No todo lo que brilla es oro, dice el popular refrán, que aplica perfectamente para el hígado. Si en la ecografía brilla, no es una buena señal: evidencia la existencia de grasa a su alrededor, un problema cada vez más frecuente pero que, detectado a tiempo, puede revertirse.
La esteatosis hepática no alcohólica -más conocida como hígado graso no alcohólico (HGNA)- afecta hasta a un tercio de los adultos en Argentina y crece al compás del aumento en la prevalencia de obesidad y diabetes.
Pero el riesgo metabólico, aunque predominante en la actualidad, no es la única amenaza para el hígado: las infecciones virales (prevenibles y tratables) y el consumo excesivo de alcohol, también lo son.
Un órgano que sufre en silencio
No goza de la atención -y la preocupación- que le dedicamos al corazón y el cerebro, por ejemplo, pero «es un órgano vital, sin él no podemos vivir», lo reivindicó María Margarita Anders, jefa del Servicio de Hepatología del Instituto de Enfermedades Digestivas del Hospital Alemán.
«Cumple muchas funciones. Las más importantes son fabricar proteínas (sustancias fundamentales para el funcionamiento de nuestro cuerpo) y eliminar las toxinas que sobran», destacó Anders en diálogo con Clarín, en el marco del Día Mundial del Hígado, que se conmemora cada 19 de abril.
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La fecha fue establecida por la Asociación Europea para el Estudio del Hígado con el objetivo de concientizar acerca de la creciente amenaza de las enfermedades hepáticas, que avanzan silenciosamente.
Porque aunque a menudo hablemos de patadas y ataques, el hígado no se expresa así. El daño suele ser progresivo, reversible en estadios tempranos, en los que no suele dar síntomas y, si da señales, es porque se encuentra avanzado.
«Hasta que el hígado no está muy afectado, no da síntomas. Y cuando aparecen los síntomas es que aparece alguna complicación, como por ejemplo la cirrosis, una hemorragia infectiva, o cáncer de hígado», advirtió Anders.
Las hepatitis virales, en particular la B y C, pueden evolucionar a enfermedades crónicas, como la cirrosis y/o el cáncer de hígado, que configuran los últimos peldaños en la escala de riesgo hepático.
La cirrosis es el estadio final de muchas enfermedades que afectan en forma crónica al hígado (no solo del alcoholismo, como se suele creer). Como consecuencia del daño acumulado, el tejido se endurece, se llena de cicatrices, y pierde la capacidad de cumplir con sus funciones.
Por eso, si el paciente llega con síntomas a la consulta, es tarde. «Es importante diagnosticar el daño temprano para evitar que se acumule y tratar de prevenir esas enfermedades», explicó la hepatóloga.
Hígado graso, en alza
En los últimos tiempos, reconoció, se le está prestando más atención al hígado graso. «Hay que buscarlo. Y cuando se diagnostica, evaluar si la afección es importante o no».
¿En quiénes buscarlo? «Es importante que todas las personas, a partir de los 40 años, se hagan cada tanto una ecografía para ver si tienen hígado graso. Sobre todo si tienen factores de riesgo como sobrepeso, obesidad, diabetes (en quienes es mucho más frecuente), hipertensión, colesterol elevado, ya que todos los factores de riesgo cardiometabólicos afectan también al hígado».
Examen físico, análisis de laboratorio y ecografía («el hígado que tiene mucha grasa brilla más de lo normal») aportan pistas claves. «Contamos además con otros estudios, como el fibroscan, que nos permite valorar si hay algún grado de endurecimiento, que nos permite saber si el paciente está camino a la cirrosis, sin tener que biopsiar al hígado», precisó.
Diagnosticarlo a tiempo permite tomar medidas para revertir el cuadro. ¿Qué tan a tiempo? Antes de que haya progresado a cirrosis o cáncer de hígado. ¿Cómo? Con hábitos saludables. Mantenerse con un peso estable, comer saludable, hacer ejercicio y evitar o limitar el consumo de alcohol son las medidas que ayudan a revertir el hígado graso cuando aparece, sintetizó Anders.
No hay fármacos específicos para tratarlo. «Hay muchos estudios clínicos en marcha bastante avanzados para intentar revertirlo con drogas que se utilizan para bajar lípidos y en el tratamiento de la diabetes y son prometedoras, pero en la actualidad lo único que tenemos demostrado que funciona es la dieta y el ejercicio».
¿Y los remedios caseros? «No hay soluciones mágicas. El agua con limón no te va a desengrasar al hígado, ni a desintoxicarlo. Lo único que sirve es cuidarnos», afirmó.
Claves para cuidar al hígado
Hábitos saludables y vacunación oportuna son herramientas fundamentales para prevenir enfermedades que puedan afectar al hígado. Anders resumió
. Llevar una alimentación balanceada, rica en frutas, verduras, legumbres y cereales integrales. Reducir el consumo de grasas saturadas, ultraprocesados, azúcares y sal. «Lo ideal es un seguimiento con nutricionista, pero si no la dieta mediterránea es la más indicada.»
. Evitar el consumo excesivo de alcohol, otro de los grandes enemigos del hígado. No existe una cantidad «segura» universal, ya que la tolerancia hepática varía según cada organismo. «Hay que ser muy cuidadosos en la ingesta. Evitar tomar alcohol todos los días y, si se consume en forma recreativa, social, intentar de no excederse por encima de uno o dos tragos por salida», recomendó.
. Mantener un peso saludable y hacer ejercicio regularmente. La actividad física reduce el riesgo de hígado graso y enfermedades metabólicas.
. No automedicarse: muchos medicamentos de uso común pueden ser tóxicos para el hígado si se consumen sin control médico.
· Evitar el contacto con toxinas y sustancias químicas, especialmente en ámbitos laborales.
· Vacunarse contra la hepatitis A y B, y realizarse controles periódicos para detectar hepatitis C si se tiene algún factor de riesgo, ya que existen tratamientos que permiten curarla prácticamente en todos los casos.
«Es fundamental consultar al médico ante síntomas como fatiga persistente, orina oscura, ictericia (coloración amarilla en piel y ojos) o dolor en la parte superior derecha del abdomen», concluyó.
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