Viajó desde Madrid, España, donde es docente y trabaja como médico, especialmente para declarar en el juicio donde se debaten las circunstancias que rodearon la muerte de Diego Armando Maradona, ocurrida el 25 de noviembre de 2020. Mario Schiter, especialista en terapia intensiva, fue uno de los facultativos que, en 2000, le salvó la vida al astro mundial de fútbol, después de una grave crisis que sufrió en Punta del Este. Fue él quien lo recibió en el aeropuerto de San Fernando cuando el Diez llegó desde Uruguay en un vuelo sanitario. Después, junto con su colega Alfredo Cahe, lo acompañó a Cuba, donde se recuperó. Hoy, como testigo, hizo una dura crítica a la decisión de la “internación domiciliaria” que se decidió después de que fuera operado de un hematoma subdural en la cabeza. Maradona fue externado de la clínica olivos el 11 de noviembre de 2020 y fue llevado a una casa que le alquilaron en el barrio privado San Andrés, en Benavídez, en Tigre, donde murió.
“Llevarlo a la casa me parecía arriesgado”, sostuvo, sin dudarlo, el testigo. Schiter, además de haber atenido a Maradona y tener una “relación médico-paciente”, fue veedor de la autopsia de Maradona por expreso pedido de Claudia Villafañe, exmujer de Maradona y madre de Dalma y Gianinna, dos de las hijas del Diez.
Si bien en 2020 ya no era el médico de Maradona, por pedido de colegas de la Clínica Olivos, donde el astro fue operado del hematoma subdural, fue al sanatorio para opinar, por su experiencia, sobre la situación del paciente.
“Conversamos sobre lo que me parecía mejor”, recordó sobre una reunión en la Clínica de Olivos, donde estaban Dalma, Gianinna y Jana Maradona, las hijas mujeres del astro, el director del centro médico, otras autoridades y “entiendo que [el neurocirujano] Leopoldo Luque”, médico personal del paciente y uno de los sospechosos que es juzgado por el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°3 de San Isidro por el delito de homicidio simple con dolo eventual.
“Conversamos sobre lo que me parecía mejor y se discutió cómo continuar. Para mí tendría que haber ido a un centro de rehabilitación, lo que llamamos un centro de tercer nivel. Entendí que Swiss Medical apoyaba mi opinión”, recordó el testigo bajo juramento de decir la verdad.
El médico contó que en esa reunión se hizo un cuarto intermedio, del que él no participó. “Después me comunicaron que se había decidido por una internación domiciliaria. Les dije que igual estaba a disposición para lo que necesitaran”, sostuvo el testigo. Recomendó acompañantes terapéuticos por su experiencia con adictos por abuso de drogas. El consejo fue aceptado, pero solo por 48 horas.
Ante preguntas de Patricio Ferrari, uno de los fiscales generales adjuntos de San Isidro a cargo de la acusación pública, el médico afirmó sin dudar: “El centro de rehabilitación era un sitio más protegido para él, llevarlo a la casa me parecía arriesgado”.
Ante otra consulta del representante del Ministerio Público Fiscal, Schiter sostuvo que no sabe por qué desoyeron su consejo. “No sé qué le plantearon a la familia. Si te dicen que le instalan el sanatorio en la casa, quizá yo hubiese aceptado”, agregó.
Y explicó que él, para una internación domiciliaria quería “lo mismo que le podían ofrecer en un centro de rehabilitación” e hizo referencia a tener enfermeros las 24 horas hasta que se pudieran prescindir de sus servicios, la atención de un médico clínico, un cardiólogo a cargo, un neurólogo, un nutricionista y un profesional especialista en salud mental, entre otras especialidades.
El fiscal Ferrari le preguntó sobre la aparatología que debía haber en una denominada “internación domiciliaria”. El testigo dijo que se debía “equipar el sitio como una unidad cardioprotegida” con desfibrilador, electroencefalograma, un saturómetro y máquinas para hacer análisis de sangre y orina.
“Hubiese replicado lo que pensaba que me brinda un centro de rehabilitación”, sostuvo el facultativo.
Noticia en desarrollo.