Los mercados siempre intentan anticipar eventos futuros y muestran un gran desconcierto con respecto a cuáles serán las políticas económicas que implementará el presidente electo Donald Trump. Sus anuncios de campaña fueron claramente contradictorios y se desconoce si sus amenazas forman parte de una estrategia negociadora, o realmente piensa implementarlas.
En el campo económico sus propuestas se centran en las políticas comercial, monetaria, cambiaria y fiscal, y en el campo geopolítico la relación de estas políticas con su confrontación con China, y otras propuestas inesperadas que causaron desconcierto.
Al igual que en su primer mandato, las propuestas más llamativas se centran en la política comercial externa, la que combina tanto preconceptos como una clara intencionalidad geopolítica. Basado en la idea de que el mundo se aprovecha comercialmente de los Estados Unidos, que el dólar está demasiado apreciado, que los impuestos sobre el comercio exterior lo pagan los extranjeros y que el proteccionismo es bueno para el crecimiento (lo contrario de todo lo argumentado por los Estados Unidos en los últimos 80 años), propone imponer aranceles elevados a China, Canadá, México y otros países, devaluar el dólar e imponer sanciones a otros países que devalúen, y crear un “External Revenue Service” (que ya existía en 1789).
En materia de política monetaria propuso limitar la independencia de la Reserva Federal y aplicar tasas nominales de interés negativas, para contrarrestar la “injusta” competencia de Alemania, Japón y Suiza, y en materia fiscal reiteró su propuesta de baja de impuestos. Adicionalmente propuso la expulsión de los inmigrantes ilegales.
Resulta paradójico proponer la suba de aranceles en un país cuya revolución se inició por la suba de impuestos a la importación de té. Por otro lado, los supuestos “beneficios” del proteccionismo ya fueron intensamente analizados en los debates de las llamadas Leyes de cereales, en el Reino Unido a partir de 1839.
Estos debates pusieron fin a los aranceles a la importación de cereales vigentes desde 1815 que tenían el objetivo de proteger a los terratenientes ingleses, a costa de los asalariados y de los productores de manufacturas.
La suba de aranceles debería incrementar el precio de los productos importados, favoreciendo la producción local de esos productos, pero a costa de los salarios y de la competitividad de los sectores exportadores; al mismo tiempo, es esperable de que los países afectados reaccionarán también elevando sus aranceles.
La balanza comercial de los Estados Unidos fue relativamente equilibrada desde fines de la segunda guerra mundial hasta la primera crisis petrolera (1973). A partir de allí registra déficits en forma ininterrumpida. En términos absolutos el mayor déficit se registró en 2022, y en 2006 en su relación con el PBI.
La cuenta corriente (que incluye los servicios reales y financieros, y que refleja las diferencias entre los ingresos y los gastos de un país) registró déficits casi ininterrumpidos desde 1982, acumulando un desequilibrio superior a 16 billones de dólares. Estos déficits son el resultado de un nivel de gastos (en particular del sector público), que excede los ingresos y solo serán eliminados cuando se equilibren las cuentas públicas y privadas.
El mayor déficit nominal se registró en 2022 (más de 1 billón de dólares), mientras que el mayor déficit en relación al PBI se registró en 2006 (5,9%). En 2006 los gastos del sector público excedieron a sus ingresos en un monto equivalente al 2% del PBI, mientras que en el sector privado el desequilibrio fue cercano al 3,9%. En 2024 el déficit fiscal superó el 7,6% del PBI mientras que el sector privado mostró un saldo positivo equivalente al 4,4% del PBI.
En este contexto es importante enfatizar dos factores: a) todos los países muestran saldos negativos con algunos países y positivos con otros; b) al no existir una moneda internacional el mundo utiliza mayoritariamente al dólar como moneda de reserva, y para acumularlos los países deben entregar bienes y servicios a cambios de papelitos. Pretender tener saldos positivos con todos los países es imposible, y los Estados Unidos se benefician en forma significativa al emitir la principal moneda de reserva.
Del mismo modo, la repatriación de los inmigrantes ilegales afectará el mercado laboral, lo que se reflejará en subas de salarios y de precios.
La pretensión de tasas de interés nominales negativas es también intrigante. Los países que las tienen muestran importantes superávits privados y bajos déficits fiscales, por lo que no tienen hacia donde canalizar esos ahorros. Estados Unidos tiene una tasa de ahorro privada muy baja y un déficit fiscal elevado, lo que requiere de financiamiento externo para hacerlo posible.
Con independencia de estas inconsistencias, lo importante es cómo reaccionaron los mercados: subas en las tasas de interés, apreciación del dólar y declaraciones de Powell ratificando la independencia de la Reserva Federal; lo contrario de algunos de los planteos de Trump.
Este comportamiento refleja la expectativa de una suba de precios que obligará a la Fed a subir su tasa de referencia. Por el bien de la economía mundial, esperemos que estas contradicciones sean solo el reflejo de una estrategia negociadora.
Ricardo Arriazu es economista.
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Ricardo Arriazu
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