CÓRDOBA.— Jorge Bergoglio tuvo dos pasos por Córdoba a lo largo de su vida. La primera fue como novicio, la segunda cuando regresó “castigado” después de haber sido la máxima autoridad de la Compañía de Jesús en la Argentina.
Aquí, en esta ciudad, tuvo a un “amigo”, al actual arzobispo de Córdoba y cardenal Ángel Rossi, quien se considera a sí mismo un “hijo espiritual” del Papa y, en los hechos, es “a la medida” del Papa, comprometido con los pobres, con lo social. Tenían una relación cercana, de llamadas y charlas personales. “Francisco nunca tuvo problema de jugar fuerte en temas sensibles”, dijo hoy el cardenal.
Francisco llegó como novicio en 1958 y estuvo hasta 1960. En esos años vivió en unos departamentos de barrio Pueyrredón, en la calle Buchardo al 1750, donde funcionaba el noviciado. Su tarea, por la mañana después del rezo, era ir a “la barranca” (una zona de villa miseria) a compartir tiempo con los más chicos. Además de darles catecismo, jugaba con ellos.
En 1959 estuvo en la capilla de Impira, un pueblo de unos 160 habitantes a unos 90 kilómetros de la ciudad de Córdoba, lugar de descanso de quienes hacían el Camino Real. El templo en honor a la Virgen de la Merced fue levantado en 1850 y era parte de la estancia de la familia Ludueña. Aunque hay quienes aseguran que dio misa, en el pueblo no hay documentación de que haya sido así. Sí que pasó y que incluso siendo Papa recordaba el lugar y el himno a la Virgen que siempre entonan los fieles.
“Incluso la tarareaba”, comenta Sebastián Pfaffen, autor junto a Javier Cámara, del libro Aquel Bergoglio, este Francisco que repasa los años de Bergoglio en Córdoba. Para escribirlo hablaron con el Pontífice, que también mencionó que en esa época conoció en Río Segundo a un “cura cuerpo a cuerpo”, como lo definía por su compromiso, a quien siempre recordó y admiró.
El regreso de Bergoglio fue en 1990, cuando llegó en un exilio forzado. Luego de desempeñarse como provincial de la Compañía de Jesús, entre 1973 y 1980, fue destinado a la Residencia Jesuítica de Córdoba. En ese período, además de actuar como confesor en la iglesia Compañía de Jesús, se dedicó a cuidar los religiosos más ancianos y enfermos.
De ese tiempo se conserva el cuarto que ocupó, el número 5, con una ventana sobre la calle Caseros, en la manzana jesuítica de Córdoba. Es una habitación pequeña de unos tres metros por tres metros y da a una galería con enredaderas. Bergoglio dejó ese espacio cuando fue designado obispo auxiliar de Buenos Aires.
El arzobispo Rossi no convivió con Francisco en Córdoba; lo conoce desde que Bergoglio daba misa en una iglesia porteña donde él era catequista. Comenta que fue él quien impulsó su ingreso al Colegio Máximo de San Miguel, en Buenos Aires, del que era rector al mismo tiempo que era provincial de los jesuitas argentinos. Fue Francisco también quien lo envió a estudiar a Ecuador.
Nunca dejaron de comunicarse. En noviembre del 2021, lo designó arzobispo de Córdoba y el año pasado, cardenal. Siempre lo definió como un “hombre de una fe inquebrantable”, muy memorioso, atento a los detalles personales y también muy formado intelectualmente. Rossi recuerda llamados telefónicos en momentos suyos complicados, como cuando estuvo internado por unos días, y tener presente, por ejemplo, el día de fallecimiento de su madre.
Hoy Rossi subrayó que Francisco se fue “en su ley”. Bergoglio montó el Evangelio en pelo”, afirmó y destacó que el Papa fue un hombre “de gestos y palabras fuertes, donde sus acciones de cercanía y cuidado hacia los débiles, migrantes y personas en prisión eran especialmente significativas”, declaró a Cadena 3.
En el prólogo del libro cordobés sobre el Papa, Rossi recordó su paso en los años 90 por esta ciudad como el momento en que Francisco “conoció el desierto de ser puesto al costadito del camino, la soledad del no protagonismo y el silencio del corazón”.
Santo Brochero
Gabriel Brochero, el primer santo argentino, fue consagrado por el Papa Francisco, quien siempre enfatizó que era un cura con “olor a ovejas” por su cercanía con la gente. Doña Jovita es la caracterización de una viejita de Traslasierra -zona donde se desempeñó Brochero- que hace el cordobés José Luis Serrano.
Una de las semblanzas que hace es sobre cómo sería hoy el cura gaucho. En 2022 ese video se viralizó y le llegó al Papa, quien se comunicó con Serrano para agradecerle por su trabajo. En su relato, Doña Jovita, cuenta que Brochero combatiría “el poder que desvaría”, que estaría “chocho al ver que hay gente con esperanza” y que “no dejaría ganarse por los vientos de amargura y, aunque no anduviera en mula, manejaría el internet”. Ese perfil empezó a circular por las redes sociales y por esa vía le llegó al Papa Francisco.
“Gracias por lo que hace”, comienza diciendo el audio que Bergoglio le envió a Serrano. Le cuenta que “acaba de ver y escuchar” su “reflexión” sobre Brochero. “Cuánto sentido común y cuánto amor hay en eso; gracias por mantener el sentido del humor que lo necesitamos todos”, agregaba. “Rezo por usted, pero por favor le pido que rece por mí. Que Dios lo bendiga”, terminaba.