En un contexto de marcada debilidad doméstica y externa, la agrupación Hezbolá se reunió el domingo pasado para despedir a su secretario general vitalicio Hassan Nasrallah, asesinado por Israel en septiembre del año pasado.
Este domingo, 23 de febrero, en el estadio Camille Chamoun de la ciudad de Beirut, se llevó adelante el funeral del clérigo Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbolá, ejecutado en un ataque israelí en una zona densamente poblada de los suburbios de la capital libanesa. En el bombardeo murieron otras 33 personas y casi 200 resultaron heridas ¿Qué será ahora de la organización paramilitar libanesa sin su histórico líder?
Hezbolá surgió a fines de los setenta como una escisión de la Juventud del Partido Amal, en el contexto de la guerra civil libanesa y la ocupación israelí en el sur de ese país. Su aparición coincide con los tumultuosos años de la Revolución Islámica, recibiendo el influjo y el auxilio del ayatolá Ruhollah Khomeini. Hassan Nasrallah, por su parte, fue elegido secretario general de Hezbolá en 1992, año en el que la milicia participó, por primera vez, en una elección legislativa.
Desde la Cámara de Diputados, Hezbolá respaldó la presencia siria en el Líbano, con su respectiva injerencia en la defensa, las relaciones exteriores y la libertad de prensa. La salida de Israel del sur del Líbano en 2000 no fue suficiente para lograr su desarme.
En 2005, el asesinato del carismático ex primer ministro libanés Rafic Hariri derivó en la salida de Siria del país, por considerarla culpable de ese homicidio y, por otra parte, en las primeras elecciones libres. Hezbolá se adaptó rápidamente, aliándose con el general cristiano Michel Aoun y potenciando sus redes clientelares durante el gobierno del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, ampliando su base electoral.
La “victoria” en la guerra contra Israel en 2006 y sus esfuerzos por mantener al Líbano alejado del yihadismo presente en la guerra de Siria fueron factores que aumentaron su popularidad. En 2016, Michel Aoun fue elegido presidente del Líbano con el apoyo de Hezbolá.
Desde entonces, el declive de Hezbolá ha venido siguiendo un camino lento pero firme:
A nivel doméstico, su oposición a las multitudinarias manifestaciones populares derivadas de la crisis económica (2019) y la explosión en el puerto de Beirut (2020), pusieron a Hezbolá en un lugar de rechazo ante la opinión pública.
Además, su alianza local con los cristianos de Michel Aoun comenzó a mostrar signos de desgaste, al mismo tiempo que su bancada en la Cámara de Diputados perdió legisladores tras las elecciones de 2022.
Luego, el nuevo presidente libanés Joseph Aoun, elegido en enero pasado, y su primer ministro Nawaf Salam, designado algunas semanas después, se han mostrado distantes de Hezbolá y refractarios a su agenda.
A nivel regional, su principal socio, Irán, azotado por una crisis económica y social, quedó en una posición altamente vulnerable en el contexto de regionalización del conflicto con Israel, demostrando que su poder militar simplemente no está a la altura que se pensaba.
También a nivel regional y como derivación del conflicto en Gaza, las incursiones israelíes en el sur del Líbano y en los barrios de mayoría chiíta en el Líbano, que arrojaron más de cuatro mil muertos en 2024, no lograron respuestas significativas por parte de su aparato militar, que acabó claudicando frente a las autoridades libanesas. Es importante tener en cuenta que la totalidad de los diputados de Hezbolá son musulmanes chiítas.
La muerte de su secretario general vitalicio Hassan Nasrallah el 24 de septiembre del año pasado y su sucesor aparente Hashem Safieddine pocos días más tarde, ambos ejecutados por Israel, dejaron a la organización en un proceso de deliberación interna.
Algo similar sucedió con su otro socio regional, el gobierno de Bashar Al-Assad en Siria. La caída del régimen de aquel en diciembre de 2024 en manos de los islamistas que otrora combatió dejó al llamado “Partido de Dios” todavía más aislado.
Una mirada a las imágenes del funeral piden cautela a cualquier análisis apresurado. Según cifras oficiales, el estadio donde se realizaron las exequias, con capacidad para 55 mil personas, estaba colmado. En sus alrededores se habían instalado pantallas gigantes, desde las cuales la ceremonia fue seguida por otras diez mil personas. Más tarde, participaron de una marcha en memoria de los fallecidos casi un millón de personas. El vuelo rasante de los aviones de guerra israelíes no logró dispersar a los presentes.
Sin embargo, todavía lejos de la compulsa electoral que se celebrará en mayo del año próximo, parece ser un buen momento para que el gobierno libanés aborde con Hezbolá la forma de dar los primeros pasos para poder integrar sus cuadros al Ejército regular del país.
Esta situación no se dará si no se otorgan garantías de que las tropas israelíes no harán pie en el sur del Líbano una vez más. El interés del presidente estadounidense Donald Trump en la región podría derivar en una solución para estos dos países que permita una mayor estabilidad en una frontera que lleva más de cincuenta años de conflicto.
Said Chaya es Director de las licenciaturas en Ciencia Política y Relaciones Internacionales y del Núcleo de Estudios de Medio Oriente de la Universidad Austral.
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