Sacrificio. Abnegación. Silencio. Amor incondicional. Entrega. Ya va un cuarto de siglo XXI y las palabras que se pueden asociar a la idea de maternidad son las mismas que se usaban hace 200 años. Algo no está bien.
El documental Malamadre de la directora y guionista Amparo Aguilar reflexiona sobre los mandatos en torno a la maternidad.
Acaba de ser madre de una beba hermosa y cuenta, con algo de pudor, que extrañaba su trabajo. La charla se sucede en un espacio cerrado y fuera de la vista de sus compañeros porque las madres, las buenas madres, no deberían querer otra cosa que estar junto a sus hijos. Y aunque eso sea así, no es una verdad marmórea porque el deseo es diverso y caprichoso.
Detrás de ese imaginario fue la directora y guionista Amparo Aguilar para rodar el documental Malamadre que se puede ver por Vimeo. El filme articula varias entrevistas a mujeres sobre sus experiencias como madres pero además a los hijos de la propia cineasta. El resultado de ese diálogo en dos tiempos es divertido, conmovedor y también difícil.
Cometemos errores
“En público todas somos madres excelentes y en privado estamos llenas de contradicciones. Cometemos errores, no logramos conciliar armónicamente lo que creemos que debe ser con lo que en realidad nos sale”, dice Aguilar.
Y agrega: “Malamadre busca encontrarnos con ese vínculo fundante que es la maternidad, para identificar cuáles son los mandatos que lo atraviesan, y cuáles trascienden a la madre y llegan al niño o niña”.
En ese camino, el documental explora los tensores que buscan sostener a las buenas madres, pero que terminan funcionando más como grilletes que como apoyos. La madre perfecta, la que no solo todo lo deja en pos de sus hijos, sino que además disfruta con esa anulación de su personalidad e intereses.
El documental Malamadre de la directora y guionista Amparo Aguilar reflexiona sobre los mandatos en torno a la maternidad.
“Yo no quería ser madre, quería tener un hijo”. “Cuando estaba embarazada sabía que quería tener un hijo. Ahora también. En el medio me enrosqué”. “Yo nunca tuve deseo de tener hijos, nunca tuve onda con los chicos en general, rechazaba la idea. Hasta que la tuve. Ahí sí”. La voz de las entrevistadas abre una puerta necesaria e incómoda.
Porque lo hermoso suele tener zonas oscuras. Nada es tan puro ni tan espantoso. El amor incluye la desesperación y es importante asumir eso. «Cuando en el parto me pusieron a mi hija en brazos, sentí que entraba por un tubo a una dimensión del amor inmediata y total”. “Tuve ganas de tirarlo por la ventana, y tirarme yo detrás”. Eso. Dos caras del mismo amor.
Sobre la firma
Débora Campos
Editora de la sección Cultura [email protected]
Bio completa
Mirá también
Mirá también
Elogio a la incomodidad
Mirá también
Mirá también
Inquietantes infancias online
Mirá también
Mirá también
La mirada del maestro
Newsletter Clarín
Recibí en tu email todas las noticias, coberturas, historias y análisis de la mano de nuestros periodistas especializados
QUIERO RECIBIRLO
Tags relacionados