Alumno, artista, escultor, albañil, jardinero, hijo, hermano, amigo y medalla de oro. Ulises González Osterrith tiene 18 años y, pese a su corta edad, parece ser muchas personas a la vez. Sus profesores lo describen como una mezcla de “orgullo, superación y valentía”.
Días atrás, con una escultura realizada en la clase de soldadura profesional de su colegio, Ulises ganó el primer premio de esa categoría en los Juegos Bonaerenses. Pero el camino hacia esa distinción no fue nada fácil.
Desde la ciudad de General Las Heras, el adolescente rememora cada paso que dio hasta lograr la preciada medalla. Cuenta que vive con su familia, que sus padres están separados y que tiene dos hermanas y un hermano mellizo.
González Osterrith es alumno de la EPS (Educación Profesional Secundaria) N°1, proyecto que nace con el objetivo de dar respuesta a adolescentes de entre 15 y 18 años que hayan estado desvinculados por más de dos años de la escuela; que hayan repetido dos veces el mismo año o que estén por fuera del sistema educativo.
Los días de este joven no sólo son de carpetas y apuntes, ya que también trabaja junto a su papá. “Tengo que ayudar acá en casa porque sino no llegamos. Hago changas de cualquier cosa, me doy maña para lo que sea”, asegura. Entonces reparte sus horas entre la albañilería, la jardinería o el trabajo que surja y la escuela, a la que asiste junto a su mellizo.
«Vos podés»
Ulises pasó por varios colegios hasta llegar a la EPS N°1. Esta escuela, dice, realmente hizo la diferencia. “Creo que lo mejor que hice fue haberme metido ahí. Los profes están arriba de los chicos, se preocupan en serio, te ayudan y si no entendés te explican las veces que sean necesarias”, destaca.
Además de esto y de la formación profesional que les aportan, hay otro elemento esencial: la confianza. En contextos complejos como los que atraviesan estos jóvenes, con trayectorias educativas tan disímiles, el apoyo de los docentes pareciera valer doble.
Ulises González Osterrith, en pleno armado de su escultura. Foto: gentileza.
En este caso fue Mauro de Giuseppe, el profesor de soldadura, quien instó a su alumno a presentarse en los torneos. Y toda la institución acompañó y le dio el envión que faltaba cuando estuvo a punto de abandonar ese sueño.
“En esto de ‘poder’ hay algo importante en lo simbólico. A veces estos chicos quedan afuera del sistema educativo, con la autoestima dolida. Que Ulises haya ganado la medalla de oro nos aportó mucho en el sentido de que ‘se puede’. Nosotros tratamos de poner la semillita del futuro”, dice el docente.
De la mano de su profesor el adolescente supo que todo eso que estaba aprendiendo podía tener además una veta artística. “Primero no me gustaba mucho la soldadura, después descubrí que era lo mío. Fue gracias al profe Mauro y a lo que él hacía que me di cuenta que puede ser algo re bonito también”, reconoce hoy.
Ulises González Osterrith junto a su profesor, Mauro de Giuseppe. Foto: gentileza.
“La escultura de oro”
“Un día estaba en mi casa y se me prendió la lamparita. Le mandé un dibujo al profe con -más o menos- lo que quería hacer y se re copó y me dijo que sí. Así fue surgiendo la escultura de oro”, bromea Ulises con la complicidad de su docente.
Entonces algo cambió: además de estructuras de metal funcionales, puertas, ventanas, rejas o canastos de basura, el taller de soldadura le iba a enseñar a esculpir (y con ello, a permitirse soñar). Ese primer boceto tomó forma y el alumno vio capitalizado allí todo su esfuerzo.
De Giuseppe lo animó así a participar en los Juegos Bonaerenses, torneos que pasan por varias instancias. En las primeras, el joven debió enfrentarse en la competencia incluso con su hermano mellizo y con amigos de su curso. Una a una pasó todas las etapas con su creación. ¿Fue difícil avanzar sin ellos? “Somos todos uno, el progreso de uno es progreso de todos”, asegura él.
La final era en Mar del Plata. Eso presentó un nuevo desafío: era su primer viaje sin su familia, en una ciudad para él desconocida y, si bien viaje, alojamiento y comida estaban cubiertos, dudaba si podría contar con algo de dinero para sus gastos personales.
Ulises González Osterrith posa junto a su obra, «la escultura de oro». Foto: gentileza.
Desde la escuela -tanto el personal docente como sus compañeros- lo alentaron a seguir. Su familia, en tanto, consiguió con los trabajos que obtuvieron por aquellos días, una pequeña suma para que Ulises llevara y emprendiera la parte final de su aventura.
“Por dentro estaba confiado, pero al mismo tiempo tenía mucha vergüenza, porque no conocía a nadie. Yo pensé que por lo menos uno de los chicos iba a pasar conmigo. Y nada, me terminé yendo solo”, recuerda González Osterrith.
Finalmente, llegó su categoría y el primer puesto tenía nombre y apellido: Ulises González Osterrith. Volvió con su medalla de oro, pero la experiencia le dio mucho más que una distinción: “Me di cuenta que no puedo empezar algo y dejarlo a la mitad, que si me propongo algo lo puedo hacer”.
Sobre la firma
Guadalupe Rivero
Redactora de las secciones Familias y Relaciones. [email protected]
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