Las caídas representan uno de los principales riesgos en adultos mayores. Son la causa más frecuente de ingreso hospitalario en esa franja etaria y la más común de muerte accidental en etapas posteriores de la vida.
Además, están estrechamente relacionadas con fracturas, incluidas las de cadera, la consiguiente pérdida de independencia, un mayor uso de la atención sanitaria, el ingreso en residencias de ancianos y una mortalidad más temprana.
Las estadísticas hablan por sí solas: después de los 50 años, una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres se quebrará a causa de la osteoporosis. En Argentina, se producen 90 fracturas de cadera por día –la consecuencia más temida- y los pronósticos indican que esa cifra se duplicará para 2050.
Hasta uno de cada cuatro de quienes la sufren muere en el transcurso de un año y aquellos que sobreviven suelen ver afectada su independencia física.
Con el aumento de la longevidad, el número de personas mayores que sufren caídas aumentará considerablemente en las próximas décadas.
En este sentido, todo lo que podamos hacer para prevenirlas, es bienvenido. De ahí la importancia de las conclusiones de una nueva investigación en base al Estudio Longitudinal Irlandés sobre el Envejecimiento (TILDA, por sus siglas en inglés) del Trinity College de Dublin, que reveló los importantes beneficios que aporta a los adultos mayores una simple tarea, siempre y cuando sea realizada con regularidad.
Con ayuda del «mejor amigo del hombre»
El estudio, publicado en la revista Journals of Gerontology, tuvo como objetivo evaluar si pasear al perro con regularidad estaba asociado con una menor probabilidad de caídas, miedo a caer y problemas de movilidad en una gran cohorte de personas mayores.
Hasta ahora, pocas investigaciones habían analizado en profundidad la posibilidad de que pasear al perro pudiera proteger contra caídas y problemas de movilidad más adelante en la vida.
Los investigadores hallaron que hacer esto al menos cuatro veces por semana, se asocia con una mejor movilidad, un menor miedo a las caídas y una menor probabilidad de sufrirlas.
El estudio
Se incluyeron datos de más de 4100 participantes de más de 60 años que paseaban a su perro más de 4 días a la semana, según ellos mismos informaron.
En tanto, el grupo de control estaba formado por participantes que no tenían perro o dueños de perros que no paseaban a sus perros regularmente.
Las caídas y el miedo a caer se evaluaron también mediante autoinforme.
A través de modelos de regresión logística, los investigadores evaluaron las asociaciones entre pasear regularmente al perro y los resultados de interés. Los hallazgos clave incluyeron:
- Movilidad mejorada: los paseadores de perros habituales completaron la prueba Timed-Up-and-Go (TUG) significativamente más rápido que los que no paseaban perros (10,3 segundos frente a 11,7 segundos de media). La TUG es una medida sensible y específica de la probabilidad de caídas entre los adultos mayores.
- Reducción de caídas: quienes paseaban a sus perros con regularidad tenían un 40% menos de probabilidades de sufrir caídas inexplicables.
- Menor miedo a caerse: los participantes que paseaban a sus perros regularmente tenían un 20% menos de probabilidades de manifestar miedo a caerse, un factor conocido en la evitación de la movilidad y la disminución de la calidad de vida.
El rol único de los perros
Además de las caídas, el aislamiento es otra de las grandes preocupaciones en esta etapa de la vida. Ambas son mejoradas al tener (y pasear) un perro, como destaca el estudio, que subraya el papel potencial de pasear perros en la promoción de la actividad física y la interacción social.
Cabe destacar que estos dos aspectos son fundamentales para mantener la independencia en la edad adulta.
También es importante enfatizar que, si bien los niveles de actividad física entre los paseadores de perros y los que no lo hacían eran en general similares, la actividad específica de pasear a un perro parece conferir beneficios únicos.
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El estudio también destaca la importancia de promover actividades que sean agradables y mejoren la salud a medida que envejecemos.
“Si bien esto puede deberse en parte a una mayor actividad física, también es probable que la mayor interacción social, compañía y propósito derivados de tener un perro también desempeñen un papel importante. Vemos lo importantes que son las mascotas en la vida de las personas mayores y, por lo tanto, es alentador ver los beneficios confirmados en este estudio”, dice Robert Briggs, geriatra consultor del St James’s Hospital y del Trinity College, y coautor del estudio.
En tanto, Eleanor Gallagher, médica especialista en medicina geriátrica y autora principal, concluye: “Nuestros hallazgos resaltan el valor de pasear al perro con regularidad como una actividad sencilla y accesible que no solo mejora la salud física sino que también tiene beneficios para el bienestar mental y la confianza entre los adultos mayores”.
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