En términos de resultados, la semana que pasó fue muy buena para el Gobierno: tuvo el índice inflacionario más bajo de su gestión desde julio de 2020, logró media sanción a dos proyectos estratégicos como la suspensión de las PASO y Ficha Limpia, y logró hacer avanzar el pliego de uno de los jueces que le interesan para la Corte Suprema. Sin embargo, lejos de relajarse y celebrar, el presidente Javier Milei eligió mantener un tono agresivo y descalificatorio en el terreno público, no solo hacia sus opositores, sino también hacia aliados e incluso colaboradores cercanos a quienes no dudó en aplicar la “guillotina” ante la menor contradicción.
La lista fue larga: desde los cantantes Milo J, Lali Espósito y María Becerra, a quienes fulminó por redes por criticar su gestión o pedir ayuda para los afectados por los incendios, a los “econochantas”, “mandriles” y otros epítetos destinados a economistas que se niegan a admitir que su gobierno “es el mejor de la historia” y advierten sobre inconsistencias y debilidades del plan económico. La lista incluyó a los investigadores y exprofesores suyos del reconocido grupo de estudios económicos Cedes, por un análisis histórico que determina que su plan de estabilización se encontraría todavía en una fase no consolidada y hablar de “atraso cambiario”, un anatema para la ortodoxia fiscal que predica el presidente.
Sus colaboradores cercanos tampoco se han salvado de respuestas fulminantes ante cualquier asomo de crítica o sospecha de falta de lealtad, ante una visión presidencial que ve conspiraciones por doquier. El titular de Anses, Mariano de los Heros, fue eyectado de su cargo por animarse a insinuar una posible reforma previsional. Y el nuevo titular de Ambiente quedó en un limbo, porque antes de ser designado admitió errores del Gobierno en el manejo preventivo de los incendios forestales.
Milei admitió que su hermana Karina es quien define la salida de los funcionarios no incondicionales, utilizando la metáfora poco feliz de la guillotina.
No es una novedad el uso de términos groseros, despectivos y frase agresivas con connotaciones sexuales por parte del presidente.
En la última andanada, estos agresivos calificativos parecieran tener dos objetivos: en primer lugar, alinear verticalmente a los propios, evitando cualquier matiz personal. Por el otro, silenciar a la disidencia externa, incluso de aliados, al ser considerada cualquier crítica una “operación” motivada por oscuros intereses particulares buscan que al país “le vaya mal”.
La visión sectaria, excluyente y conspirativa que muestra el Presidente atenta contra los consensos básicos que necesita la vida democrática del país y contribuye a torpedear la eficacia de su propia gestión.