Los brazos en alto y el grito de “¡vamos!” envolvieron el epílogo de una tardecita triunfal en pleno Parque Patricios. Los jugadores de Huracán, acostumbrados a los clásicos, festejaron el 2 a 0 frente a San Lorenzo con el fervor de quien recibe lo que necesita y va a buscar, justamente, en un partido importante. Sin lucir, consciente de su actuación inconsistente, terminó amparándose en la alegría fugaz por los puntos y también aliviado por sostener una racha de ocho años sin perder ante su archirrival en el Palacio Tomás Adoldo Ducó. Los goles del Globo, que terminaron con cuatro empates consecutivos en el clásico barrial más importante del mundo, los marcaron Fabio Pereyra, a los 1 del primer tiempo, y Rodrigo Cabral, a los 45 de la segunda etapa.
Necesitaba ganar para quedar a tres puntos de Estudiantes, el líder de la zona A. Lo precisaba para inyectarle confianza a su gente y reafirmar porque San Lorenzo lleva ocho años sin ganarle en el Ducó. Para avisarle a los escépticos que a pesar de su juego poco vistoso hay una idea en construcción y no piensa abandonarla. Este Huracán está mentalizado en repetir lo que hizo el torneo pasado, que peleó el título hasta el final. Es verdad, aún no luce, no tiene brillo colectivo y tampoco tiene grandes individualidades. Pero se defiende bien y va para adelante mientras puede. No tiene vergüenza de sus limitaciones. Sabe que los clásicos se ganan como sea. Y ante San Lorenzo lo dejó bien en claro: fue frío y calculador.
Contagiados por el color y el calor de las tribunas, Huracán y San Lorenzo rápidamente dejaron constancias de cómo se juegan los clásicos. Y si bien fue el visitante el primero en insinuar peligro con las corridas de Reali y Cuello, el local fue quien abrió el marcador con un cabezazo de Fabio Pareyra, a los 10 minutos, tras un centro magistralmente ejecutado de Leonardo Gil de tiro libre, en una jugada ensayada en la semana con el pizarrón de Kudelka. Ese golpe inesperado, obligó a San Lorenzo a posicionarse mejor en la mitad de la cancha y a ser más incisivo en ataque. Así estuvo dos veces a tiro del empate: primero, con un cabezazo de Cuello, que dio en palo, y después con un disparo frontal de Braida que se fue por arriba del travesaño.
Con la necesidad de revertir el resultado, San Lorenzo salió a jugar el segundo tiempo con otra actitud. Los ingresos de Cecchini y Cerutti por Baez e Irala le permitió sumar juego en la mitad de la cancha y mayor poder ofensivo. Sin embargo, más allá de algunas insinuaciones, nunca pudo quebrar el bloque defensivo de Huracán, que se replegó en muy cerca de su área y apostó a salir de contra. Sin embargo, el Ciclón nunca le encontró la vuelta al cerrojo que dispuso Kudelka y se repitió una y otra vez en ataque con los desbordes de Cerrutti y los centros a Vombergar.
Lo mejor del partido
Pero como escribió alguna vez Jorge Luis Borges, al destino le encantan las repeticiones. Entonces, San Lorenzo dejó pasar su momento, como tantas veces en este torneo, e increíblemente volvió a cederle el balón al Globo. Reali dejó ser punzante por la izquierda, Cuello se fue apagando físicamente y Russo no supo encontrar soluciones en el banco. La desesperación del Ciclón fue en aumento y los cánticos de las tribunas le contagiaron nerviosismo e imprecisiones. Y se sabe que en el fútbol perdonar no es divino.
A San Lorenzo le faltó lo que le sobró a Huracán: tranquilidad. Y un técnico inspirado, que se animó a meter mano en el momento justo para mantener la diferencia cuando se le podía complicar la ecuación en el resultado. Primero puso a Emmanuel Ojeda por Alaniz para recuperar el medio campo y después sumó a Rodrigo Cabral para mover la pelota y abrir el juego por los costados. Algo tan viejo como el fútbol mismo. Y ahí apareció Cabral, filtrándose como falso 9, para marcar el segundo, tras un pase filtrado de Ojeda. Fue la sentencia del resultado y el comienzo de un festejo que hace ocho años se repite en el Ducó.
Más allá de que esta fue la primera derrota del Ciclón en el torneo, acumula 15 partidos sin ganar en los clásicos. El último triunfo fue el 12 de abril de 2023, cuando se impuso ante Boca por 1 a 0, en el Nuevo Gasometro. Luego de esa victoria, el Ciclón jugó otro seis clásicos y todos terminaron en empate, a excepción de esta derrota con Huracán. Igualó con Racing en el Cilindro (1-1), con River en el Nuevo Gasómetro (0-0), con la Academia en condición de local (1-1), con Huracán en su casa (1-1) y con Boca (1-1), también como anfitrión.
Habrá que ver cómo Huracán usufructúa este triunfo en el futuro; si logra o no el objetivo primordial de clasificar de meterse en las instancias finales de la presente Copa de la Liga. Por lo pronto, haberle ganado el clásico a San Lorenzo de la manera que lo hizo, le sirve de gran envión anímico para fortalecer ambiciones protagónicas de un equipo pragmático y sin nombres rutilantes. Es verdad que solo se disputaron siete fechas y que el camino por recorrer es largo, pero sumar se hace primordial para ganar tranquilidad futbolística. Y si es un clásico, se disfruta mejor.