En el Museo Penitenciario de Ushuaia, que funciona en las viejas instalaciones de la legendaria “cárcel del fin del mundo”, una celda contiene un muñeco de cera que representa a Cayetano Santos Godino, más conocido como el Petiso Orejudo.
El Petiso Orejudo pasó 21 años en la cárcel de Ushuaia donde murió de una hemorragia interna el 15 de noviembre de 1944. Claro que existen otras versiones, incluso una que asegura que lo mataron otros reclusos, ya que estos lo odiaban.
Considerado como el primer asesino en serie de la Argentina, el Petiso Orejudo mató a cuatro niños, intentó asesinar a otros siete y provocó el incendio de varios edificios, todo, antes de cumplir los 16 años.
Detenido en 1912, poco después de su último homicidio, fue llevado al penal de Ushuaia en 1923.
Petiso Orejudo: El siniestro legado del primer asesino en serie de Argentina y sus infortunadas víctimas
Cayetano Godino con el lazo que usaba para estrangular a sus victimas. Foto: Clarín.
Cayetano Godino nació el 31 de octubre de 1896, en Buenos Aires, hijo de Fiore y Lucía, un matrimonio de calabreses que había llegado dos años antes al país. Su padre era alcohólico y muy violento. Solía golpear a Lucía y también a Cayetano, quien luego recibiría palizas de su hermano mayor, Antonio.
El 28 de septiembre de 1904, poco antes de cumplir los ocho años, dio con Miguel Depaola, un nene de dos años a quien llevó engañado hasta un baldío, donde lo golpeó y lo arrojó sobre un montón de espinas. A Miguel lo salvó la presencia de un policía.
Cayetano volvió al ataque meses después cuando llevó hasta un baldío a Ana Neri, de 18 meses. Allí le golpeó la cabeza con una piedra. De nuevo, el paso de un policía por el lugar evitó una muerte segura.
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Las cosas cambiaron el 29 de marzo de 1906, cuando Cayetano, entonces de nueve años, invitó a jugar a María Rosa Face, de tres años, y la llevó hasta otro baldío, donde intentó estrangularla. La enterró viva en una zanja.
La Policía se enteraría por boca del propio asesino años después. Cayetano indicó el lugar donde había enterrado a María Rosa, pero allí habían construido una casa. Nunca encontraron el cadáver, pero se sabe que aquel día, los padres habían denunciado la desaparición de la nena.
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El 9 de septiembre de 1908, Cayetano encontró jugando en la calle a Severino González Caló, de dos años. Lo llevó hasta una bodega y lo metió en una pileta para caballos, donde trató de ahogarlo. Los ruidos alertaron al dueño de la bodega que salvó al niño. Pasó una noche detenido.
Una semana después, la madre de Julio Botte, un nene de 22 meses, encontró a Cayetano en su casa, en la calle Colombres, quemándole un párpado a su hijo con la brasa de un cigarrillo. El Petiso Orejudo logró escapar.
El 6 de diciembre de 1908, a los 12 años, Cayetano volvió a ser denunciado y entregado a la Policía por su padre, y la Justicia ordenó su internación en la Colonia de Menores de Marcos Paz. Estuvo allí hasta 1911. Al salir, a los 15 años, ya era conocido como El Petiso Orejudo.
En 1923 Godino fue trasladado a la legendaria «cárcel del fin del mundo», donde murió en 1944. Foto: Clarín.
El 17 de enero de 1912, le prendió fuego a una bodega del centro porteño y escapó antes de que llegaran los bomberos. Él mismo confesaría haber cometido el hecho.
Cayetano cometió su segundo asesinato el 26 de enero de 1912, cuando llevó a Arturo Laurora, de 13 años, a una casa vacía y lo estranguló con una soga. El propio Petiso, quien pudo escapar, confesaría el crimen años después.
El 7 de marzo de 1912, le prendió fuego al vestido de Reyna Bonita Vainicoff, de cinco años. Sus padres la llevaron al Hospital de Niños, donde murió 16 días más tarde.
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El 8 de noviembre de 1912, con un engaño, hizo que Roberto Russo, de dos años, lo acompañara a un baldío e intentó estrangularlo con la soga que usaba como cinturón. Un peón los sorprendió y, de nuevo, Cayetano convenció a la Policía con otra excusa y quedó libre.
El 16 de noviembre, llevó a Carmen Ghittone, de tres años, a un baldío y la golpeó la cabeza con una piedra. Un policía lo sorprendió cuando estaba por estrangularla, pero no lo detuvo.
El 20 de noviembre, encontró en la calle a Catalina Neutelier, de cinco años e intentó llevarla hasta un baldío para matarla. La nena pidió ayuda y Cayetano la golpeó en plena calle. La intervención de un vecino lo puso a la fuga.
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El 3 de diciembre de 1912, el Petiso Orejudo se llevó a Jesualdo Giordano, de tres años, de la puerta de su casa. Le dio un caramelo y le dijo que le daría más si iba con él. Lo trasladó hasta la quinta Moreno, donde volvió a usar la soga para estrangularlo. Como seguía respirando le perforó la cabeza con un clavo oxidado.
Entonces, Cayetano cometió un error: fue al velatorio de Jesualdo, según diría después, para comprobar si todavía tenía el clavo en la cabeza. Allí, fue reconocido por el padre del niño, quien lo había visto cuando escapaba. Al día siguiente, la Policía allanó la casa de los Godino y detuvo al Petiso Orejudo. En un bolsillo del pantalón le encontraron un pedazo de la soga que había usado para matar a Jesualdo.
En noviembre de 1914, un juez lo absolvió a pesar de que había confesado los cuatro homicidios. Pero al considerarlo un peligro para la sociedad fue llevado al pabellón de alienados del Hospital de Mercedes, donde intentó matar a dos pacientes. Luego de la apelación, la Cámara dispuso su traslado a la Penitenciaría Nacional y, en 1923, al penal de Ushuaia.
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