En medio de las tribulaciones cotidianas (retenciones, costos, precios, sequía), vale levantar la mira. Para que el futuro no nos agarre distraídos.
Y el futuro ya llegó. Me lo hizo notar esta semana el amigo Héctor Mario Eyherabide, cabañero de Trenque Lauquen, con quien tengo más de 30 años de prolífica amistad. Fue presidente de la Shorthorn, que el año pasado celebró los 200 años de la llegada al país de Tarquino, el toro fundador de la ganadería moderna en la Argentina y el nuevo mundo.
Héctor Mario me llamó desde Estados Unidos, adonde había ido acompañado por sus hijos Francisco y Fermín a visitar a Lee Leachman, seguramente el más importante e innovador ganadero del mundo. Está ahora involucrado en un mega proyecto de “Dairy for Beef”: producir carne a partir de vacas lecheras.
La cosa es así. Estados Unidos está achicando su rodeo de cría. Tiene hoy el stock más bajo en 73 años. Por eso los terneros valen fortuna (4 dólares el kilo), sufren los recriadores, los feedlots, y los frigoríficos. Múltiples factores explican esta situación. El principal es el clima seco. Los grandes rodeos se concentran en zonas semiáridas, donde el calor y la falta de lluvias se ensañaron con los 30 millones de vientres que pastan en sus míticas praderas.
Leachman “la vio”. Hay 9 millones de vacas lecheras, la mayor parte Holstein, pero también unas 300.000 Jersey. Que tienen que parir todos los años para renovar la lactancia. Lo que le interesa al tambero son las hembras, necesarias para mantener el rodeo en producción y más todavía cuando quiere expandirlo. Esto motorizó la tecnología del semen sexado. Ahora le alcanza con preñar el 25% de las vacas con semen hembra. Por supuesto, elige las mejores, así que le sobra el 75% del rodeo.
Ahí vio la oportunidad. Los machos Holstein (Holando Argentina aquí) no tienen buena fama de calidad. “Cuestión de camiseta”, dijimos alguna vez, porque su carne es excelente. Pero hacía falta otra cosa. Leachman creó una raza ideal para cruzar esas vacas remanentes y producir novillos de alta calidad carnicera. La llamó “Stabilizer”.
Creó una empresa (Urus) integrando un sistema imponente: distribución de semen Stabilizer, contrato con tamberos a los que les compran los terneros de 48 horas, guacheras colectivas y un feedlot impresionante en Nebraska, totalmente pavimentado, con biodigestor para valorizar los efluentes. Los terneros viajan más de mil millas, desde los Estados lecheros. Primero a las guacheras y de allí al feedlot de terminación.
“Nunca ví esto –exclama por el celular Hector Mario, excitado–: novillos cruza Jersey, negros, que pesan 550 kilos y se llevan a más de 600. Comederos con balanza, miden todo: conversión, ganancia diaria, marmoleo, hasta metano”. El 50% sale con calidad Premium y el 40% Choice, lo que significa un premio de 200 dólares por novillos gordo”. Leachman participa con un 15% de ese premio.
Héctor Mario, apasionado del Shorthorn, ya está pensando “afuera de la caja”. Cree que podría hacerse algo parecido a lo de Stabilizer, pero con semen Shorthorn. En particular, está pensando en vacas Jersey: cree que darían novillos como los de Stabilizer y las hembras podrían dar lugar a un rodeo cruza muy interesante, con vientres de 400/430 kilos, de alta producción lechera. “Podrías destetar terneros de 270 kilos, pero además con una carga mucho mayor por los menores requerimientos de estas madres”. Por supuesto, hay desafíos e incógnitas. Pero un camino de mil millas se inicia con un primer paso.
En la Argentina el semen sexado está generando la misma posibilidad que en los Estados Unidos. Hay un millón y medio de lecheras. Un millón es el mercado potencial para esta saga. Existen también varios tambos importantes que ordeñan Jersey. Los tamberos no se interesan en general por la producción de carne, se deshacen de los machos lo antes posible. Eyherabide piensa que están dadas las condiciones para coordinar acciones, aprovechando la tecnología. Y generando oportunidades también para pequeños productores, que podrían manejar altas cargas en pocas hectáreas, seguramente con rentabilidad superior a la de la agricultura.
Eyherabide tiene sus pergaminos. Más allá de sus años de cabañero, es quien tuvo la idea, hace treinta años, de pedir que se le asignara algo de cuota Hilton a los criadores Shorthorn. El estaba vendiendo carne en Inglaterra. El entonces secretario de Agricultura le concedió 50 toneladas (de las 28.000). Enseguida, se amplió la cosa para todas las asociaciones de criadores y grupos de ganaderos.
Más tarde, Héctor Mario abrió el mercado de los EEUU para sus reproductores Shorthorn. Como no se podía entrar directo desde la Argentina, envió embriones a Canadá y los implantaron sobre vacas receptoras. Las piezas nacidas allá sí podrían entrar en los EEUU. La cuestión es que hoy hay Shorthorn de genética argentina en algunas cabañas líderes.
Veremos qué pasa. Huir hacia delante ha sido una fórmula ganadora. Ya sé: el Estado se quedó hasta ahora con la torta. Un dislate total. Pero aquí estamos, todavía vivitos y coleando. Se aproximan tiempos mejores. Que nos agarre con el cucharón en la mano.