A diez años de la muerte del fiscal federal Alberto Nisman, sus hijas, Iara, de 25 años, y Kala, de 18, hablaron por primera vez de la muerte de su padre y de la causa, considerada un homicidio por la Cámara Federal, derivada en múltiples expendientes que plantean una serie de irregularidades e hipótesis contrapuestas acerca de lo sucedido aquella madrugada del 18 de enero de 2015.
“Nunca nadie de nuestra familia dudó que haya sido otra cosa que un asesinato”, señaló la menor de las dos jóvenes en una entrevista de streaming.
“Yo sabía de las amenazas. Me acuerdo el primer día que fui consciente, un verano en 2013 que estabamos en Brasil con mi papá y Kala. Yo empezaba a tener redes sociales y hablábamos de Twitter y mi papá me dijo: “No busques mi nombre”, y fui y lo hice. Vi una nota que decía: ‘Amenazan de muerte a las hijas de Nisman”, admitió Iara, en diálogo con Luzu Tv, sobre la vida que rodeaba al fiscal que llevaba adelante la investigación por el atentado de la AMIA.
La hija mayor de Nisman se refirió también al viaje a Londres que hizo junto a su padre, el cual se vio interrumpido tras precipitarse el regreso del fiscal a Buenos Aires, motivado por la denuncia judicial que presentó contra la por entonces presidenta Cristina Kirchner, acusada de encubrimiento en el caso AMIA. “Todo el viaje estuvo este tema. Tenía 15 años, pero ya me contaba desde hace unos meses de esta denuncia, de la investigación y de las cosas que iba descubriendo”, relató la joven.
“Mis recuerdos son pasear por Londres y hablar este tema, hacerle preguntas”, agregó. “Yo ya entendía lo que pasaba. Un día antes de ir al próximo destino él se larga a llorar y me dijo que nos volvíamos a Buenos Aires juntos, que se había adelantado la denuncia y el momento en que la tenía que presentar”, aclaró Iara.
“Cuando me hablaba de la denuncia estaba orgulloso, me lo explicaba y volvía a explicar. Esos días le mandó un mensaje de difusion a sus contactos y me pidio que lo ayude a hacerlo, a hacer esa placa”, destacó. Y tras ello aseguró: “A mí me surgió entenderlo, abrazarlo, en ningún momento me lo cuestioné. Mi preocupación era que mi mamá no sabía que me estaba volviendo a Buenos Aires y que eso iba a ser un problema”.
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