



El día 24 de enero del año 41 de nuestra era caía el Emperador Calígula, apuñalado por sus enemigos cuando se dirigía a desayunar después de una de sus típicas noches de excesos. Cuenta Suetonio en su obra “Vida de Calígula” que, al salir de sus aposentos, se detuvo a ver los ensayos de unos niños actores que había hecho traer del Asia menor para un festival de teatro en Roma. Cuando aprovecharon los conjurados para coserlo a puñaladas. Los capitaneaba Casio Querea, un militar de poca monta, aunque contaba con el apoyo de los équites y algunos miembros de la Guardia Pretoriana, así como de los miembros del Senado. Cuando la guardia personal del emperador escuchó los gritos, ya Calígula yacía en el suelo en un gran charco de sangre. Sin embargo, los conjurados no se detuvieron allí. Pese a que muchos fueron ejecutados, otros corrieron en busca de la esposa del emperador, Milonia Cesonia, para apuñalarla también, mientras que a su hija, Julia Drusila, le destrozaron el cráneo estrellándola contra un muro.
Esta no había sido la primera conspiración contra Calígula, lo cuentan Tácito en sus “Anales”, Flavio Josefo en “Antigüedades judías” y el mismo Suetonio en su biografía. Las fuentes describen al emperador como un joven demente, caprichoso y enfermo sexual, que mataba por diversión y que había llegado a tener relaciones incestuosas.
El nombre moderno de este castigo significa literalmente “condena a la memoria”. Es decir, condenado a no existir nunca. Se trataba de un castigo reservado para determinados personajes de la clase dirigente romana que, en el ejercicio de sus funciones y a lo largo de su vida, hubieran incurrido en graves atentados contra los principios rectores del orden social y las buenas costumbres, es por ello que los romanos borraban por completo cualquier forma de recuerdo por ser consideradas deshonrosas por el pueblo.
El proceso solía ir acompañado de la confiscación de los bienes del difunto, el destierro de su familia y la persecución y exterminio físico o moral de sus partidarios.
Hace más de 2.500 años, los griegos comenzaron a conformar su cultural social privilegiando principios que consideraban esenciales, entre ellos, sobresalían la ética y la estética. Dos conceptos del que, enriquecidos por los aportes romanos, judíos y cristianos, derivan los valores fundamentales y permanentes que constituyen la civilización occidental a la que pertenecemos.
La ética, según Aristóteles, es la parte de la filosofía que estudia la moral y los comportamientos del hombre, mientras que la estética, a decir de Hegel, es la ciencia de la belleza nacida del espíritu. La ética comprende las virtudes morales más importantes de los hombres: fortaleza, templanza, amistad, verdad, equidad y justicia, que se manifiestan en los comportamientos, ya que el deber de las virtudes es proponerse lo más noble como fin. En cambio, la estética, que tiene por objeto el vasto imperio de lo bello, se manifiesta por las maneras, el estilo y las formas de actuar. La vinculación entre ambas y su importancia en la política la destaca Schiller en su obra “La educación estética del hombre”, cuando afirma que el problema político precisa tomar ese camino porque a la libertad se llega por la belleza, tesis que profundiza Hegel en sus clases, que fueron recopiladas en el ensayo “De lo bello y sus formas”. Esas son las ideas que trajo de Europa Esteban Echeverría, líder de la generación del 37, cuando determinó que la estética posibilita a los hombres “un ejercicio saludable del espíritu que la habilita para sacudir todo yugo que pugne con los consejos de la razón”.
A la luz de los tiempos que vivimos, podemos afirmar que hace ya un tiempo un sector de la dirigencia comenzó a perder las virtudes éticas y al respecto cabe consignar: perdió la fortaleza para afrontar sus responsabilidades, sosteniendo que la culpa de los fracasos la tienen los demás; carecen de moderación en los comportamientos habituales; no son fueron ni son sinceros; olvidan la equidad y no valoran la justicia sustantiva, que se expresa la igualdad. La novedad es que ahora también han comenzado a violar la estética.
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Impostores


El caso Kiczka a generado mucho escozor en el tejido social y a llevado a un vasto sector de la ciudadanía a poner la lupa en la clase política. ¿Cómo puede ser que una persona que fue elegida para representar a un determinado sector de la sociedad cometa un acto tan aberrante? es sin duda la pregunta que más se repitió en las reuniones familiares, en ámbitos laborales, en clubes, en fin, en todos los sectores del entramado social.
Nadie se explica como una persona con las cualidades de Germán Kiczka pudo llegar al cargo de legislador, cuando se supone que quienes ejercen tan importante cargo guardan una conducta recta y ajustada a los más altos estándares morales y éticos.
A muchos nos llevó a interiorizarnos en cuestiones vinculadas con la psicología para tratar de hallar una explicación lo más profesional posible. Fue así que la lupa recayó en la sociopatía, un tipo de trastorno que a la luz de los hechos es el que más se ajusta al caso particular.
Como primer medida, aprendimos que identificar a un sociópata puede ser muy complicado, ya que estas personas suelen ser muy hábiles para ocultar sus verdadera intenciones. Sin embargo, hay ciertas características que pueden ayudar a identificar a un sociópata. Estas personas pueden llegar a ser extremadamente carismáticos y encantadores. Ese encanto superficial lo utilizan para manipular a los demás y ganar su confianza. Una característica clave es su tendencia a mentir compulsivamente. La verdad para ellos es flexible y cambia según sus necesidades.
Por otra parte, los sociópatas no sienten empatía por los demás. No les importa cómo sus acciones afectan a otras personas y rara vez muestran remordimiento por sus conductas. Esta falta de empatía es una de las razones por las que pueden actuar de manera fría y calculadora.
Los sociópatas son incapaces de formar relaciones auténticas y profundas. Sus interacciones están motivadas por la manipulación y el control.
Este tipo de personas tienden a mostrar una falta de responsabilidad y un desprecio por las normas sociales y legales. Esto deriva en el desarrollo de actividades que violan los derechos de los demás, tales como la agresión física y el acoso.
Al conocer en detalle las características de esta patología, podemos empezar a entender ciertas actitudes y acciones que se fueron viendo desde que estalló el escándalo de pedofilia, uno de los casos más aberrantes de la historia de Misiones.
El peso de la ley


La condena a Germán Kiczka, mano derecha del diputado provincial Pedro Puerta, constituye un hecho sin precedentes para la historia judicial de Misiones y del país. Se trata de un dirigente político que fue desenmascarado por el sistema de vigilancia y detección temprana de ciberdelitos que funciona en la provincia, gracias a una articulación inédita con organismos internacionales y el uso de lo más avanzado en materia de herramientas tecnológicas. La condena a un criminal como Kiczka fue posible gracias a una meticulosa recolección de pruebas digitales, un minucioso análisis forense de dispositivos electrónicos y, la cooperación y trabajo articulado con agencias de ciberseguridad del extranjero.
Misiones demostró que cuenta con equipos técnicos de primer nivel, y con funcionarios judiciales con capacidad no sólo de investigar, sino también de presentar evidencias sólidas, contundentes e irrefutables.
Ante la sociedad, queda en evidencia la valentía institucional de avanzar en un caso tan delicado, con un involucrado que formaba parte del sistema político que buscaba refugiarse en él, amparado en sus fueros como diputado. Si hay algo que confirma la sentencia de 14 años de prisión efectiva que pesa sobre Kiczka, es que se terminaron los privilegios para los inescrupulosos que intentan hacer política para llegar a cargos públicos para usarlos como escudo para encubrir delitos siniestros.
En un contexto en donde se observa que aún se discuten reformas y protocolos en otros distritos del país, Misiones demuestra que ya implementó mecanismos de avanzada para prevenir, detectar y castigar este tipo de delitos. El resultado está a la luz y la sociedad lo puede vislumbrar: la política no es un aguantadero de delincuentes y a la Justicia no le tiembla el pulso a la hora de juzgar ni mucho menos cede ante las presiones de los poderosos.
Difícil de creer


La responsabilidad política de los socios de Kiczka en este aberrante hecho es total e inexcusable, nadie puede hacerse al distraído. La realidad es que hoy nadie quiere hacerse cargo del ex diputado puertista condenado a 14 años de prisión. Hasta los más íntimos, con un nivel de cinismo asqueroso y repudiable, buscan instalar la idea de que sólo lo conocen de la actividad política, desde hace muy poco, desde ayer nomás. Lo cierto es que este criminal es hijo de la impunidad y de un poder que subestimó a la sociedad y que siempre desplegó esa arrolladora maquinaria que le permitía garantizar el ocultamiento de grandes aberraciones y ponerle un precio al silencio. El hartazgo y el rechazo social se volvió imparable y la condena social se multiplicó en cada rincón ya no sólo de nuestra provincia, sino del país.
Luego de ser citado a declarar como testigo y de presentar un escrito amparándose en los fueros parlamentarios, la lupa de la justicia se posó sobre el diputado provincial Pedro Puerta. En sus respuestas, el legislador negó su amistad con Kiczka y redujo todo a un frío vínculo meramente político.
Esta situación llevó a que el fiscal Vladimir Glinka pida que Puerta se investigado por presunto delito de obstrucción a la justicia por falso testimonio en sus respuestas brindadas por escrito en el marco del juicio por tenencia de MASI que involucraba a su mano derecha Germán Kiczka. Pedido que fue ratificado al momento de conocerse la sentencia, luego de que el Tribunal Penal Nº 1 ordene el giro de las actuaciones a la Fiscalía Penal en turno para que de curso a la investigación pertinente.
Tal como lo ha expresado la abogada especialista en ciberseguridad Aryhatne Bahr, la sentencia de Germán Kiczka “no es el cierre de un caso, es el comienzo de una nueva etapa”.
(*) Abogado. Diplomado en Manejo de Crisis y en Análisis de Procesos Electorales. Especializado en Comunicación de Gobierno y Electoral. Becario de la Fundación Konrad Adenauer (Alemania) y del Centro de Análisis y Entrenamiento Político (Colombia).