El 1° de diciembre pasado ocurrió lo que se sabía desde hacía dos o tres años atrás. Tal vez más: que el final de la carrera de Juan Martín del Potro era irreversible. El tandilense, un fuera de serie con el servicio, la derecha, que logró el US Open siendo un joven en pleno ascenso y la Copa Davis siendo un señor tenista, no podía más. Con el cuerpo y con el alma. Se retiró entre lágrimas frente a Novak Djokovic, la leyenda, ante unos 14.000 hinchas en un estadio argentino que despierta pasiones. Tiene “solo” 36 años.
Nole, por ejemplo, suma 37. La Pantera Monfils, que vuelve a enamorar a todos con sus destrezas, alcanza los 38: el serbio y el francés llegaron a la segunda semana del Abierto de Australia. Si no hubiera sido por sus muñecas y sus rodillas (entre tantas otras emergencias físicas), Delpo podría estar hoy instalado lógicamente en los octavos de final del primer grande de la temporada. Es una hipótesis, sostenida por el recuerdo de su potencia y la admiración de los más grandes.
“Quiero que sepan que no estoy triste. Estoy emocionado, para mí esta noche es superespecial. Hicimos todo un esfuerzo muy grande, así que gracias de corazón, me han acompañado toda mi carrera en cualquier lado, en cualquier horario, y eso es importante cuando jugamos contra grandes campeones como Nole. El cariño de ustedes siempre me llenó el alma. Les agradezco de corazón”, expuso, aquella noche en el Parque Roca.
Y se quebró, definitivamente. “Aunque llore, les prometo que me voy feliz. Sepan que no estoy nada triste. Termino la carrera de la mejor manera. Muchísimas gracias por todos estos años. Hasta pronto”, sostuvo. Aunque la etapa de la Legión había quedado demasiado atrás, fue el verdadero punto final de una etapa en el tenis argentino.
Hubo, en estos años, jugadores de primera. Vale la muestra con uno solo: Diego Schwartzman llegó a ser número 8° mundial a pesar de medir un metro 70, con una muñeca que durante largos años fue una delicia. Ahora, mientras también empieza a despedirse, se confirma la tendencia: el tenis argentino, con cracks en casi todos los tiempos de la historia, atraviesa ahora un período de transición. Los jugadores (la mayoría, muy buenos), nutren la segunda línea mundial. Alcanzar la segunda semana en un torneo grande se parece más a una ilusión que a una certeza, más allá de la próxima temporada de polvo de ladrillo, escenario en el que siempre hay que esperar algo más.
¿Puede alcanzar el top ten alguno de los que andan dando vueltas por el mundo? No habría que descartarlo. Casi todos tienen clase, cabeza y hambre de competencia. Pero en tiempos en los que los más grandes ya no están o se van despidiendo (ver jugar a Nole, a esta altura, resulta conmovedor), entre jugadores en su mayoría terrenales (Sinner y Alcaraz se ofrecen como excepción), los argentinos dan pelea en el segundo escalafón mundial. Una digna realidad, pero que en el afán competitivo al límite del argentino promedio a veces parece tener gusto a poco.
La derrota de Francisco Cerúndulo (31 en el ranking mundial), el último invitado al festín de singles, en la tercera rueda del certamen y ante un top ten, sigue en esa misma sintonía. No jugó nada mal, pero su adversario fue superior en los momentos en los que hay que mantener la cabeza fría y el corazón caliente.
El australiano Alex De Miñaur (8) acabó con el último tenista argentino en el cuadro, el porteño instalado en el puesto 31° en el ranking, luego imponerse por 5-7, 7-6 (3), 6-3 y 6-3 en la tercera rueda de Australia. “Uno pone mucho trabajo en la pretemporada y aquí es donde se ven los resultados. Estoy extremadamente feliz”, comentó un De Miñaur que luchó durante tres horas y 52 minutos a 30 grados de temperatura, frente a un Rod Laver Arena abarrotaoa de afición local. El calor, el público y el escurridizo rival fueron tres rivales para El Pistolero.
Cerúndolo no pudo superar su mejor registro en el Grand Slam oceánico, después de dejar escapar una importante ventaja de set y rotura a favor en el segundo parcial (estaba 6-5 con el australiano al saque 15-30), de allí en más no soportó el vendaval. De Miñaur se convirtió en el vigésimo australiano en alcanzar la cuarta ronda a orillas del río Yarra y se enfrentará en la siguiente instancia con el estadounidense Alex Michelsen, de 20 años.
Un par de días antes, quedó en el camino Tomás Etcheverry (38° del mundo), otro intérprete con argumentos de esta era. El “mejor” es Sebastián Báez, en el puesto 28, que perdió en la primera etapa y a quien suele costarle progresar en las superficies rápidas. Todos son observados por la lupa de Javier Frana, el nuevo conductor del equipo argentino de Copa Davis.
Cerúndolo, Etcheverry y Mariano Navone (47° y citado por primera vez) serán los jugadores que viajarán a Noruega para medirse con Casper Ruud (6°) y compañía, el 30 y 31 de este mes, en el Fjellhamar Arena (superficie dura, bajo techo, en las afueras de Oslo, con temperaturas bajo cero), por los Qualifiers de la Davis. A remarla y desde abajo, una vez más.