ROSARIO.- Antes, los capos narcos se las ingeniaban para tener teléfonos celulares dentro de las cárceles. El smartphone les garantizaba que seguían teniendo conexión con los miembros de la organización. Dictaban órdenes y recibían, muchas veces, las confirmaciones de sus pedidos, que incluían ejecuciones con sicarios. El control más estricto de los celulares derivó en que usaran los teléfonos de línea habilitados, como lo hizo durante 2021 Máximo Ariel Cantero, el líder de Los Monos. La implementación del régimen de alto riesgo en los penales federales, donde están alojados algunos los jefes de mayor peligrosidad, incrementó los controles y derivó en el aislamiento de algunos condenados, como Guille Cantero y Esteban Alvarado.
Durante los últimos meses surgió un nuevo problema. En las investigaciones judiciales, tanto federales como provinciales, empezó a traslucirse un nuevo fenómeno: varios familiares y abogados de esta selecta población carcelaria se transformaron en mensajeros. La característica del fenómeno narco de Rosario expone estas dificultades, porque la mayoría de los familiares son parte de la organización criminal, lo que se denomina como clanes.
Ante esta situación, y frente al recrudecimiento de la violencia en Rosario, donde en enero pasado se produjeron 19 homicidios, el Ministerio de Seguridad Nacional tuvo que hacer un nuevo ajuste en las condiciones de este grupo selecto de presos. A través de la resolución 153/2025 se dispuso que las visitas –que son de 60 minutos cada 15 días- de los familiares directos no pueden ser con contacto físico. Es decir, se deben realizar en lo que se denomina “locutorio”, un reducto que tiene un blíndex que separa al recluso y a la visita.
Julián Curi, subsecretario de Asuntos Penitenciarios, reveló en diálogo con LA NACION que “nueve familiares y dos abogados de presos de este régimen fueron detenidos” en los últimos meses por recibir órdenes de estos prisioneros durante las visitas.
El funcionario dijo que el miércoles pasado, a través del trabajo realizado por el Sistema Integral de Gestión de Alto Riesgo (Sigar), los agentes penitenciarios divisaron una hoja escrita por un preso de alto riesgo que se lo entregaba a su madre que lo visitaba. En ella, se impartían órdenes claras para que se sigan cometiendo delitos que desencadenen más muertes, por lo que la visitante fue retenida y quedó a disposición de la justicia, quien ordenó su detención inmediata.
Según esta nueva resolución, el Servicio Penitenciario Federal (SPF) deberá requerir a la Justicia que se informe si existe algún impedimento para autorizar las visitas de cada uno de los familiares directos solicitados por los internos incorporados en el sistema. Esta medida apunta a que se puede rechazar la visita de un familiar que esté siendo investigado en una causa judicial, aunque no tenga todavía condena.
Uno de los casos más recientes es el de Diego Gabriel Cantero, que tiene varias particularidades. Este joven de 21 años visitó 24 veces en 2024 –según los registros oficiales a los que accedió LA NACION– al líder de Los Monos, que desde abril estaba dentro del régimen de aislamiento.
Diego Gabriel Cantero figura en el DNI como hermano de Guille, pero en realidad es su primo. No está claro aún como lo anotaron en el Registro Civil de Santa Fe con ese grado de parentesco. En este clan criminal son frecuentes este tipo de descuidos.
Diego Gabriel Cantero, que canta trap y tiene un canal de YouTube con el nombre Diego Cantee, aprovechó ese error del Registro Civil y se transformó en el mensajero de su primo. Según fuentes judiciales, lo habrían elegido para esa función porque no tenía antecedentes penales y estaba fuera del radar de las investigaciones.
El músico narco fue detenido en la zona sur de Rosario el 27 de diciembre pasado por la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA). Los fiscales Adrián Spelta, Luis Schiappa Pietra y Franco Carbone lo imputaron luego como parte de una asociación ilícita que conducía la barra brava de Newell’s, en cuyo entorno se produjeron varios crímenes y amenazas. Por la información que se detectó en su teléfono, este joven trapero era quien puso, por orden del líder de Los Monos, a Alejandro Ficcadentti al mando de la hinchada Este barra fue quien tramó las amenazas contra el jugador Ángel Di María para evitar que regresara a Rosario Central.
Entre las intimidaciones que protagonizó estuvo la caja con la cabeza de un chancho con un disparo que le dejaron a la hermana del futbolista en su negocio.
Con los abogados sucedió algo similar. Son utilizados como mensajeros. Y cumplen una función que nada tiene que ver con la asistencia judicial a su defendido. Rompen los estrechos límites por presión de los narcos o por dinero. Fue el caso de Gregorio Gómez, un penalista que concurría al penal de Ezeiza a conversar con otro capo narco rosarino: Fabián Pelozo, alias Calavera, socio del narcotraficante boliviano Jorge Adalid Granier.
Gómez fue detenido en agosto pasado, acusado de coordinar el transporte de 460 kilos de cocaína desde el norte de la Argentina hacia Rosario. El cargamento fue secuestrado cerca de la ruta 11, a la altura de San Justo.
LES CORTAMOS EL JUEGO A LOS CAPOS NARCOS EN LAS CÁRCELES
Hace años que los presos de alto riesgo se creían los dueños de las cárceles. Desde sus celdas, manejaban el crimen, dando órdenes de asesinato, amenazando jueces y fiscales, extorsionando a la gente honesta. Eso se…
— Patricia Bullrich (@PatoBullrich) February 5, 2025
Según la investigación de la Procuraduría de Narcocriminalidad (Procunar), Pelozo siempre se las arregló dentro de la cárcel para tener contacto con los miembros de su banda. Pero tras los mayores controles que implementó el Ministerio de Seguridad Nacional a partir de abril contra los presos de alto perfil de los penales federales, Calavera tuvo que usar el ingenio para no perder el contacto con la organización. Usó a un abogado rosarino, que lo defendió hasta el año pasado, para que fuera el mensajero. Por su rol de abogado, podía entrar en la cárcel y tener contacto con Pelozo cualquier día.
Gómez era quien luego informaba de las directivas a los otros miembros de la banda, entre ellos, Carlos Suárez, que fue detenido el 21 de julio en Rosario, acusado de ser el que lideraba el cargamento de 460 kilos de cocaína que fue secuestrado en San Justo.
El 1º de julio pasado, cuando trasladaban el cargamento de droga, Suárez le confesó a su esposa que estaba “renervioso” y que cuando estaba así no podía comer nada, solo “tomar agüita”.
Horas después, su estado de ánimo le sugirió que algo andaba mal. Él iba adelante para detectar si la ruta estaba limpia de gendarmes. Llamó a Gómez y le dijo: “Estoy en un bar rosa, que se llama Carolina. Están a 100 metros del control. Se pueden meter en un pueblito y buscar un lugar para dormir. Metan la chata y salimos a la madrugada”.
El aviso fue en vano, porque el cargamento cayó en manos de la Gendarmería Nacional. A los veinte días fue detenido Suárez cuando estaba reunido con dos integrantes de la barra de Rosario Central, que después fueron liberados. Gómez fue detenido el 19 de agosto, acusado de conformar la asociación ilícita que lidera Pelozo, a quien había visitado en la cárcel los días 7, 15 y 20 de junio, previos al envío del cargamento de 460 kilos de cocaína. Se sospecha que el letrado recibía los detalles para “mover” la droga.
Otro abogado que también ejerció un rol que nada tenía que ver con su función, fue José Uriburu, de 40 años y presunto amigo de Gastón Tallone, el empresario ligado al puerto de Concepción del Uruguay que fue secuestrado y aún sigue desaparecido. Uriburu visitó varias veces a Guille Cantero, y se sospecha que esos encuentros sirvieron para planear el rapto de Tallone.
Uriburu, quien se hizo famoso en las redes por correr 42 kilómetros en el balcón de su departamento durante el confinamiento generado por el Covid-19, está actualmente detenido en una causa en la que están presos también el expiloto narco Gustavo Juliá y Juan Carlos Miró.