La ciencia siempre nos hace sentir seguros. A pesar de ello, Isaac Newton solía decir que lo que conocemos es una gota, pero lo que no, es un océano. Detrás de lo certero, hay un universo por descubrir que empalaga con sus influencias el modo en que construimos personalidad y comportamiento. Para abordar todas las aristas de este poliedro, es que junto a la psicología tradicional algunos profesionales han explorado la terapia transpersonal, como una manera de innovar en los modelos clásicos. Así llega un despertar hacia la importancia del inconsciente.
Marly Kuenerz es una célebre psicóloga clínica nacida en Río de Janeiro, Brasil, en 1940, pero formada en su profesión en España. Ha combinado desde sus comienzos la educación ortodoxa con prácticas de meditación y el estudio de antiguos textos orientales.
Completó su capacitación en grupos de Gestalt, bioenergética, programación neurolingüística, al mismo tiempo que investigó fenómenos chamánicos en Brasil. A lo largo de los años, ha creado un método de tratamiento psicológico individualizado, basado en sonidos ancestrales, que libera memorias celulares, imágenes grabadas en el psiquismo y conecta a la persona con su identidad genuina.
Ha creado un método terapéutico propio denominado el juego de la atención, avalado por la Facultad de Psicología de la Universidad de Murcia que intenta llevar lo transpersonal al día a día con herramientas prácticas, sencillas y profundas que permitan disfrutar del potencial personal. “Es un método terapéutico completo –explica–, estructurado en módulos que ofrecen una revisión profunda de la historia emocional de cada uno: nacimiento, infancia y adolescencia; luego, nuestra relación con el amor y el sexo, con el dinero, la sociedad y el trabajo”.
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–A muchos puede parecerles extraño relacionar el saber académico con otros conocimientos fuera de la universidad, pero Ud. ha logrado integrarlos. ¿Qué aporta cada uno de esos saberes y por qué juntos se potencian?
–Es lógico que la universidad solo enseñe aquello que ya se ha comprobado y que corresponda a las ideas aceptadas por la ciencia. La desventaja de este enfoque es que, al no experimentar cosas novedosas, el desarrollo queda momentáneamente paralizado, hasta que existe suficiente evidencia empírica para que la universidad investigue una nueva forma de terapia. Sin embargo, lo que realmente funciona a nivel terapéutico es la experiencia, siempre que sea acompañada de una comprensión lógica de lo ocurrido. La experiencia vivida como una mera experiencia no aporta conocimiento, es solamente un evento curioso. Pero cuando la vivencia es profunda y despliega una forma nueva de ver la vida, deja de ser una experiencia y pasa a ser una revelación. A partir de ahí, la persona ha de pasar un período en el que tendrá que readaptar sus ideas, emociones y hasta el mismo cuerpo físico, al nuevo estado de consciencia. Las viejas formas ya no satisfacen y tiene que actualizar todo su sistema de creencias que, a veces, llega a demandar una dieta distinta, cuando el cuerpo requiere nuevos hábitos alimenticios. Por esta razón, al unirse la experiencia y la comprensión profunda, se producen cambios potentes en la personalidad, con repercusiones favorables en su experiencia de la vida y en su adaptación cultural y emocional. De ahí que unir las dos cosas tenga efectos tan llamativos.
–¿Qué lectura hace de las emociones en este tiempo? ¿Qué desafíos enfrentamos?
–Me parece que las emociones siempre fueron el motor de la vida. Debido a antiguas normas sociales, todavía vigentes en algunas culturas, no se solía hablar de ellas, lo que no significa que no existieran. Al mencionar tanto a las emociones actualmente, pareciera que se ha pasado por alto el hecho de que lo emocional depende en gran parte de los pensamientos y de la visión que se tenga del mundo. Si pensás que tenés recursos, tendrás emociones muy distintas al pensar que sos impotente ante una situación. El gran efecto emocional y físico que tienen los pensamientos claramente va siendo considerado hoy; parece que el hombre de la calle empieza a comprender su importancia, aunque no siempre sepa qué hacer con ello. Las emociones también siempre fueron desafiantes, porque nos pueden llevar de un extremo a otro. Parecen no estar bajo nuestro control. Sin embargo, cuando descubrís su causa y aprendés cómo proceder con esta información, podés ordenarlas a tu favor. Cada situación desafiante te obliga a buscar capacidades internas que, una vez usadas, pasan a formar parte de tu repertorio. De ahí que se deben acoger y afrontar los problemas, en lugar que huir de ellos.
–Las huellas de nuestra infancia y adolescencia son datos de valor a la hora de trabajar nuestra plena madurez. ¿Cómo detectar las marcas que nos pesan?
–Es fundamental la atención. Parar y darte cuenta de cuáles son tus reacciones que son necesarias transformar, aquellas que parecen infantiles o dónde te comportás como un adolescente. También es importante darte cuenta de las repeticiones que ocurren en tu vida. Observar cómo se reiteran los patrones familiares, con tu jefe, con tu pareja, con tus amigos. Siempre proceden de una referencia antigua, de una memoria del pasado que ha quedado agazapada en tu psiquismo.
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–Hay un momento en la adultez donde se supone que es adecuado para dejar ir aquellas marcas de la infancia. ¿Cómo soltamos estas cargas?
–Desaparecen cuando conseguimos ver acontecimientos, personas, ideas y situaciones desde una perspectiva más amplia, más allá de los pequeños rencores y aparentes injusticias que nuestra personalidad guarda con tanto celo. De ahí la importancia de tener una visión grande, transpersonal y poder ver nuestro día a día como un culebrón que nos ha tocado vivir, pero sin olvidar que es una realidad muy pequeña, inserta en otra, vasta y eterna. Aceptar es un acto de coraje, valentía y profundidad. No tiene nada que ver con conformarse o resignarse. Para poder aceptar de verdad, profundamente, para poder quedarse en paz, hay que comprender las cosas que te han pasado desde otro enfoque más amplio, desde la comprensión de una realidad completa. Podés darte cuenta de que el hecho hace parte de tu guion de vida y de que cada cosa que te pasa representa un enriquecimiento y una oportunidad de desarrollo. Nos cuesta aceptar lo que nos pasa, porque chocamos con nuestra idea de injusticia. Habrá que darse cuenta de que hay una realidad a nivel del ser humano, reducida y condicionada por el cuerpo físico; pero también hay una grande, donde las cosas caen en su lugar sin esfuerzo y con un propósito, parte de un plan mayor que muchas veces nos cuesta captar.
–Ha creado, entre otras opciones, un método de tratamiento a base de sonidos ancestrales, ¿de qué se trata?
–Muchas veces creemos haber resuelto reacciones emocionales porque ya lo vemos de otra forma, pero seguimos con el nudo en la garganta. El cuerpo es lo más denso y por ello, lo último que se modifica. Para transformar esta información celular, usamos la vibración sonora. Es un método que fui armando a lo largo de mi vida, totalmente inédito, que tiene el mérito de transformar estas huellas físicas de una manera muy delicada, placentera y armónica. Con esta técnica, la comunicación terapéutica se hace a través de símbolos, que son evocados por el propio paciente, como consecuencia de la vibración sonora. Dado que la información brota de sí mismo, el paciente jamás duda de ella. Es una técnica de una sutileza y delicadeza extremas, alcanza una profundidad enorme, ya que la vibración penetra y transforma. Para mí, es la terapia del futuro.
–¿Puede dar algunas pistas que ayuden a encontrar la esencia verdadera, esa parte de uno conectada a la verdadera existencia?
–Creo que lo primero es conocer al personaje que vive dentro tuyo. Conocés bien tu ego cuando lo ponés en función de algo mayor, cuando sus acciones no están dirigidas solo a sí mismo, sino también al grupo. Es cuando empezás a descubrir la verdadera función del ego. Cuando está bien asimilado, reconocido y aceptado es cuando se facilita el camino hacia el ser. Algo que está más allá del ego y que nunca va a ser tocado por nada que hagas o dejes de hacer, porque es una parte tuya que vive en otra realidad, en otra dimensión. Teniendo el ego a tu favor y no en contra de ti, el camino queda despejado.
–El mundo digital nos atraviesa. Nos impacta en la psiquis y en el espíritu. ¿Qué análisis hace de este efecto?
–Como todo en la vida, depende de cómo se use. Si utilizáramos el mundo digital de forma equilibrada, sería una gran ayuda, incluida la inteligencia artificial. El problema del ser humano es que todavía está en fase de construcción y se equivoca en aquello que valora, priorizando lo pasajero y cambiante de la existencia, no lo permanente. No habrá más remedio que aprender a darle al mundo virtual la parcela que se merece, sin dejarse arrastrar por esta adicción digital, tan presente hoy en día. Igualmente, habrá que poner atención e intención en no dejar que disminuya el contacto humano, de piel a piel, de ser humano a ser humano. Esto y la belleza son lo que nutre nuestra alma.