La negociación por la guerra en Ucrania empieza con la mesa inclinada. Trump acaba de arrojar un salvavidas a quien violó la ley al invadir un país soberano. Y, al hacerlo, recordó de paso al invadido que debe olvidarse de una paz justa porque inevitablemente perderá parte de su territorio.
Sólo gracias a su diálogo telefónico con Trump el miércoles, Putin ya ha conseguido una victoria diplomática. Pasó tres años en el desierto porque su invasión lo había convertido en un paria con sanciones internacionales y un pedido de arresto por crímenes de guerra de la Corte de La Haya. Zelenski, el invadido, quien en ese mismo lapso estuvo en el centro de las preferencias de Biden, fue relegado al segundo lugar en el orden de llamadas por las negociaciones que se abren. Toda una señal alarmante para el futuro de Kiev.
Con estos gestos, Trump alimenta los temores de que prepara una resolución que favorezca a Rusia. Por eso las quejas europeas de ayer. Pero el desplante a Zelenski y su cercanía al autócrata ruso se inscriben en un contexto más amplio, que apunta incluso a lo que pasa más allá de Europa.
El jefe del Pentágono, Pete Hedseth, con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en Bruselas (Xinhua)
Por lo pronto, el cambio de presidente en EE.UU. trajo un giro en su vínculo con los aliados y con sus relaciones con Rusia. La primera prueba de esta nueva realidad llegará con estas negociaciones de paz de inicio inmediato.
En muchos sentidos, Putin ya consiguió lo que quería en el arranque: la oportunidad de negociar directamente con la Casa Blanca sobre Ucrania, posiblemente por encima de Kiev y Europa, volviendo a situarse así en la mesa principal de la política internacional. Sin embargo, no está claro qué cosas está dispuesto a ceder, aunque su negativa a devolver el terreno ocupado y el rechazo a Ucrania en la OTAN adelantan con qué va a negociar.
Sugestivamente, son esas mismas condiciones las que planteó en su primer viaje a Europa el jefe del Pentágono. En resumen, Pete Hegseth dijo que es “poco realista” que Ucrania recupere sus territorios invadidos; Kiev no entrará a la OTAN; y Europa debe pensar en su propia defensa.
Todos estos puntos ya habían sido subrayados por Zelenski desde el inicio de la invasión, mientras sus tropas se enfrentaban a una situación desesperada en el campo de batalla, agobiadas por la superioridad numérica de Rusia.
El problema para Ucrania y para Europa es que Trump quiere un final rápido para esta guerra. Incluso si eso significa alterar las condiciones de seguridad históricas en el Viejo Continente, en un cambio fenomenal del equilibrio estratégico inaugurado tras la Segunda Guerra Mundial.
Son píldoras amargas para los aliados. El magnate ve la guerra como un problema de Europa que debe resolver Europa. Tiene otras prioridades, como asegurar la frontera sur de Estados Unidos, centrarse en el comercio y los aranceles o disputar a China la supremacía tecnológica y su lugar en el eje Asia-Pacífico.
Para la nueva Casa Blanca, el competidor más poderoso de Estados Unidos está en Asia, no en Europa. Por lo tanto, Trump pregunta ahora por qué el continente aún no ha asumido su propia defensa 80 años después de la derrota de los nazis.
Europa teme que Donald Trump favorezca al ruso Vladimir Putin (AP).
Este giro de Washington coloca a Europa en la necesidad existencial de revisar sus planes militares. Durante años, los europeos toleraron que Londres, siempre muy ligada a Washington, torpedeara un proyecto defensivo común. Cuando el Brexit expulsó a los británicos, otras realidades distrajeron a Europa y el debate esencial sobre la seguridad ante Rusia quedó trabado en una discusión por el presupuesto.
Aunque EE.UU. volvió a comprometerse con la OTAN, algo fundamental ha cambiado. Y esta nueva era forzará a los europeos a revisar sus preferencias por el gasto social en lugar de la defensa.
Ya en enero, el jefe de la OTAN, el holandés Mark Rutte, dijo al Parlamento de Bruselas lo que no quiere oír: “Si no hay más presupuesto militar, tomen sus cursos de ruso o vayan a Nueva Zelanda”, les advirtió. Ese es el temor de la hora: un Putin victorioso en la negociación es una amenaza a las fronteras europeas.
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Claudio Mario Aliscioni
Editor de la sección Mundo [email protected]
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