Naty, Adriana, trabajó como masajista y cosmetóloga. «Siempre me inculcó que, para conseguir lo que uno quiere, hay que arremangarse», sigue Franz, que además tiene dos hermanos, Agustín, bailarín; y Jorge, empresario.
La infancia de Franzoni no fue fácil. A los siete años se enfermó de psoriasis y se brotó de pies a cabeza. «En mi casa había muchos problemas económicos», dice. A los 14, su médico le recomendó que consultara a un psicólogo. «La psoriasis la provocás con tu propia mente», le dijo.
Terapia mediante, Naty dice que empezó a hacer todo lo contrario de lo que venía haciendo. Se cambió al turno tarde en el colegio, el Roca de Belgrano. Para tener ingresos, salió a vender remeras batik. Y con la plata que ganó se armó su propia habitación en el altillo de su casa.
Como quien disfruta de estar sola, no se sumó al viaje de egresados con sus compañeros de quinto año. Meditaba. Leía libros de Deepak Chopra, escritor y conferencista indio que se especializó en el supuesto poder de la mente en la curación. «También iba a las cárceles a ayudar a los presos», cuenta Franzoni.
Al mismo tiempo, dejó de vestirse con la ropa holgada y deportiva que ocultaba su cuerpo. Se compró una bikini y, aunque estuviera brotada, se animó a ir a la pileta de Platense. «Acepté mi enfermedad en la piel y me curé. Ya no me quejé más. Y empecé a sonreír».
Naty, en su etapa de modelo.
Con virtudes para la pasarela, a los 17 años inició su carrera como modelo. Recuerda que en ese ambiente también la tuvo que pelear. Se presentaba a los castings y la rechazaban. Después de tres años de insistencia, la contrataron. «Me tomaron como doble de piernas o de culo. No se me veía la cara», dice, como quien ha superado un estigma, algo que en su momento le trajo mucha amargura.
Ya afianzada en su rol publicitario, quiso llegar a la tele, pero como no le daban trabajo armó su propio programa, un ciclo de entrevistas, Glam & Music, en CM, «el canal de la música». Al poco tiempo la convocó Pamela David para que fuera su cronista en América, y siguió con Germán Paoloski en Fox Sports.
«Cumplí mi sueño de llegar a la tele, pero eso no me llenaba», suelta Naty, que está casada con Mariano Juan, ex futbolista hoy reconvertido en panelista de ESPN, y tiene dos hijos, Gonzalo y Ramiro, de 15 y 4.
Aunque cada vez le daban más espacio en la pantalla, Naty se sentía insatisfecha. «Tenía que pelear por mi sueldo, pedir permiso para irme de vacaciones… Y me preguntaba: ‘¿Qué estoy haciendo acá en esta nota sobre los inundados?’ Yo iba a hacer un informe sobre ese tema y me quedaba hablando con la gente, les llevaba ropa, comida… Mi rol en la vida no estaba en la tele. Mi vida siempre estuvo al servicio de los demás».
En 2018, decidida a seguir su vocación espiritual, pegó otro volantazo y armó el taller Animate a manifestar tus sueños. Al año siguiente publicó una serie de meditaciones guiadas en Spotify y Youtube «para calmar rápidamente el estrés» y «para manifestar abundancia», entre otras.
En 2020 presentó tres cursos de manera online y publicó más meditaciones guiadas. Con capacidad para moverse en distintos rubros, ese año publicó el primero de sus cuatro libros, también llamado Animate a manifestar tus sueños.
Luego, con videoclips incluidos, lanzó las canciones Buen día, día, Respira, Yo soy el amor, Hachazo emocional y Abre el corazón. Y en 2022, como si fuera una verdadera estrella pop, agotó las 3.000 entradas del Complejo Art Media de Buenos Aires con el show Animate Tour.
-¿Cuál sería el secreto de tu éxito?
-Soy verdadera. La gente necesita alegría, energía. Acá no hay Dios: la herramienta sos vos. Es posible crear la vida que uno sueña tomando las riendas de tu propio destino… Yo sané mi cuerpo. Y así empezó mi cuento.
Naty no trabaja sola. Su staff lo integran unas 15 personas. Su último evento programado era para este sábado 23, de 10 a 12: un zoom a través de su sitio web, wwwnatyfranz.com, con una masterclass titulada Sexy y poderosa, la magia de sentirte bien con vos misma.
La inscripción costaba 25.000 pesos. «En vivo habrá unos 500 inscriptos. Pero la clase queda grabada y se sigue viendo sin límite», explicaba unos días antes Franzoni. Promociona la web: «Será una experiencia transformadora en la que vas a trabajar con 21 tips para impulsar tu autoestima y potenciar tu energía. También habrá yoga facial para tonificar y rejuvenecer tu rostro y hábitos saludables que te ayudarán a brillar desde adentro hacia afuera».
En la misma página, por 22.400 pesos, se puede acceder al Taller de embarazo consciente. Y por 40.000, al Taller de abundancia y dinero. Hay más. En marzo de 2025, Naty hará su segundo viaje a la India. «Vamos 40 personas por unos diez días, con paseos por Delhi, Agra y otras ciudades, con visitas al templo Taj Mahal y mucho más».
-¿Tus alumnas son todas mujeres?
-El 89% son mujeres, y el 11%, varones. Los varones se animan cada vez más.
A pleno disfrute, en unas vacaciones en Miami, en sus tiempos de notera de TV.
A la hora de sintetizar las bases de su método, Naty explica que su trabajo no reemplaza el de otros profesionales sino que lo acompaña. «Si me piden tres tips, digo: autoconocimiento, práctica y soltar el control. Uno nunca termina de trabajar consigo mismo. Nada es lineal. Es una montaña rusa y toda cambia. Hay que hacerse amiga de la incertidumbre, del miedo, de las dudas… Hay que aprender a confiar en el universo y todo se va acomodando».
Y profundiza: «Trabajo mucho con masajes, afirmaciones, escritura… Escribo lo que quiero. Y agradezco el hecho de estar viva, de tener lo que tengo, sobre todo, mi alma. Esa confianza se expresa a través de mi cuerpo. No me importan las arrugas, al contrario. Me miro al espejo y me hablo bien, en positivo».
Primero, el yoga
Sin saber que se terminaría convirtiendo en su medio de vida, Naty empezó yoga a los 12 años, cuando acompañaba a su abuela Estrella, que tomaba clases los fines de semana. «A los 16 empecé a ir todos los días a la escuela de Indra Devi, en la calle Echeverría, en Belgrano. Mi maestro era David Lifard, discípulo y mano derecha de Indra Devi», cuenta Franzoni. «Después completé el curso de tres años en Ananda Yoga. Y me fui a la India a seguir cultivándome. Además, hice yoga en España con diferentes profesores (vivió en Madrid un año y medio, cuando su marido jugó en el Leganés)».
Para llegar a la televisión Franzoni hizo dos años de oratoria. Y para perder el miedo escénico hacía stand up a la gorra en La Boca. También tomó clases de baile y de circo. «Poder desenvolverme frente a mis alumnos fue todo un trabajo: ¡a mí no me salía nada!», dice.
-¿Seguís yendo a terapia?
-A veces, cuando lo necesito.
El tapping es una fórmula que combina elementos de la acupuntura (proviene de la medicina china milenaria), la psicología y la programación neurolingüística. «Es un método tan simple, rápido y efectivo que la gente suele descreer», explica Naty.
La influencer lo aprendió en España, en 2005, a través de una psicóloga. Ya de vuelta en la Argentina, su hijo mayor, Gonzalo, sufrió un trauma con los ascensores: no quería subirse porque se había quedado encerrado. Estaban en un piso 20. Entonces Naty se arrodilló frente a él, le empezó a hacer tapping y a decirle que estaba todo bien, que el ascensor era su casa, que el ascensor lo conocía… «Y mi hijo se relajó, se subió y ya no tuvo más problemas con eso», explica.
Naty empezó entonces a investigar sobre esa práctica, que se conoció a fines de los años ’90 gracias al manual de EFT (Emotional Freedom Technique o técnica de liberación emocional), que publicó el doctor Gary Craig en los Estados Unidos.
«Yo le sumo mi impronta, mis movimientos, mis frases…», explica Franzoni. «Es algo que le da poder a la gente. Y ha logrado resultados increíbles. La gente me dice: ‘con tu tapping empecé a dormir, me puedo subir a un avión, se me fue el acné…’. Tengo más de 60.000 testimonios guardados con esta clase de mensajes».
La voz de la ciencia
Psicólogo, con un master en salud en la Universidad Nacional de Córdoba, Martín Reynoso plantea la diferencia entre las terapias alternativas y las complementarias.
«Las terapias alternativas son las que no tienen un respaldo científico o no han sido aceptadas socialmente. En este grupo entraría el tapping, el reiki, las flores de Bach, las constelaciones o la terapia de regresión al pasado… En las terapias alternativas siempre hay alguien que te da o te hace algo. Las terapias complementarias, en cambio, cuentan con reportes científicos que las empiezan a avalar. Además, apuestan a la responsabilidad individual del paciente en la mejora de su bienestar. En este grupo se ubicarían el yoga y el mindfulness, también llamado método de atención o conciencia plena, que nació hace unos 50 años en el centro médico de la Universidad de Massachusetts», explica el experto.
Reynoso habla con claridad. Es que además de ser psicólogo se especializó en mindfulness, dio clases de esta disciplina en la Fundación Favaloro, dirige el centro Train Your Brain Argentina y escribió el libro Mindfulness, la meditación científica.
-¿Cómo surgen las terapias alternativas?
-Muchas veces agotados o desconfiados de las prácticas rigurosas, algunos profesionales de la salud han hecho sus aportes en estas terapias. El problema es que pueden ser placebos que sólo dan un entusiasmo pasajero. Pero hay que sospechar de todo lo que sea rápido… La mejora verdadera requiere una indagación, una búsqueda.
En 1984, el psicólogo estadounidense John Welwood creó el concepto de «by pass espiritual». «Se refería a las personas que buscan aliviar sus dramas con soluciones espirituales y no se dan cuenta de que la cura puede estar en un ámbito más terrenal», explica Reynoso.
«Autores como Ken Wilber y Robert Augustus Masters advierten de este peligro», avanza el especialista. «Con buenas intenciones, muchos consejeros religiosos y psicólogos transpersonales promueven este error, al proponer soluciones espirituales que deberían ser abordadas desde una óptica cognitiva, psicológica o hasta corporal/fisiológica».
Las técnicas masivas también le generan dudas a Reynoso. «Una cosa es trabajar en grupo, con no más de 15 personas, donde todos se conocen y se ayudan, y otra bien distinta es trabajar en masa, con miles de asistentes. Eso también puede generar un sentimiento falso de cambio, que se basa en la pertenencia a la masa y no a un desarrollo autónomo de cada persona».
También, Reynoso se pregunta: «¿Existe una explicación clara y concreta de cómo se produce el cambio a través de estas prácticas alternativas? ¿Implica dedicación o sólo una transformación mágica de un día para el otro?».
Según el profesional, «las prácticas deben ser serias y sistemáticas». En ese sentido, «lo que habría que considerar es si estos ejercicios fueron estudiados empíricamente durante cierto tiempo y si hay resultados elaborados por alguna organización prestigiosa», profundiza el psicólogo.
«También es clave saber si la persona que está al frente de estos cursos basa más su enseñanza en su carisma que en su método. En los últimos años hubo varios actores, actrices o personajes del espectáculo que se volcaron a estas prácticas. ¿Qué los avala? Pareciera que sólo la fama…».
-¿Alguien controla estos cursos?
-No. No hay ninguna legislación, ni en la Argentina ni en el resto del mundo. Y es peligroso… A veces, los que hacen terapias alternativas defenestran a la medicina alopática, científica. El reikista, por ejemplo, suele hablar bastante mal de la medicina. Yo prefiero repetir lo que dice Jon Kabat Zinn, fundador del programa de mindfulness: «Si tengo un accidente en la calle, no me lleven con meditadores, llévenme a un hospital».
NF también se especializa en masajes para bebés.
Otra de las terapias alternativas de Franzoni es el Ho’oponopono. También con la idea de liberar los pensamientos tóxicos, es una técnica que empezaron a practicar los hawaianos hace unos 5.000 años. «Ho’oponopono», en hawaiano, significa «hacer o poner algo derecho, enderezarlo, corregirlo».
En su libro Ho’oponopono. La paz comienza contigo, Raúl Pérez, licenciado en psicología egresado de la Universidad Kennedy, explica que en esta disciplina se combinan la psicología, la física cuántica, la filosofía y la mística.
En la antigüedad, la práctica era siempre grupal y la guiaba el chamán de la tribu. Así, cuando necesitaban resolver algún problema, se reunían y buscaban solucionar sus disputas con alguna frase como «lo siento», «perdoname», «gracias» y «te amo».
En el caso de Naty Franz, una de las frases «sanadoras» que más le gusta usar es «llovizna, llovizna, llovizna». Según los entendidos, «se utiliza para trabajar situaciones relacionadas con la carencia de dinero y borrar miedos o recuerdos que tienen que ver con dificultades económicas. La lluvia siempre estuvo relacionada con la abundancia y las antiguas culturas le daban un lugar especial en sus ritos».
«Sé que el Ho’oponopono viene de Hawai», retoma el psicólogo Reynoso. «Hay prácticas que, en ciertos contextos y en ciertas personas, podrían funcionar, pero eso no significa que tengan los mismos resultados en otros ámbitos».
Doctor en psicología y docente, Flavio Calvo ha trabajado sobre las «frases motivacionales» que abundan en el terreno de las terapias alternativas. «Está lleno de frases positivas. Los mensajes pueden ser así: ‘El éxito llega si lo estás buscando’ o ‘Los sueños pueden hacerse realidad, persíguelos». Son frases muy hermosas, claro. Pero, ¿sirven realmente?», desconfía el especialista.
«No todo es tan simple como perseguir los sueños. El éxito no llega sólo por buscarlo. Hay más factores que la simple voluntad de una persona. Las cosas no se dan sólo por ‘ponerle ganas'».
Pensadas para motivar, muchas veces estas frases tienen un resultado «más perjudicial que benéfico», sigue Calvo. «Son frases ‘iatrogénicas’, tal como se define a lo que, pretendiendo sanar, enferma más de lo que cura, en especial, porque las personas se sienten peor al no poder vivir lo que implican esos mensajes».
También, como parte del mismo esquema, el terapeuta se refiere a la frase «si yo pude, vos podés», una de las expresiones favoritas de esta clase de maestros.
«El problema es que arranca con una verdad, ‘yo pude’, y eso puede hacer creer que la segunda parte, ‘vos podés’, es una consecuencia directa de la primera. Pero no todos tienen las mismas herramientas…».
Calvo también sostiene que a veces, para alcanzar un objetivo, es clave planificar, fallar, corregir esos errores y trazar un plan personal. «Se pueden tener muchos fracasos, y sin embargo seguir en el camino hasta lograr lo que uno pretende. Pero es muy difícil triunfar con un programa copiado de otra persona, sin que haya sido cuestionado y adaptado».
Todo se aprovecha
Ahora es un miércoles de noviembre, son las 11 de la mañana. Naty Franz está en el Delta del Tigre. Acaba de dar una clase de su método NF en un «retiro» organizado por el doctor Alejandro Junger, que se especializa en la cura de intestinos.
«Estoy agotada», dice Naty. «Estuve hablando dos horas sin parar».
Franzoni es, queda a la vista, una mujer intensa, pila pila, que vive a mil. Se la escucha agitada, como si acabara de correr un maratón o de bajarse de una moto, pero no pierde la simpatía. Es amable y se ríe a cada rato.
«A los que me critican los amo», dice. «Porque cuanto más me critican, más crezco. En un momento me enojaba si recibía comentarios negativos. Ahora, en cambio, los viralizo. Lo aprovecho, soy una reina del marketing. El que me conoce me adora. Y el que no, se lo pierde. El que dice que mi método es un placebo es porque es una persona cerrada, ignorante…».
-¿No es contradictoria la búsqueda de dinero y espiritualidad al mismo tiempo?
-Si digo que no me interesa el dinero me acusan de que que soy una hippie con Osde. Y si digo que me interesa, me dicen que no tengo espiritualidad. ¿En qué quedamos? Todo lo que hago es porque me gusta, no por dinero. Siempre hago lo que siento. Cuando trabajaba de modelo me pedían que me operara las lolas… Sí, hasta me lo podría haber hecho gratis. Pero yo no quería saber nada. Prefería ponerme un corpiño push up o pares de medias. ¡Menos mal que no me operé!
-¿Por qué?
-Porque con dos globos así de grandes no podría hacer lo que hago ahora.
Sobre la firma
Federico Ladrón de Guevara
Redactor de la sección Historias [email protected]
Bio completa
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