Los colibríes son conocidos por muchos motivos, pero definitivamente los principales son los colores de sus plumas, su delicadeza y su belleza al posarse en las plantas. Si bien es usual verlos al aire libre durante el día, mientras revolotean entre flores y consumen néctar para alimentarse, muy pocos saben qué hacen estos simpáticos animales con su vida nocturna. Aunque estas diminutas aves parecen incansables, la oscuridad marca una etapa crucial en su supervivencia: el descanso y la regulación de energía.
A diferencia de muchas aves que simplemente descansan por la noche, los colibríes entran en un estado conocido como torpor. Este mecanismo fisiológico les permite reducir drásticamente su metabolismo, disminuir su temperatura corporal hasta en un 50% y su ritmo cardíaco de más de 1,000 latidos por minuto a apenas unos cientos. Gracias a esta estrategia, pueden conservar energía y sobrevivir a las bajas temperaturas nocturnas.
El torpor es fundamental para la supervivencia de los colibríes, ya que su pequeño tamaño y elevado gasto energético durante el día los hacen vulnerables a la baja de temperaturas. Al reducir su metabolismo al mínimo, pueden pasar la noche sin necesidad de alimentarse. Así, a primera hora del día siguiente, retoman sus tareas de recolección de néctar.
Debido a lo delicado que es su proceso de descanso y lo importante que es para su supervivencia, los colibríes buscan refugios estratégicos para pasar la noche. Suelen posarse en ramas protegidas, entre hojas densas o en áreas resguardadas de depredadores y del viento. Esto lo hacen porque, durante el torpor, permanecen prácticamente inmóviles, con la cabeza recogida y las plumas esponjadas para conservar calor. A veces, incluso pueden colgarse boca abajo de una rama, lo que puede hacer pensar a las personas con poco conocimiento sobre la especie que están muertos, aunque no haya nada más alejado de la realidad.
Una vez que terminan con el periodo de descanso, la vuelta a la actividad diurna de los colibríes no es necesariamente automática, ya que salir del estado de torpor no es inmediato. Cuando la temperatura ambiental comienza a subir con el amanecer, los colibríes necesitan entre 20 y 60 minutos para reactivar su metabolismo. Durante este tiempo, empiezan a temblar para generar calor y recuperar su ritmo cardíaco normal. Una vez incorporados, su primera prioridad es alimentarse rápidamente para reponer la energía perdida.
Si bien, normalmente, todos los colibríes siguen los mismos hábitos, las hembras presentan una pequeña variación luego de la temporada de apareamiento. Para protegerse a ellas y a sus crías, estas aves dejan de dormir en ramas expuestas y construyen pequeños nidos que las resguardan. El largo proceso de anidación suele comenzar en marzo, cuando estos animales tienden a reproducirse. Luego, durante 20 o 30 días, las madres cuidan atentamente los huevos.
Por su peculiar vida nocturna, es sabido que el cambio climático y la alteración de hábitats naturales pueden afectar los ciclos de descanso de los colibríes. Las temperaturas extremas y la disminución de fuentes de néctar pueden hacer que estas adorables y pequeñas aves enfrenten mayores dificultades para sobrevivir. La conservación de su entorno es clave para garantizar que puedan seguir desempeñando su papel esencial en los ecosistemas.