Los Estados Unidos hicieron reserva por escrito de su derecho a abandonar la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando se incorporaron en 1948, dado que no existe una cláusula de retiro; solo la condición de inactividad. Hace dos semanas efectuaron el anuncio de su salida, al que la Argentina se sumó recientemente, aunque el superlativo avance de su ciencia marca una notoria diferencia como surge del desarrollo de al menos dos vacunas eficaces que contribuyeron a apagar la última pandemia.
La OMS fue creada en 1948, después de la Segunda Guerra Mundial, para coordinar los esfuerzos internacionales en materia de salud. Estados Unidos fue miembro fundador.
La cooperación entre países y la construcción de alianzas son claves para avanzar en una agenda de seguridad global y desarrollo
Este organismo de las Naciones Unidas, integrado por 194 Estados de las seis regiones del planeta, busca poner en contacto a países, instituciones asociadas y personas a fin de gestionar políticas que preserven la seguridad, previendo emergencias y dando respuestas que sirvan a poblaciones vulnerables de modo que todo el mundo pueda alcanzar el más alto nivel posible de salud.
Como organismo rector, elabora el listado de medicamentos esenciales, clasifica internacionalmente las enfermedades, redacta el Reglamento Sanitario Internacional –en cuestionado proceso de enmiendas–, produce recomendaciones basadas en evidencia científica para la toma de decisiones y asesora en el diseño y ejecución de estrategias sanitarias, entre otros ejes centrales.
Si la OMS o alguna institución similar no existieran, habría que crearla, pues la salud es hoy un deporte de conjunto. Aun así, nadie discute que su funcionamiento debe perfeccionarse para atender mejor a la población mundial, acorde con las transformaciones globales y en un contexto cada vez más cambiante.
Es necesario involucrarse y comprometerse en la resolución de los problemas políticos y burocráticos de instituciones pensadas para el bienestar general
La salida de un Estado miembro se traduce en un aislamiento respecto del conjunto de países que contribuyen, bajo un enfoque multilateral, al bien común. La OMS ha efectuado aportes significativos al cristalizar la visión de salud para todos. La defensa de la salud como derecho y bien social ha estado siempre presente en un mundo diverso, tanto en lo cultural como en los niveles de desarrollo. No es errado pensar que la salud de un país depende de la salud en el resto de los países, y viceversa. La colaboración global es indispensable para que la parte del mundo más a la deriva reciba asistencia de quienes se la pueden procurar, y somos parte de esa realidad. Baste señalar que alrededor del 24,35% de la financiación total se destina a mejorar el acceso a servicios sanitarios esenciales de calidad; el 23,68% a la erradicación de la poliomielitis y casi el 20% a las emergencias sanitarias agudas.
La cooperación entre países y la construcción de alianzas son claves para avanzar en una agenda de seguridad global y desarrollo. A nadie escapan la inmediatez de las guerras, los grandes desplazamientos de personas entre países y dentro de una misma nación, junto con las epidemias –la gripe aviar H1N1, el ébola y la pandemia por Covid-19, por solo mencionar las más recientes – han ido acomodando la agenda de trabajo y el uso de los recursos de la OMS.
Además de plantear diferencias irreconciliables, el comunicado oficial sobre la decisión del gobierno de Javier Milei denunciaba que la OMS falló en su mayor prueba de fuego y que promovió cuarentenas eternas frente al coronavirus, subordinada a influencias políticas sin aval científico.
Nadie discute que el funcionamiento de la OMS debe ser perfeccionado para atender mejor a la población mundial, acorde con las transformaciones globales en un contexto cada vez más acelerado y desafiante
En las oficinas de Ginebra del organismo esperan que el Gobierno reconsidere la decisión. La aprobación del Congreso para dar de baja la adhesión al correspondiente tratado internacional, un proceso que demandaría un año, es una condición imprescindible.
El Gobierno argumenta que la salida de la Argentina se traducirá en una mayor flexibilidad para adoptar políticas sanitarias, con mejor disponibilidad de recursos y preservando la soberanía en materia de salud. Se aclaró que nuestro país no recibe financiamiento por parte de la OMS y que se trabaja en el Ministerio de Salud de la Nación en los informes sobre las implicancias de salir de la organización, anticipándose que serían menores.
Fernán Quirós, ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires, cuestionó la decisión argentina. Las políticas de coordinación sanitaria son indispensables en tiempos de pandemias como los que transitamos desde el año 2000, opinó, mientras aguarda la propuesta oficial de coordinación hacia adelante. “Los gérmenes no respetan fronteras, ideologías ni tipos de países”, sentenció. Adolfo Rubinstein, exministro de Salud de la gestión de Mauricio Macri, habló de un “tremendo error político y estratégico”, y mencionó las posibles dificultades para la certificación de medicamentos y vacunas desarrollados localmente a nivel internacional.
En las oficinas de Ginebra aguardan que el Gobierno reconsidere su decisión de abandonar el organismo
Admitido en 1937, nuestro país integra la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que funciona desde 1902. Sus Fondos Rotatorios Regionales contribuyen a la adquisición de vacunas, jeringas y suministros afines a precio más bajo, en alrededor de un 15%, un aporte por demás valioso que seguirá vigente junto con los acuerdos técnicos que nos benefician como país miembro y que hoy no están en duda. Sin embargo, nuestra salida de la OMS, con argumentos de dudosa seriedad y fuera de tiempo, podría afectar el funcionamiento y estabilidad de la OPS.
Hoy la salud solo puede entenderse desde una perspectiva internacional; no hay lugar para el terraplanismo sanitario. Involucrarse y comprometerse en la resolución de los problemas políticos y burocráticos de una institución como la OMS sería seguramente más útil que dejar espacios vacíos para que otros asuman los liderazgos. Que se eviten nuevos abusos y cuestionables procederes será fruto de nuevas formas de trabajo, intercambio y participación de los estados miembros, asociaciones público-privadas y de la sociedad organizada, capaces de aportar la creatividad constructiva que los escenarios políticos y financieros siguen demandando.