Esta semana no fue la semana de La Libertad Avanza sino la de El Lío Avanza. Y el aporte más valioso lo hizo el propio Milei, cuando después de meter la pata en Davos quiso poner la marcha atrás con el viejo recurso de decir que no había dicho lo que dijo y terminó otra vez en la banquina.
Un argumento tan flojo que cualquiera puede saber la verdad con solo entrar en YouTube y escuchar el discurso. Si Milei se hubiese disculpado y reconocido el error, que admite en privado, la cosa habría parado allí.Pero no tiene reversa. De paso, digamos que si en Davos hubiese explicado lo bien que le va con la economía, lo habrían sacado en andas. Pero siguiendo a su ídolo Trump, se las agarró con las políticas de género, no onda Claudio María Domínguez, sino con ira, como algunos predicadores religiosos de la TV. En plan de guerra contra la cultura woke que atrasa, retrocedió cien años. El peor Milei.
Fue más trumpista que Trump: llegó mucho más allá de donde había llegado Trump. Mezcló parejas gays con adopciones y a las dos con los abusos. ¿Quién le escribe estas cosas? ¿Qué problemas tienen los que le escriben estas cosas con la homosexualidad? Mejor lo dejamos ahí, diría Neustadt. Hay más gente que busca adoptar que chicos que necesitan ser adoptados, pero a veces ocurre lo contrario, porque el 82% de las parejas heterosexuales quiere adoptar bebés de hasta dos años y sanos. Es allí donde juegan un rol clave las parejas igualitarias y monoparentales, dispuestas a adoptar grupos de hermanos o chicos con problemas de salud, que los otros no quieren. Y en cuanto a los abusos: las denuncias cantan que el 60% son cometidos por varones adultos de la familia o cercanos a la familia. Son datos.
Todos sabemos cómo siguió la pifiada que despertó de golpe a la oposición. Milei hace su agenda y la de los que están en la vereda de enfrente: fue el motor de la masiva protesta. ¿Qué precio pagará por esto? Juega a su favor que el kirchnerismo, la izquierda y fanáticos del otro lado politizan tanto las demandas de muchos que las convierten en banderas de pocos.
Entretanto, hizo tronar el escarmiento: sacudieron al jefe de los abogados del Estado, Rodolfo Barra, ex juez de la Corte y un cuadro técnico de primera línea del palo del menemismo, con el que Milei se siente a gusto. Obvio, Barra fue el último en enterarse. La pasión por el maltrato en el mileísmo no tiene límites. Hay una palabra para esto en alemán que no está en el español: schadenfreude. Quiere decir: sentir placer por la desgracia de los demás.
También echaron del partido a Ramiro Marra, uno de los que lo acompañaba a Milei desde el comienzo y era su principal figura en la Ciudad. Con los dos, la relación estaba para atrás. Barra había llegado por el ex jefe de gabinete Nicolás Posse, de los primeros en caer bajo la guillotina que él mismo había aplicado. No era considerado propio ni por la hermana Karina ni por Santiago Caputo, desde entonces los que más mandan. Quienes no quieren o quieren poco a Barra dicen que pasaba más tiempo en Punta del Este, donde tiene su domicilio desde hace años, que en la Procuración.
Pero el punto es que Barra no era del batallón Pa’ lo que guste mandar. Otra cosa donde los libertarios atrasan y mucho: aceptás todo sin chistar o te echan. Con Barra aprovecharon un dictamen, que ni siquiera firmó él sino uno de sus segundos. Detrás, hay un viejísimo curro de la casta: un convenio de Justicia con ACARA por el que el ministerio puede desde saltear licitaciones hasta pagar sueldos y sobresueldos. Lo que importa son los negocios, no las ideas.
El problema de Marra se llama Karina Milei, que es el peor problema que puede sufrir un funcionario. Karina lo tenía cruzado desde hacía tiempo y lo había corrido del bloque de legisladores porteños. De vuelta, quienes no quieren o quieren poco a Marra dicen que lo financiaba Jorge Macri. Marra es el dirigente más conocido del mileismo en la Ciudad y un cuadro fuerte para la política y con un discurso que le pegaba al kirchnerismo donde más le dolía, como lo probó en el debate con el piquetero oficialista Roberto Grabois.
Es difícil entender la estrategia electoral del mileísmo. Normalmente lo que se hace ante las elecciones es tratar de dividir a los otros y evitar que se dividan los propios. Acá es al revés: le regalan al Pro a Marra, justo en la Ciudad que es el lugar donde más pega el derrape en Davos. Milei, que fue arquero, debe haber oído el consejo del gran Alfredo Di Stéfano: no te pido que atajes las que van adentro, pero por lo menos no metas las que se van afuera.
En medio del barullo ocurrieron otras cosas. Entre ellas, una de esas que mejora la situación de la gente: punto final del sistema de intermediación para pasar de una obra social a una prepaga. Venía increíblemente desde los 90: una cabina de peaje, como las de los brokers de seguros, donde quedaba una tajada de los aportes de empleados y empresas, a cambio de nada. Una muestra: Ospoce, del personal de organismos de control. Cobraba el peaje más alto del sistema: 10,5%. Embolsaban unos $ 1.000 millones por mes. Casi todos, afiliados que iban a Swiss Medical, de Claudio Belocopitt.
¿Se acuerdan de la Celac que presidió Fernández, una mini OEA sin Estados Unidos ni Canadá? Nunca pudo generar acuerdos salvo encubrir los crímenes de los tres países que allí más pesan: Cuba, Nicaragua y Venezuela. Iba a juntarse para condenar a Trump pero Argentina y otros voltearon la reunión. Trump y su secretario Marco Rubio, seguro se interesaron mucho más por esta movida de Milei que por su cruzada fundamentalista.
La marcha multitudinaria no cambiará sus ideas pero lo hizo recular un poquito. Defenderse. La oposición también avanza con las libertades y se permitió este cartelito: “Mejor puto que facho”. Hay otra cosa más grave que reclama un cambio: la violencia y la miseria en el Conurbano, que es también la indefensión de la gente que vive a la buena de Dios. Se ve crudamente en Moreno, pero está en todas partes. Y va para peor, sin que nadie lo frene.