La directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, destacó los cambios en política económica de la Argentina y elogió los resultados obtenidos en el primer año de gestión del presidente Javier Milei, que con sus reformas y su convicción de hacer un ajuste fiscal equivalente a 5 puntos del Producto Interno Bruto (PIB) para terminar con la inflación convirtió a su programa en «uno de los casos más impresionantes de la historia reciente«.
Las declaraciones de la búlgara fueron hechas frente a periodistas en la sede del organismo en Washington, Estados Unidos. «El caso más impresionante en la historia reciente es Argentina, donde los efectos han sido profundos, con la implantación de un sólido programa de estabilización y crecimiento«, subrayó Georgieva.
Las autoridades argentinas se encuentran negociando desde hace meses un nuevo acuerdo con el FMI para que la institución otorgue entre 11.000 y 13.000 millones de dólares nuevos -«frescos»- y que el país pueda refinanciar los US$ 44.000 millones de vencimientos del préstamo tomado en 2018 bajo el gobierno de Mauricio Macri y renegociado en 2022 por Alberto Fernández.
Sobre este último programa los técnicos del Fondo (el «Staff«) emitieron el viernes a la noche un documento de evaluación ex-post en el que hubo una crítica al ex presidente Fernández, la ex vicepresidenta Cristina Kirchner y el ex ministro de Economía Sergio Massa por el poco compromiso («apropiación») con lo firmado y los constantes desvíos de las metas, que condujeron a un aumento de la inflación.
Las sugerencias del FMI a Javier Milei
En ese mismo informe, los técnicos del organismo plantearon sugerencias para fortalecer la economía argentina. Allí insistieron con que el Gobierno debe ponerle fin al cepo al dólar: liberar las restricciones cambiarias y unificar el tipo de cambio -lo que posiblemente llevaría a una devaluación del peso- para que al Banco Central (BCRA) le sea más fácil la acumulación de divisas en sus reservas internacionales.
Solo así será más sostenible en el largo plazo la deuda y la Argentina podrá en los próximos años cumplir con los millonarios compromisos que acumuló con el propio FMI y con los acreedores privados, principalmente entre 2016 y 2019.
Una mayor «flexibilidad cambiaria» permitiría mayor cantidad de exportaciones, menor volumen de importaciones (por ende mayor superávit comercial, que le permita comprar dólares al BCRA), más ingresos de divisas por turismo y otros servicios y menos gasto de los argentinos en el exterior.
Además, los técnicos del organismo consideran que las autoridades argentinas deben garantizar que las tasas de interés deben ser positivas en términos reales (ganarle a la inflación) para hacer más atractivas las inversiones en pesos y fortalecer la demanda monetaria.
E indican que hace falta una «mejora de la progresividad» del impuesto a las ganancias que se les cobra a los trabajadores, la reducción de los subsidios a la energía y el transporte, mejorar la «sostenibilidad del sistema de pensiones» (una reforma jubilatoria), y la masa de salarios públicos, «reducir la naturaleza distorsionante y la complejidad del sistema tributario» (una reforma impositiva) y «mejorar la flexibilidad en las relaciones fiscales con las provincias».
El fracaso del programa con el kirchnerismo
Dentro de la revisión del programa que firmaron Fernández y el ex ministro de Economía Martín Guzmán y que continuó su sucesor Massa, el Staff del FMI planteó que «la Argentina no estableció un ajuste acorde con la escala de la crisis fiscal del país y los problemas de balanza de pagos».
«La combinación de una estrategia de reforma gradualista en un país con un acceso severamente limitado a los mercados financieros, grandes shocks adversos y una implementación de políticas progresivamente más débil» dio como resultado que el país no alcanzara las metas previstas en el programa.
Las autoridades argentinas, en respuesta, coincidieron a grandes rasgos con la revisión técnica pero aseguraron que su programa salvó decididamente al país de la hiperinflación a la que se dirigía con las políticas del kirchnerismo, y que no fue solo por una estrategia de ajuste fiscal con superávit financiero como resultado, sino también por la combinación de ajuste monetario (con emisión cero) y de usar al dólar como ancla contra los precios, con una devaluación del 2% mensual del peso que quedó muy por detrás de la inflación.