“Les traigo la única forma de medir la belleza objetivamente”, dice una usuaria de tik tok frente a la cámara justo antes de usar un filtro. Según este método, al resultado lo arroja el software de acuerdo a la distancia entre ciertos rasgos de nuestro rostro. A partir de los estándares establecidos de modo arbitrario, cada cual puede saber, incluso con un número, qué tan bello es.
¿Necesitamos otra inseguridad para las mujeres jóvenes?
Aparecen en las redes como “test de armonía facial” y son tan usados como criticados. Lucía Aguado, la youtuber e influencer de entrenamiento físico, hizo una parodia para comparar este asunto con otras tendencias del pasado: “Necesitamos otra inseguridad para todas las mujeres jóvenes: ¿celulitis? No, eso lo hicimos en los 90 ¿Porcentaje de grasa? No ¿Acné? ¿Flacidez? No. ¿Armonía facial? ¡Es perfecto!”.
El sistema, que se trasladó a las redes sociales de forma rudimentaria, es muy parecido a un software que algunos profesionales del rubro estético sí usan para llevar a cabo un diagnóstico facial: se llama Visio y arroja los resultados de, justamente, la “armonía facial” y datos sobre el estado de la piel para luego aplicar tratamientos, entre ellos, las inyecciones.
Es que muchos de los trendings de las redes sociales han creado nuevas formas de cuestionamiento del cuerpo. Así lo expresa Rocío Presno, quien a sus 29 años tiene hechas tres cirugías estéticas –una en la nariz, otra de aumento de volumen de mamas y otra en la que modificó esta última con prótesis más grandes–, se inyecta ácido hialurónico en los labios una vez por año y toxina botulínica para alisar algunos segmentos de su rostro. “A veces me veo en un filtro con la nariz afinada y me gusta más que la imagen que veo al espejo, lo que es bastante raro porque yo ya me operé la nariz. Por eso ya no los uso, creo que te genera una imagen de vos misma que no es real y eso es peligroso”. En un artículo titulado El año de la cara de Instagram, Jia Tolentino expone la hipótesis de la aparición de “un único rostro cyborgiano” que consiste en una nariz pequeña y labios carnosos, exuberantes, fogoneados por la adaptación de los cuerpos reales a los que proponen las redes sociales. Para el texto entrevistó al maquillador de celebridades Colby Smith, quien comentó que su trabajo no es el mismo desde que comenzó la tendencia de los rellenos faciales. Los labios son lisos, sin arrugas y casi no hay que hacer demasiados trucos para lograr un contorno facial que resalte las mejillas, cuenta.
Un director de castings comentó en diálogo con LA NACION, en off, sobre lo difícil que es hacer el scouting cuando necesita mujeres para publicidades o productos audiovisuales. “En las fotos en las redes sociales funcionan mucho, pero una vez que las conocemos personalmente nos damos cuenta de que, a veces, sus rasgos son tan poco naturales que tal vez no volvemos a llamarlas. Es como si esa cara estuviera hecha exclusivamente para el ámbito donde se creó. Sale de Instagram y solo funciona en Instagram”.
Cuerpos cyborgs y la medida correcta
El documental Dona Haraway: cuentos para la supervivencia terrenal, de Fabrizio Terranova, empieza con una escena en la que la filósofa estadounidense cuenta que en una de sus clases en la universidad de Princeton comenzó a sentir “algo inquietante” a partir de una característica física de sus alumnos. “Todos tenían los dientes muy rectos. Tenían los dientes enderezados, como si todos hubieran ido al ortodoncista”, cuenta. Esa observación la llevó a a preguntarse ¿cómo sabe un profesional cuándo parar a la hora de corregir una mordida? A través del antropólogo físico, Loring Brace, descubrió que la ortodoncia se construyó en torno al “ángulo facial correcto”, que procede de la antropología racial del siglo XIX. “La mordida correcta procede de una población que nunca vivió en el planeta tierra, excepto en forma de escultura. El ángulo facial correcto es el de las estatuas de los dioses griegos”, concluye.
La investigación de Haraway es importante, fundamentalmente, en un presente en el que se metabolizaron casi por completo los cambios morfológicos para optimizar –sobre todo, pero no únicamente– la estética de los seres humanos. Y si de belleza hablamos, la forma en la que impacta en las mujeres no es la misma que en los hombres. Consultado por LA NACION, el cirujano plástico Miguel Puga (MP: 459202) , conocido en la web por realizar intervenciones en personalidades famosas de Argentina, aseguró que el 90% de quienes solicitan consultas y tratamientos son de género femenino.
Rocío, la mujer de 29 años que mencionamos más arriba contó una anécdota de sus visitas a consultorios de cirujanos. “Una vez que modifiqué todo lo que no me gustaba le hice la pregunta que nunca hay que hacer: ¿qué más me harías? El cirujano me dijo que se me marcaban los surcos nasogenianos, que son las marcas de expresión alrededor de la boca. En su momento decidí no retocarlos, pero me obsesioné con eso. Me miro al espejo y si veo que se me notan salgo corriendo a ponerme crema o masajearme la cara”, relató.
Saber cuándo empezar y cuándo parar
Si hubo una transformación en los últimos años en lo relacionado a la estética facial, fue la irrupción de los rellenos inyectables. Jorge Ricardo Wetzel (MN: 81500) , vicepresidente de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, opinó consultado por LA NACION que “desde que la toxina botulínica llegó a Argentina en 1994 se ha incursionado mucho en el tema. Se trata de una sustancia que puede paralizar los músculos que producen arrugas y marcas de expresión. Entonces empieza a tener menos indicación el lifting coronal, que tenés que cortar para estirar la frente”. Según el especialista, se trata de tratamientos complementarios, pero que finalmente no reemplazan a la cirugía.
Y si bien las cirugías mamarias –aumento, reducción y levantamiento– siguen estando a la vanguardia junto con la lipoaspiración, ambos especialistas notan un marcado ascenso en la cantidad de pacientes que eligen hacerse retoques en la cara. Lo que los llevó, también, a coincidir en una hipótesis sobre el motivo: la pandemia del Covid-19. “Me llamaban durante la época de restricción de circulación porque se veían mal en las videollamadas. Es como si se hubieran estado viendo al espejo constantemente. Es entendible, cada vez que se miraban a la pantalla pensaban ‘¿este soy yo?’. Entonces empezaron con los filtros de las redes sociales y a ver cómo se podían retocar”, explica Wetzel en consonancia con lo que también relató el Dr. Puga.
Las referencias que llevan algunas pacientes tienen que ver con caras de personalidades famosas o incluso sus propios rostros retocados con alguna aplicación. En ese sentido, ambos respondieron que la forma correcta de trabajar en esos casos es intentando explicarle al paciente las limitaciones de trabajar con referencias externas: “Yo busco la armonía, no dejarte la cara como la de un famoso. Yo tengo unos parámetros de proporción aurea, pero lo más importante es mi criterio y mi experiencia”, dijo Puga. “Se hacen cambios que tienen que ser sutiles y tienen que estar indicados. Si el paciente se pone muy ambicioso o quiere cosas que el cirujano no considera que se deba hacer, hay que saber decir que no, Esa es la parte más difícil. Yo no uso Visia ni nada de eso, tengo 35 años haciendo esto que avalan mi criterio”, coincidió Wetzel.
Efectos adversos y cuidados previos a la aguja
Con el aumento de la demanda, aumentó también la oferta. Y personas que no cuentan con el título de médico comenzaron a autopromocionarse para cubrir una necesidad que no requiere quirófano y, si bien es más barata que una cirugía, mueve mucho dinero.
En ese sentido, Wetzel explicó: “Son tratamientos mínimamente invasivos pero invasivos al fin. Los tiene que hacer un médico recibido. Los procedimientos tienen complicaciones que hay que saber manejar. Se le ha ido la mano a mucha gente. Incluso a no médicos, o con carreras afines a la medicina, pero que tienen otros títulos –kinesiólogos u odontólogos que se largaron a hacer esto–”.
Las consecuencias de una mala praxis en la aplicación pueden ser muy graves. “Si te inyecta mal, te emboliza una arteria y te quedás ciega –porque la gente piensa que esto no tiene complicaciones y de hecho hay muchas–, tenés que buscar a otro especialista para que te arregle lo que es inarreglable. No existe la medicina estética como especialidad y los médicos que sí sabemos de esto tenemos, por lo menos, 14 años de formación”, dijo.
Por último, recalcó los cuidados que hay que tener para evitar situaciones como necrosis, pérdidas de la vista o la afectación de arterias: “Lo ideal es que la sustancia que se inyecten sea removible. Eso se logra cuando también contiene antídoto, una enzima que se llama hialuronidasa para removerlo o modificarlo si es necesario. Hay otras que no son removibles y se están usando como bioestimulantes, ya que el cuerpo no las reconoce como propias y la piel se tensa más, pero si hay que sacarlas es necesario operar”.