“Hay que escribir con la esperanza entre los dientes”, dice Guillermo Saccomanno, flamante ganador del Premio Alfaguara de Novela 2025, con su título Arderá el viento, citando una frase del cineasta recientemente fallecido David Lynch. El libro es “la cuidadosa construcción de un deterioro que, aunque transcurra en un país específico, acaba por ser una metáfora distorsionada del espíritu de nuestro tiempo”.
La novela de Saccomanno se impuso sobre otros 724 originales en la XXVIII edición del premio. Autor de cuatro docenas de libros, también traducidos a otros idiomas, el autor de El sufrimiento de los seres comunes tiene un lenguaje llano, áspero y es un observador agudo de la realidad.
Seguidamente al acto de anuncio llegó algo demorada la rueda de prensa con Guillermo Saccomanno en la sede de Penguin Random House Mondadori en Buenos Aires. El encuentro con más de 80 periodistas de España y América Latina se interrumpió brevemente cuando, campechano, Saccomanno salió de escena unos minutos.
El escritor argentino dijo no creer en los géneros literarios y subrayó: “Mi novela –ya me siento Vargas Llosa hablando así– puede ser vista de muchas formas. Pero son retazos que vienen de la realidad. La realidad nos escribe en la historia en la economía, en los comportamientos. No se me ocurre nada deslumbrante. Pero sí creo que puede ser leída como una metáfora de la realidad”.
Controversia en la Feria
Hace dos años, al dar el discurso de apertura en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires avivó una controversia al poner la condición de cobrar honorarios por la invitación a inaugurar la cita más multitudinaria de la Argentina. Su discurso, áspero y sin tapujos, sorprendió a muchos, aunque la apertura de la Feria se ha caracterizado en los últimos años, aunque no exactamente el más reciente, por ser una caja de resonancia muchas veces violenta y otras, expresiva, de la enorme división entre los argentinos.
Guillermo Saccomanno. Foto: Martin Bonetto.
Antes de las preguntas de los periodistas, el presidente del jurado Juan Gabriel Vásquez señaló que la novela de Saccomanno “es poliédrica, breve pero que maneja una cantidad de evocaciones, de subgéneros muy ricos, es extremadamente rica en vivencias y con una velocidad que quiebra la cabeza. Y todo se debe a un estilo de una inmensa concentración de experiencias visuales, escandalosas, pero también desde un punto de vista político y moral. La novela es un reclamo de ciertas conversaciones acerca de la violencia en nuestras sociedades y funciona como una metáfora de lo público”.
Hablaron luego otros jurados sobre las bondades de la novela ganadora antes de comenzar con la rueda de preguntas que inició el escritor colombiano Juan Gabriel Vázquez, como presidente del jurado.
Luego, una periodista de España indagó sobre las referencias de Saccomanno a David Lynch (durante el acto de anuncio del galardón), a lo que Saccomanno respondió: “Hay dos o tres presencias que dan vueltas por ahí. Por un lado (Wiliam) Faulkner, por otro lado Sherwood Anderson, y la ambición de construir un pueblo. Por otra parte está la ambición de construir un personaje femenino que, aunque no tengo nada que ver con él, remite a Flaubert. Todo esto desde un territorio, Villa Gesell, que es un pueblo de la costa balnearia donde vivo hace más de 30 años, tiempo que cuento por libros escritos. Estoy 20 días en Gesell y luego vengo a la ciudad (ayer se encontraba en Buenos Aires). Si bien fui un bicho urbano ya no la aguanto, ni soporto el paisaje de la miseria y la locura que se vive en la ciudad comparado con un pueblo chico, que también tiene algo de infierno. No podemos hacernos los inocentes”.
En ese caso, agregó, “el pueblo es como metáfora del infierno y también de la sociedad” y aludió de inmediato a la frase de Tolstoi “describe tu aldea y serás universal”.
En cuanto a David Lynch, “a quien he admirado”, agregó Saccomanno, la cuestión de crear un pueblo en Twin Peaks fue hecha con ironía y con compasión, que es un sentimiento que debe imperar en la literatura. No hablo de la piedad, sino de comprender a través de la compasión. Lynch tiene compasión en su dramática de lo absurdo y lo surreal, que en verdad es lo subreal, donde la realidad se comprende a partir de la distorsión de la normalidad”.
Clarín le preguntó al autor de Esperar una ola con qué Saccomanno nos encontraremos en Arderá el viento, pues por un lado coincide con David Lynch en que este es un tiempo en el que “hay que escribir con la esperanza entre los dientes”, pero también ha subrayado que “escribe, como decía Karen Blixen, sin demasiada esperanza”.
El escritor respondió: “Lamentablemente con el mismo de siempre; uno trata de perfeccionar el horror. Como decía Beckett fracasa, fracasa otra vez, fracasa cada vez mejor. Los temas de un escritor son reducidos, en su mundo las obsesiones no varían. No pretendo cambiar de escenario. En mi caso se trata de encontrar una luz en la noche oscura del alma, si se quiere también esta novela puede leerse como una novela moral”.
Tras una intervención de Vásquez, el escritor galardonado habló sobre la construcción de su libro: “Paradójicamente no sé escribir novelas. Sé componer a partir de situaciones, pequeñas historias que se van entrelazando y así surge una historia más colectiva. En ese sentido hay una voz más coral. En ello repercute Onetti que descubrí a los 16 años. A la misma edad descubrí a los rusos y a Faulkner. Y los rusos también inciden porque las situaciones que trabajan en sus novelas son de abismo, de descenso, de destrucción del alma y colectiva, de desesperación. Esta sería la etiología de la novela. La trama se va construyendo de a poco”, subrayó. De acuerdo a las necesidades del relato sus personajes entran y salen, explicó Saccomanno.
En cuanto a conectar Arderá el viento con Cámara Gesell, una novela previa, Saccomanno dijo que Villa Gesell es una cantera en la que se nutre de historias y de voces, pero la diferencia está en que la novela ganadora “transcurre netamente en un invierno, pero más concentrada en una familia y sus relaciones que se van abriendo como seudópodos y permite incorporar distintos personajes».
Guillermo Saccomanno. Foto: Martin Bonetto.
«Algunos vinculados con la droga –continuó–, otro con la prostitución, otro narco, otro con la corrupción política. En fin, delicias de la vida cotidiana. De lo que se trata, como decía Truman Capote, es discernir sapos reales en jardines imaginarios y sapos imaginarios en jardines reales. En esta disyuntiva pivotea la novela todo el tiempo”.
De inmediato habló sobre la derechización de las sociedades a nivel mundial: “Las sociedades se fascistizan en los pequeños pueblos. Pensemos en el atraso de los pueblos rurales, donde la educación es deficitaria, imperan los partidos conservadores, hay caudillismo, en nuestro país hay gobiernos feudales. No hay vuelta en esto. Son pueblos donde el importante es el terrateniente o el que llegó a comprar un territorio con medios turbios. La Patagonia es un claro ejemplo con la política extractiva, pero donde las petroleras dan trabajo, a pesar de contaminar las aguas. Dar trabajo en un país con desempleo justifican estas políticas que se van derechizando”.
Saccomanno explicó que fue difícil escribir esta novela, entre enero y agosto del año último, y luego le llevó tiempo la corrección, hasta llegar a la fecha de presentación al Premio Alfaguara. Y pasó a enumerar los diferentes problemas de salud que tuvo, incluidos problemas neurológicos, hasta una mudanza en la que tuvo que desprenderse de parte de su biblioteca. Pero pasando a la mitad del vaso lleno y no vacío, dijo que escribió en las rachas de salud y no de enfermedad.
De inmediato otra pregunta política vinculada con el rol de la literatura para contrarrestar el discurso de odio de algunos gobiernos latinoamericanos tuvo esta respuesta: “La literatura no cura a nadie, en eso soy absolutamente escéptico. A veces sana, alivia. Esa es la función de la literatura. Para mi generación han sido muchos los años de autoritarismo vividos. En la Argentina hemos tenido una de las dictaduras más sangrientas del continente y sin embargo escribimos cada vez más, surgen cada vez más voces poéticas y más editoriales independientes. Parece un tsunami literario que sorprende. Pero no creo que con eso se pueda cambiar el mundo. Con las buenas intenciones no se hace buena literatura. Odio las bajadas de línea”.
Inauguración apertura de Guillermo Saccomanno lee el discurso apertura en la 46° Feria Internacional del Libro Buenos Aires Foto: Martín Bonetto.
Géneros sospechosos
“Yo provengo de géneros sospechosos”, dijo Saccomanno respondiendo otras preguntas. Y agregó que a los 15 años empezó a trabajar en una agencia de publicidad como mandadero: “Ahí hice mis primeras prácticas como creativo publicitario. Y pasé por las más importantes de mi país. Ahí aprendí que “time is money”(el tiempo es dinero), luego fui guionista de historietas para la que necesitaba velocidad. Truffaut tenía una receta infalible: Cuando uno no sabe cómo seguir una escena, pegue un cachetazo y luego siga”.
Y puesto a definir el género de su novela ganadora, si podía incluirse dentro del “neogótico latinoamericano”, Saccomanno dijo: “No creo en los géneros. Todos pueden convivir. La clasificación es cómoda para los críticos, los estudiantes y para acomodar una biblioteca. En la buena literatura confluyen distintos géneros, instintos, percepciones. Cómo se puede clasificar “Cien años de soledad”? Cuando escribo no sé qué quieren decir los géneros”.
Consultado sobre el destino de la dote del premio, pregunta que consideró “capciosa”, dijo que los escritores en general viven con poco dinero y que, como ya lo expresó en su discurso controversial en la apertura de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en 2022, está “probada la relación de la literatura con el dinero. Un escritor vende su tinta y vende su sangre” y luego con una cuota de ironía dijo que “seguirá gastando la plata en libros”.
Aquella Feria del Libro
En 2022, su discurso de inauguración en la Feria armó gran revuelo. Saccomanno repartió críticas a diestra y siniestra. No se salvó nadie. Criticó a La Rural, sede del megaevento, a la propia Feria del Libro, al oligopolio de la industria editorial, a los editores, y sobre todo dijo que su condición para aceptar el honor de inaugurar la muestra había sido cobrar estipendios: “Decir Feria implica decir comercio. Esta es una Feria de la industria, y no de la cultura aunque la misma se adjudique este rol. Cuando fui convocado a la inauguración de esta Feria experimenté sentimientos contradictorios. No creo que mencionar el dinero en una celebración comercial sea de mal gusto. ¿Acaso hay un afuera de la cultura de la plusvalía?”.
De aquel discurso, que vale la pena rescatar para conocer mejor al flamante Premio Alfaguara de Novela, extrajimos algunos datos que dicen mucho de Guillermo Saccomanno: “En los últimos treinta años, desde que me afinqué en Villa Gesell, esta “tierra elegida” como la llamábamos con mi amigo Juan Forn, escribo con una birome negra en un cuaderno de hojas lisas. Me gusta el fluir de esta escritura en silencio, una grafía que se vincula con el dibujo, y el dibujo, a su vez, me devuelve a mí mismo. Así me pregunto quién soy, y si esta ignorancia no es la que induce a la búsqueda de un sentido que a menudo se me rehúye. La escritura, conjeturo, debe saber más de mí que yo. Tal vez esta sea la razón por la que en los últimos años me dediqué a la lectura y escritura de notas sobre poesía”.