Mañana el Gobierno hará alarde del dato de inflación (enero) más bajo desde julio de 2020. Si se tiene en cuenta que en ese momento la economía atravesaba la cuarentena con una deflación ficticia, quizá haya que retroceder a febrero de 2020 o incluso 2017 para encontrar un índice de inflación más bajo (el relevamiento de expectativas del Banco Central espera 2,3%, aunque en el Gobierno se ilusionan con una cifra cercana a 2%).
Sin embargo, la inflación no ha ocupado el tema central de las intervenciones de los funcionarios en estos días. No han siquiera paladeado ese éxito. Porque está claro que el balance de la gestión de Javier Milei no se hará en función de su mirada sobre la cuestión de género o la batalla cultural. Su gobierno enfrenta todavía el desafío de estabilizar la economía, y esa tarea está lejos de haber finalizado como por ejemplo se verá en febrero cuando la inflación suba como consecuencia del precio de la carne. Como dijo el economista Guillermo Calvo hace poco sobre el primer año del Plan Milei “el engolosamiento frente a resultados positivos es para tener cuidado”.
Como si fuera poco con todo esto, el Gobierno se metió en un lanzamiento de lleno contra todos aquellos economistas que critican un aspecto puntual de su política económica: el cambiario-monetario, diciendo que el dólar está atrasado.
Un caso de esto último sucedió con Domingo Cavallo. El ex ministro aclaró que no critica la orientación del Plan Milei ni su principal herramienta -el ajuste fiscal como ancla de la economía-, sino que su comentario de la semana pasada se centró en un aspecto técnico de la calibración del tipo de cambio de cara a las elecciones, algo que para muchos economistas no debería ser un drama sino más bien un detalle.
Pero es año de elecciones y vísperas de una negociación con el Fondo Monetario Internacional. Los nervios se acumulan y no es la primera vez que un gobierno responde con el látigo a las críticas.
El propio Cavallo solía molestarse con quienes lo atacaban por el dólar barato durante la convertibilidad en los 90. De hecho el ministro de Economía, Luis Caputo, cargó días atrás contra los economistas que fallaron en sus pronósticos (por ejemplo el propio Cavallo).
La Argentina se quedó sin noticias en el arranque de 2025 a la espera de lo del FMI y parece que una telenovela digna de LAM reemplazó a los análisis macroeconómicos. Valen los chismes y las peleas.
El mercado se adelantó tanto el año pasado que en el comienzo de este año quedó rezagado. Los índices bursátiles ETF de Brasil suben 14,6% en 2025 y en la región 13,3%. El Merval cae 10,8% en términos de CCL. El riesgo país de la Argentina en el año subió 7% y en Brasil cayó 10%.
El Gobierno en esto de no generar noticias sino peleas llegó al colmo de alentar una crítica contra economistas académicos de trayectoria (Roberto Frenkel, José María Fanelli, entre otros) a lo que Emilio Ocampo o Lucas Llach, defensores de este gobierno, han salido a defender.
“A Schumpeter no le importaba lo que pensáramos… mientras pensáramos”, contó una vez Paul Sweezy, un economista marxista alumno de Schumpeter en Harvard.
Pensar está bueno. Y más cuando la desinflación que logró el Gobierno da margen para hacerlo. Esa es su única pelea.
Sobre la firma
Ezequiel Burgo
Editor jefe de la sección Economía [email protected]
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