París, comienzos de la década de 1930. La joven Meret Oppenheim está en el Café de Flore con Picasso y Dora Maar. Diseñó un brazalete de metal cubierto con piel y se los muestra. “Cualquier cosa podría cubrirse con piel”, le dice el artista, socarrón. “Incluso esta taza y este plato… Así no se me enfriaría el café”, le contesta ella. Y cuando termina la bebida le pide al mozo: “Más piel, por favor”.
Así nació uno de los objetos surrealistas por excelencia: una taza, un platito y una cucharita cubiertos de piel, al que André Breton, el pope de aquella movida, bautizó Desayuno en piel (por Almuerzo en la hierba, el famoso picnic con desnudo de Manet).
¿Una mueca sarcástica? ¿Inofensiva? “Belleza convulsiva” diría Breton. De hecho, una mujer se desmayó cuando el trabajo se expuso en 1936 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa), según publicó la revista New Yorker.
Hubo escándalo, igual el museo compró la pieza y durante mucho tiempo estuvo escondida: había que pedir cita para verla.
Meret Oppenheim. «Desayuno en piel», en el MoMA. Archivo
Meret era hija de un psiquiatra fascinado por Jung. Sabía lo que hacía al combinar la tacita y los pelos. El juego entre lo suave y lo asqueroso. La alusión sexual, bastante explícita. Lo salvaje en lo cotidiano civilizado. Hoy podría leerse una denuncia polémica sobre ecología. Pero, dadas las obras que creó antes y después, ese objeto es también una crítica al machismo y a las convenciones sociales.
Meret Oppenheim. «Niñera», en la tapa de un catálogo.
Otras de las piezas celebradas de Meret es un par de zapatos de taco blancos ¿de novia?, dispuestos boca abajo, atados como un pollo y servidos en bandeja (al que tituló Niñera, porque según contó, tenía una niñera que se vestía de esa manera…) y dos zapatos con las puntas pegadas (Pareja, algo así como una forma de “inmovilizarse mutuamente”, una crítica a la dependencia).
Abejas y mariposas
No es que el surrealismo creó a Meret. Ella lo había descubierto en la casa. Registraba sus sueños desde los 14 años. Antes de viajar a París y posar desnuda para Man Ray para la serie Erotismo velado, había dibujado un «ángel estrangulador» de bebés sobre un suelo cubierto de cuerpos de madres (patas para arriba).
La Segunda Guerra Mundial casi la aplastó. Era de familia judía. Se instaló en Suiza, se casó, logró refugio y creó pocas obras pero intensas, entre ellas, Par de guantes, un par de guantes de piel de cabra sobre los que pintó árboles, ramas, venas, ríos de sangre. Recién en 1954 volvió a alquilar un taller y ya no paró hasta 1985, cuando murió.
Desde Asiento de bicicleta cubierto de abejasfuente para la ciudad de Berna, una estructura de hormigón de 8 metros de alto (que en verano florece como un monstruo de musgo y en invierno, cuando se congela, evoca a una mariposa en su crisálida), de 1983, Meret siempre apostó por transformarlo todo, incluso el tipo de obra que encaraba.
Meret Oppenheim. «Pareja». Foto: archivo
La obra de Meret mutaba al punto de que hasta la década de 1970, cuando empezaron los reconocimientos, muchos conocían el polémico Desayuno en piel pero no sabían nada sobre ella. Y eso debe ser lo único en Meret que no cambió tanto.
JS