Misiones
«Las escuelas no pueden solucionar todos los problemas de la vulnerabilidad social, pero sí romper el círculo de la pobreza»
La pobreza no es destino. Esa es una de las conclusiones más contundentes del informe “El nivel socioeconómico no lo define todo:
En ese panorama,
Sin embargo, el desafío también es inmenso: el 53% de las escuelas misioneras rinde por debajo de lo esperable según el contexto de sus estudiantes. Es decir, no logran superar –ni siquiera igualar– el rendimiento que deberían alcanzar en función de las condiciones socioeconómicas del alumnado. Esta cifra ubica a la provincia entre las de peor desempeño ajustado por contexto, junto a Formosa, Corrientes y Santiago del Estero.
A nivel país, un 39% de las escuelas rinde por debajo de lo esperado, un 27% acorde y un 35% por arriba de lo esperado. Neuquén (41%), Chubut (40%), Entre Ríos (38%) y Mendoza (38%) se destacan por tener más escuelas que logran rendimientos por encima de lo que su contexto anticiparía.
El informe también indaga en los factores que distinguen a las escuelas que obtienen buenos resultados en contextos muy vulnerables. Entre las escuelas del cuartil más bajo de nivel socioeconómico (es decir, las que atienden a estudiantes provenientes de los hogares más pobres), hay cuatro factores que marcan una diferencia clara en el rendimiento académico: la antigüedad del director, el clima escolar, la formación docente y las horas de clase. Los resultados muestran que las escuelas tienen márgenes de acción para promover mejores aprendizajes, incluso en contextos adversos.
Para Cecilia Adrogué, coautora del informe e investigadora del CEDH y Udesa, el problema no se resuelve sólo con acceso: “La escuela puede ser la que rompe el círculo vicioso de la pobreza. Pero su mera existencia y la asistencia de niños y jóvenes no garantiza que lo sea. El desafío es grande. El compromiso, la formación y experiencia del equipo directivo y docente, así como el tiempo efectivo de clases –y evitar el ausentismo– son fundamentales para que los niños y jóvenes aprendan y tengan mayores oportunidades en la vida”.
El informe señala que hay margen para transformar esa realidad. Así lo explica María Victoria Anauati, también coautora del estudio: “Si bien el contexto social influye, no determina por completo el destino educativo de los estudiantes: la escuela cuenta con márgenes de acción. Ese margen varía según la provincia y el tipo de gestión escolar. Y hay ciertos factores institucionales –como el clima escolar, la estabilidad y formación de los directivos, y las oportunidades efectivas de aprendizaje (cantidad de horas de clase y capacitación docente)– que resultan determinantes para explicar estas diferencias”.
Las conclusiones, además de invitar a la reflexión, ponen en relieve una perspectiva más optimista. María Marta Formichella, investigadora del Conicet y la Universidad Nacional del Sur, destaca que “la ya conocida relación positiva entre el contexto socioeconómico de los estudiantes y sus logros educativos puede instaurar un panorama desalentador. Sin embargo, este informe muestra que, si bien ese contexto es un factor condicionante importante, el vínculo no es concluyente. Existen escuelas resilientes: esa evidencia es una luz de esperanza y una guía para llevar a cabo acciones de política”.
También desde el ámbito escolar se hace eco de este mensaje. Luis Arocha, director del Colegio María de Guadalupe, lo resumió con claridad: “El informe echa luz sobre un aspecto sumamente esperanzador: el hecho de que, independientemente del contexto de origen de los alumnos, la escuela tiene un margen de acción importante para promover el logro académico. Esto invita a resignificar la acción diaria. Las escuelas no pueden solucionar todos los problemas de la vulnerabilidad social, pero sí pueden hacer muchísimo para romper el círculo de la pobreza, asumiendo su responsabilidad como ámbitos de aprendizaje significativo”.
En definitiva, el informe reafirma algo que muchas comunidades escolares ya saben por experiencia:
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