La elección de Bergoglio en 2013 es el ejemplo más claro de cómo los pronósticos pueden fallar
Tras la muerte de Francisco a los 88 años, la atención del mundo católico se ha volcado hacia el próximo cónclave, en el que 135 cardenales con derecho a voto deberán elegir a su sucesor. Aunque abundan las listas de favoritos, si hay algo que enseña la historia es que las predicciones rara vez se cumplen: la elección del papa suele ser, ante todo, una sorpresa.
Esa posibilidad fue subrayada este martes por el cardenal brasileño Odilo Scherer en una entrevista con la radio CBN. “No me sorprendería que el nuevo papa viniera de un continente distinto a Europa o América. La Iglesia Católica está en todo el mundo”, opinó. Scherer, arzobispo de San Pablo, recordó que la elección de Jorge Mario Bergoglio en 2013 también tomó por sorpresa a todos. “Y fue una hermosa sorpresa”, añadió.
La elección de Bergoglio es, quizás, el ejemplo más claro de cómo los pronósticos pueden fallar estrepitosamente. En los días previos al cónclave de 2013, su nombre no figuraba entre los favoritos en los medios ni entre los vaticanistas más avezados. Su perfil discreto, alejado de las intrigas curiales, y su posición como arzobispo de Buenos Aires lo mantenían fuera del radar. Ni siquiera su edad —76 años en ese momento— lo ayudaba a ser considerado un candidato viable.
Paradójicamente, uno de los grandes favoritos en ese cónclave era el propio Scherer. Su nombre encabezaba muchas de las quinielas por su influencia en la Iglesia latinoamericana y su cercanía con sectores importantes de la curia romana.
Sin embargo, contra todo pronóstico, la elección recayó en Bergoglio, que emergió como figura de consenso tras una votación que duró apenas cinco rondas. Así se convirtió en el primer papa latinoamericano y el primero en tomar el nombre de Francisco.
Y su caso no es único. En 1978, el cardenal polaco Karol Wojtyla también surgió como una elección inesperada en el segundo cónclave de ese año. Su designación como Juan Pablo II sorprendió al mundo entero y rompió con siglos de pontificados italianos. Incluso en 2005, cuando fue elegido Benedicto XVI, el cardenal Joseph Ratzinger —aunque sí figuraba entre los más mencionados— no era una elección asegurada. Su nombramiento se interpretó más como un delicado equilibrio entre corrientes internas que como el triunfo de un favorito indiscutido.
La célebre expresión italiana “quien entra al cónclave como papa, sale como cardenal” sigue vigente. El estricto aislamiento de los cardenales y el voto secreto hacen que anticipar el resultado sea casi imposible. Y esta vez no parece ser la excepción.
“Sería divertido tener un papa sueco, pero creo que es poco probable. Muy poco probable”, dijo este martes el cardenal Anders Arborelius, cuyo nombre ha aparecido en algunas listas de posibles candidatos.
En este contexto, el sacerdote jesuita Michael Czerny, quien también participará del próximo cónclave, destacó que los cardenales harán todo lo posible por elegir al mejor sucesor. “Todos estarán incluidos y vamos a seguir el impulso del Espíritu Santo para escoger lo mejor posible al sucesor de Pedro, al sucesor del papa Francisco”, subrayó.
Desde el siglo XIII, los papas se eligen en cónclaves cerrados. El cambio se instauró tras el escándalo del cónclave de Viterbo (1268–1271), donde los cardenales tardaron casi tres años en elegir a un sucesor. Irritados, los ciudadanos los encerraron bajo llave hasta que tomaran una decisión. Así nació el modelo que rige hasta hoy: aislamiento absoluto y voto secreto.
Con el tiempo, las normas se volvieron más estrictas. Desde 1800, se destruyen todas las papeletas tras cada votación para evitar presiones externas. El humo blanco o negro que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina sigue siendo el único indicio visible del resultado.
Pese a la incertidumbre, se destacan algunos posibles candidatos. Entre los nombres que más suenan como posibles sucesores de Francisco figuran Matteo María Zuppi (Italia, 69 años), actual arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana; Luis Antonio Gokim Tagle (Filipinas, 67 años), cercano colaborador del papa y prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos; Pietro Parolin (Italia, 70 años), secretario de Estado del Vaticano; Péter Erdő (Hungría, 72 años), arzobispo de Budapest; Jean-Marc Aveline (Francia, 66 años), arzobispo de Marsella; Gerald Lacroix (Canadá, 67 años), arzobispo de Quebec; Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo, 66 años), presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea; Robert Francis Prevost (Estados Unidos, 69 años), prefecto del Dicasterio para los Obispos; y Cristophe Pierre (Francia, 79 años), actual nuncio apostólico en Estados Unidos. También figuran Cristóbal López (España, nacionalizado paraguayo, 72 años), arzobispo de Rabat; Pablo Virgilio David (Filipinas, 65 años), presidente de la Conferencia Episcopal de su país; Odilo Pedro Scherer (Brasil, 76 años), arzobispo de San Pablo; y Robert Sarah (Guinea, 79 años), influyente ex prefecto de la Congregación para el Culto Divino.
Como reconoció en tono humorístico el cardenal Hollerich: “¿Un papa luxemburgués? Hay hombres mucho más calificados que yo”.
Bill Cavanaugh, teólogo católico estadounidense y profesor de estudios católicos en la Universidad DePaul, advirtió en diálogo con People que esta elección papal tiene características particulares que dificultan cualquier pronóstico. “Una de las razones por las que es difícil predecir quién será el próximo papa es que el papa Francisco ha nombrado aproximadamente al 80% de los cardenales con derecho a voto”, explicó el experto. “Y lo ha hecho de una forma sin precedentes, eligiendo cardenales de lugares relativamente desconocidos —como Mongolia o la República Centroafricana— y dirigiendo su mirada hacia las periferias”.
Ese enfoque, según el teólogo, tendrá un impacto en el perfil de los participantes del cónclave. “Eso implica que entrarán en juego nuevas perspectivas. Además, muchos de estos cardenales no se conocen bien entre sí. No suelen ser figuras internas que hayan pasado años en el Vaticano tejiendo relaciones o adquiriendo influencia. Y eso también puede abrir la puerta a una elección menos previsible”.
Lo que es seguro es que el próximo pontífice heredará una Iglesia fragmentada, con tensiones entre sectores progresistas y conservadores, y desafíos globales como la secularización, los abusos sexuales, la migración y la inteligencia artificial. El perfil del nuevo papa podrá influir decisivamente en cómo se enfrenten esos dilemas.
Agencias AFP, ANSA y Reuters
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