LONDRES.- El iceberg más grande del mundo, conocido como A23a, está avanzando hacia una remota isla en el Océano Atlántico, lo que podría poner en peligro a pingüinos y focas que habitan en la zona.
Este gigantesco bloque de hielo, que se formó en 1986 tras desprenderse de la plataforma de hielo Filchner en la Antártida, está ahora a unos 280 kilómetros de Georgia del Sur, un territorio cuya soberanía la Argentina le disputa a Gran Bretaña, conocido por su rica vida silvestre.
A23a estuvo atrapado durante años en el fondo del mar y en un vórtice oceánico, pero finalmente se liberó en diciembre de 2024. Desde entonces, las aguas más cálidas del Atlántico sur han comenzado a debilitar sus acantilados de hasta 400 metros de altura, lo que lo está llevando a desintegrarse poco a poco.
Aunque originalmente tenía una superficie de 3900 kilómetros cuadrados, actualmente ha reducido su tamaño a unos 3500, algo más grande que el partido de General Alvear en la provincia de Buenos Aires.
Los grandes bloques de hielo que se desprenden de A23a están hundiéndose en las aguas circundantes. Existe la posibilidad de que el iceberg se rompa en enormes fragmentos, que podrían quedar flotando durante años alrededor de Georgia del Sur como si fueran “ciudades de hielo”.
Esto ya ha ocurrido antes. En 2004, otro iceberg gigante llamado A38 encalló en esta área, bloqueando el acceso de pingüinos y focas a sus zonas de alimentación y causando la muerte de muchos de ellos.
Las islas Georgias del Sur, junto con las Sandwich del Sur, son parte de los territorios del Atlántico disputados por la Argentina a Gran Bretaña junto a las Islas Malvinas, por las que ambos países se enfrentaron en una guerra en 1982.
“El callejón de los icebergs”
Georgia del Sur alberga importantes colonias de pingüinos rey y millones de focas peleteras y elefantes marinos.
“Georgia del Sur está en el callejón de los icebergs, por lo que se esperan impactos tanto en la pesca como en la vida silvestre. Sin embargo, ambas tienen una gran capacidad de adaptación”, según explicó a la BBC el ecologista marino Mark Belchier, quien asesora al gobierno local.
Los pescadores y marineros que operan en estas aguas también enfrentan peligros crecientes. En 2023, el iceberg A76 causó gran alarma al acercarse peligrosamente a las costas. “Algunos fragmentos parecían grandes torres de hielo, como una ciudad flotante en el horizonte”, recordó Belchier.
Los tripulantes deben estar siempre atentos, utilizando reflectores durante la noche para detectar bloques de hielo que pueden aparecer de repente. Simon Wallace, capitán del buque Pharos, describió a la BBC la situación como un “cambio de paradigma” que afectó tanto la seguridad como las operaciones en el área.
“Los icebergs son peligrosos por naturaleza. Sería muy feliz si no nos alcanzara”, agregó.
Aunque A23a no es consecuencia directa del cambio climático, ya que se desprendió hace décadas, los científicos advierten que los icebergs gigantes serán cada vez más comunes a medida que la Antártida se vuelva más inestable debido al aumento de las temperaturas del aire y el océano.
Sin embargo, este iceberg también ha ofrecido una valiosa oportunidad para la investigación. En 2023, un equipo del British Antarctic Survey, a bordo del buque Sir David Attenborough, recolectó muestras de agua derretida de A23a.
Laura Taylor, investigadora de doctorado, analizó estas muestras para estudiar el impacto del derretimiento en el ciclo del carbono del océano Austral.
“Vi una enorme pared de hielo mucho más alta que yo, hasta donde alcanzaba la vista. Tiene distintos colores en distintos lugares. Se desprendían trozos, era algo realmente magnífico”, explicó a la BBC desde su laboratorio en Cambridge, donde ahora está analizando las muestras.
“No se trata simplemente de agua como la que bebemos. Está llena de nutrientes y sustancias químicas, así como de pequeños animales como el fitoplancton congelado en su interior”, afirma Taylor.
A medida que se derrite, el iceberg libera esos elementos en el agua, cambiando la física y la química del océano.
Eso podría almacenar más carbono en las profundidades del océano, a medida que las partículas se hunden desde la superficie, lo que bloquearía de forma natural parte de las emisiones de dióxido de carbono del planeta que contribuyen al cambio climático.
Los icebergs son notoriamente impredecibles y nadie sabe exactamente qué harán a continuación. Pero pronto debería aparecer el gigante, asomándose en el horizonte de las islas, tan grande como el territorio mismo.
Agencias AP y AFP