Pregunta: Tengo 67 años, soy médica, he ejercido por más de 40 años, pero es probable que de aquí en adelante ya no ejerza. Sé lo que no quiero seguir haciendo, pero no sé qué quiero y puedo hacer para mantenerme activa y productiva. Desearía que mediante un profesional me ayudaran a buscar en mí herramientas y otras habilidades que me fueran útiles para hacer algo por mí y para otros seres humanos.
Hay momentos de la vida que son definidos como “bisagras”. Se trata de instancias en las cuales debemos decidir si vamos para un lado o para otro.
Ese momento puede imponerse de manera externa, como cuando terminamos el secundario y debemos elegir cómo seguir, cuando por algún motivo termina una relación laboral, en caso de mudanza a otra provincia o país, o al jubilarnos; por poner sólo algunos ejemplos.
Pero también, esta demanda puede provenir del interior: cuando no estamos conformes con la tarea que venimos desarrollando, o sentimos que lo que hacemos no es interesante y que necesitamos un cambio.
Sea por el motivo que fuera, tal como escribió la lectora a nuestro canal de Preguntas a Buena Vida, puede ocurrir que tengamos la certeza de que necesitamos un cambio, aunque no sepamos en qué dirección. Por eso, contactamos a expertos que se dedican a pensar en estas cuestiones, que nos ayudaron a echar algo de luz al respecto.
Sortear dificultades
La primera cuestión que aparece según la perspectiva de los entrevistados es la necesidad de despegarse de estereotipos que muchas veces son internalizados.
“Las formas de envejecer han cambiado y si pensamos que todas las personas mayores son iguales y les interesa lo mismo, la oferta y el abanico de roles se reduce. Esto claramente condiciona la elaboración de proyectos, en ocasiones la persona mayor piensa que ‘a esta edad’ no puede realizar tal actividad y la sociedad refuerza esta creencia limitante”, explica Natalia Ciano, doctora en Psicología especializada en Psicogerontología y en Orientación Vocacional.
Y explica que la orientación vocacional, en tanto intervención, aborda estos prejuicios y acompaña a las personas en la revisión de ciertos mandatos sobre roles esperables.
Nunca es tarde para pensar en cambiar, dicen los expertos. Foto Shutterstock.
“El mayor desafío es superar el miedo al cambio y las dudas sobre si seremos capaces de adaptarnos. Este miedo muchas veces viene de creencias limitantes como ‘soy demasiado mayor para esto’ o ‘ya debería estar cómodo en mi vida’, o el famoso ‘se supone que debería estar jubilado a mi edad’”, coincide Daniel Colombo, facilitador y master coach ejecutivo especializado en alta gerencia, profesionales y equipos de todos los niveles.
“Con una expectativa de vida que cada vez se alarga más, sobre todo si sos una persona inquieta, no hace falta jubilarse y retirarse: se puede seguir totalmente activos y aportando en el mercado laboral que quieras”, añade, sabiendo de lo que habla: él mismo dio un vuelco en su carrera a los 63 años.
Colombo explica que otro de los desafíos consiste en aceptar la incertidumbre. “El mundo ya no es estable, ni lo será. Emprender no significa tener ingresos fijos todos los meses, ya que generalmente será una apuesta constante”.
La incomodidad como oportunidad
Según él, el cambio “no solo es posible, sino que es profundamente transformador”.
“Desde los 50, y aún mayores en edad, nunca es tarde para hacer un giro en la carrera, en la vida y lo que hoy se llama ‘reinventarse’. No se empieza de cero: se empieza con un bagaje de conocimientos y experiencia que podemos poner en valor y al servicio de lo nuevo que queramos encarar”, se entusiasma.
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Para eso, se debe estar conectado con lo que a uno le sucede. En este sentido, Colombo asegura que el sentimiento de insatisfacción es “una oportunidad invaluable”.
Y propone «escuchar» esa insatisfacción «y usarla como un motor hacia lo nuevo, ya que indica que hay un rumbo para explorar justo a la vuelta del camino».
«Para mucha gente esto es símbolo de miedo, de parálisis por análisis. En realidad, cualquier transformación trae una cuota de temores, porque te sumergís en algo desconocido. Lo importante es focalizarse en el objetivo final: en cómo te vas a sentir lográndolo», recomienda.
En esta línea, Ciano asegura que “desde una perspectiva psicoanalítica, el deseo no envejece”.
“No hay ‘una receta’ para envejecer bien, pero sí podemos decir que es fundamental que las personas tengan una mirada más amorosa y compasiva sobre el envejecimiento y, sin dudas, esto es un desafio a nivel social, que cuestiona los ideales de belleza y juventud imperantes en la actualidad”, amplía.
Por eso, propone “aceptar los cambios y transformaciones que se producen en el envejecer y significar este tiempo como una oportunidad que el desarrollo científico y tecnológico nos ofrece, para poder llenar de vida estos años. Llenar de vida implica otorgar sentido a la existencia, por ello asociamos proyectos con salud y consideramos a la orientación como una intervención preventiva que promueve un envejecimiento activo y saludable”.
Cómo hacerlo
No es nada fácil para una persona grande pensar en “barajar y dar de nuevo”. Por eso, se le solicitó a los entrevistados algunos consejos.
«El deseo no envejece», asegura la doctora Natalia Ciano. Foto Shutterstock.
“Una sugerencia práctica es que la persona comience identificando sus verdaderas pasiones. Puede hacerse preguntas sencillas y transformadoras”, propone Colombo.
Y ejemplifica con algunas:
- ¿Qué es lo que quiero?
- ¿Cómo me voy a sentir consiguiendo eso que tanto quiero?
- ¿Para qué lo quiero?
- ¿Qué experiencia estoy buscando al hacer el cambio?
- ¿Cómo me voy a dar cuenta de que voy en el camino apropiado?
- ¿Qué apoyos puedo buscar para conseguir lo que quiero -personas, lecturas, videos, guías de viaje, ayuda financiera, etc.
- ¿Si algo no sale como lo esperado, qué actitud voy a tener y cómo lo voy a solucionar?
- ¿Qué aspectos internos de actitud puedo trabajar para fortalecerme por dentro y conocerme más?
Colombo también asegura que no hay que tomarse estos cambios siempre como un “todo o nada”, ni “de la noche a la mañana”.
“Mucha gente piensa que debe hacer giros radicales en sus cambios: no necesariamente; porque se puede ir paso a paso para afianzarse en lo nuevo. Por ejemplo, probar esos intereses y deseos empezando por algo pequeño: tal vez un curso, una actividad paralela, un nuevo círculo de amistades, un idioma que siempre quise dominar, o incluso un voluntariado”, ejemplifica.
El apoyo del entorno es fundamental. Foto Shutterstock.
Y destaca la importancia de “darse permiso para experimentar sin la presión de tener todas las respuestas desde el principio”. En este sentido, afirma que «el camino se aclara al andar».
«Hay que recordar que a los 50 o 60 años no se pierde nada por dar el paso hacia lo que se quiere; al contrario: se gana una nueva vida alineada con lo que realmente te hace feliz.»
Cuestiones que ayudan, dice Ciano: “interacción con pares; escuchar los intereses y expectativas de los otros; poder hablar y escuchar al grupo; el apoyo de la familia”
La cuestión financiera
Uno de los impedimentos a la hora de pensar en un cambio es la cuestión económica. “Lo ideal es hacer un cálculo de cuánto voy a necesitar para encarar la nueva etapa; se puede conseguir con un pequeño fondo de ahorro, o con el apoyo de familia, amigos y hasta hay personas que van pagando algún préstamo para alcanzar lo que se proponen”, sugiere Colombo.
El especialista reconoce que “la volatilidad de la vida que podemos tener a los 20 o a los 30”, no es la misma si somos ya más grandes y, además de trabajar, queremos cierta estabilidad.
“Es importante planificar adecuadamente y cuidar los detalles respecto al entorno y nivel de vida que queremos sostener; si quisiéramos hacer algún curso postergado, o viajar a algunos lugares para vivir nuevas experiencias. Con estrategia de vida y planificación es totalmente posible”, dice.
¿Y si no sabemos qué queremos?
Una cosa es saber qué es lo que se desea hacer, pero no animarse, y otra es saber, como la lectora, qué es lo que no queremos, pero tampoco lo que sí queremos. ¿Cómo pensar en el cambio desde la incertidumbre? En ese caso, hay implicada una búsqueda, que es personal.
Ciano explica que desde la orientación vocacional ofrecen distintos dispositivos que proponen reflexionar sobre este ciclo vital «para comprender los cambios, enfatizar las adquisiciones y no sólo las pérdidas, e identificar recursos y habilidades personales para fortalecer la autoestima en el reconocimiento de sí mismo».
Se busca, además, recuperar y capitalizar las experiencias vividas y resignificarlas para la elaboración de nuevos proyectos, así como reconocer potencialidades, fortalezas y competencias.
Colombo propone, en estos casos, hacer una búsqueda del propósito. “Un camino es escribir en un papel todo lo que no querés, y automáticamente en otra columna al lado, quedará más claro lo que sí querés”, sugiere.
“En esta última columna vas a escribir 3 pequeñas metas, sencillas y alcanzables, y los ejecutarás día tras día. En pocas semanas vas a empezar a tener más claridad de lo que querés. De tu parte se requiere disciplina y constancia”, alienta.
Algunos ejemplos
Ciano comparte la experiencia de “sujetos envejecientes” que han participado en la ciudad de La Plata de procesos específicos de orientación con modalidad grupal. Los participantes lograron elaborar proyectos y algunos comenzaron a concretarse durante el desarrollo mismo del proceso específico.
- «Trabajar en mi gabinete psicopedagógico con niños que no pude hacerlo durante mi trabajo por diversos motivos».
- «Asistir a un hogar de niños para brindar mi tiempo en una actividad que me genera satisfacción personal».
- “Formarme en danzaterapia, tangoterapia o algo referido al cuerpo”.
- “Exponer mis pinturas en alguna feria y si fuera posible venderlas”.
- «Para ser guía turística quiero hacer algún curso, el primero será de liderazgo”.
- “Estudiar jardinería y paisajismo”.
- “Estudiar aritmética y álgebra como primeras materias para seguir luego con otras que hacen a la matemática y la física”.
- «Armar un coro».
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Ludmila Moscato
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