¿Hacía falta que lo aclarase? La última expresión del papa Bergoglio sobre sus convicciones la escuchó Martín Guzmán. Fue una semana antes de la internación en febrero pasado.
El Papa escuchó del exministro un adelanto del informe – que presentará el 16 de mayo próximo – ya con un nuevo Papa -la «Comisión del Jubileo de la Deuda» que le encargó a Guzmán y al economista Joseph Stiglitz. «- Quiero que quede claro que no soy comunista», dijo Francisco con el tono irónico de las definiciones sobre sí mismo que solía hacer sobre su condición de peronista.
Gilberto Carvalho, que fuera jefe de gabinete de Dilma Rousseff contó hace años que en la primera reunión que mantuvieron en marzo de 2013, a poco de ser elegido, Francisco se presentó con gracia «- Soy el primer papa latinoamericano, soy el primer papa jesuita, el primer papa argentino, y también soy el primer papa peronista».
No importa ya, pasados los funerales del hombre, cuánto peronismo había en Francisco, debate que ha sido tendencia en estos días. Para quienes las anécdotas tienen sentido, el último aliento de Francisco fue ir el domingo a la plaza y saludar desde el balcón. Una evocación del último gesto de Perón el 12 de junio de 1974, cuando se despidió desde la plaza de su militancia, para morir un par de semanas después. Ni yanqui ni marxista, pe-ro-nis-ta.
Homenaje en el FMI
Guzmán reveló esa definición de Francisco el miércoles pasado ante el grupo de expertos sobre la deuda de los países de ingresos bajos y medio bajos en la Fundación de la ONU en Washington. Debió estar Roberto Carlés, exembajador en Italia y uno de los argentinos más cercanos de Bergoglio.
Cuando estaba por subir al avión para ir a Washington, recibió la noticia de la muerte del Papa. La reunión fue una actividad paralela a la conferencia de primavera del FMI y el Banco Mundial.
La muerte del pontífice no ha implicado la suspensión de la presentación de mayo en el Vaticano del informe elaborado por Joseph Stiglitz (que preside la comisión), Martín Guzmán, Jeffrey Sachs y Stefano Zamagni, asesores del Vaticano desde los tiempos de Juan Pablo II. Un alarde de continuidad en la corte vaticana, que conserva aun rutinas monárquicas.
¿La organización vence al tiempo?
Pensando en que sus iniciativas superen la fiera venganza del tiempo, Francisco dejó instrucciones con su letra diminuta – que fue disminuyendo con el paso de las últimas horas hasta perder la movilidad de las manos, señal del final inminente advertido por quienes lo acompañaron – para que el cambio de Papa no signifique el cambio de ciertos rumbos que él inició.
Uno es sacar la creación más reciente de la Universidad del Sentido de la dependencia de algún dicasterio, para hacerla depender del gobierno de la Santa Sede, a salvo de cambios en los dicasterios. Esa universidad internacional surgió de Scholas Ocurrentes, que nació al calor de la crisis argentina y propone desarrollar en los jóvenes las “habilidades blandas” desde una perspectiva antropológica, que reúna armónicamente el lenguaje de la cabeza con el del corazón y las manos.
Esta rara pedagogía, que el tiempo pondrá más en claro por lo novedoso, es un producto con denominación de origen. Scholas está dirigido por los argentinos José María del Corral y Enrique Palmeyro. La universidad tuvo como organizador al argentino Hugo Juri, exrector de la universidad de Córdoba, y ex ministro de Educación de Fernando de la Rúa.
También Francisco dejó blindada una nueva singladura a la fundación Laudato Si, que organizó Carlés desde Roma pero que el Papa quiso que ahora se instale en Manila.
Es una señal del interés de la Iglesia por atender la evangelización en Asia. De allí viene uno de los papables más mencionados, el ex primado de Manila Luis Antonio Tagle, que Bergoglio llevó a un alto cargo en el Dicasterio para la Evangelización. Su madre es china y le dicen, por supuesto, «El chino». Otra creación que tiene asegurada la sobrevivencia es el Instituto Universitario del Agua y el Saneamiento, que dirige el argentino Luis Liberman. Fue uno de los amigos más estrechos del Papa y viajó inmediatamente a Roma, donde acompañará el sepelio.
Bergoglio garantizó una Argentina en paz
El país ganó con Bergoglio una impagable década de paz interior que convierte a la Argentina en una isla de tranquilidad, una excepción en la región y en el mundo. La tarea de Bergoglio desde el poder y el liderazgo que tuvo sobre una amplia demografía visible e invisible fue arbitrar entre los factores de la confrontación para evitar que brotasen hechos de violencia como ocurrió en todos los países de la región con la excepción del Uruguay.
La obsesión de Francisco era mantener la paz en un país que vivió hace 50 años un baño de sangre del cual le cuesta aún hoy recuperarse. Su obsesión se tradujo en una consigna que transmitió a las organizaciones sociales que se referencian en él, que ocuparon la calle desde finales del gobierno de Cristina de Kirchner en adelante. Desplazaron a las organizaciones de izquierda y a los sindicatos en la administración de la protesta.
El control remoto desde el Vaticano
Parte de esa pacificación fue la negociación con el gobierno de Cambiemos para la creación del salario complementario para los pobres a partir de la única emergencia que el gobierno de Macri dejó en pie al asumir (Ley de Emergencia Social, Economía Popular y Salario Social Complementario, diciembre de 2016) y otros acuerdos, como la creación del censo de barrios populares y la sanción de la revolucionaria Ley de villas.
Fueron el instrumento político para que el país sea, hasta el día de hoy, una isla de solidez institucional que asegura alternancia de gobiernos de distinto signo sin persecuciones, exilios, prisión de presidentes en serie (Perú), destituciones (Brasil), desmoronamientos institucionales (Chile, Estados Unidos), estados de guerra interna (Colombia, Ecuador, Venezuela), dictaduras policiales (El Salvador), unicatos (México), amenaza de desmembramientos territoriales (Canadá, Panamá).
La Argentina, aun perforada por la crisis de los indicadores de la economía formal, se ha salvado de todo eso. ¿Fue por el papado de Bergoglio? Es indemostrable lo contrario. El proceso de solidez institucional es anterior a Bergoglio, pero pudo no terminar así sin el control remoto desde el Vaticano.
Lo reclamaban más de donde había problemas
Hay quienes siguen preguntándose sobre las razones por las cuales nunca vino a la Argentina siendo Papa. Una razón estructural es que la Iglesia en la Argentina no tiene ninguno de los problemas gravísimos que tiene en el resto del mundo.
La persecución de cristianos en regiones de Medio Oriente, Asia y África, con mártires de la fe cristiana, lo reclamaron en otras comarcas. Lo mismo que ese cáncer que ha sido la revelación de los abusos de religiosos sobre personas confiadas a su formación.
En la Argentina hubo casos que han sido investigados y sancionados. Pero no en la dimensión y la gravedad de los que ocurrieron en Irlanda, Alemania Chile o Estados Unidos.
“- No soy De Gaulle”
Pero hay una razón ligada a la intención de blindar a la Argentina de un retorno a la violencia de los años ’70, evocada por los representantes de los dos demonios que siguen reivindicando aquella etapa como una gesta altruista. Fue un Papa peronista, como se lo confesó a muchos, además de a Dilma Rousseff, pero se enfrentó con todos los gobiernos peronistas, de Menem hasta Alberto Fernández.
Las mejores relaciones las tuvo con el gobierno de Cambiemos, con el cual negoció leyes fundamentales que pacificaron los ánimos de una oposición mayoritaria ante un gobierno de minoría como el de Mauricio Macri.
Pudo temer que venir a la Argentina pudiera convertirlo en prenda de conflicto y deshacer los esfuerzos de conciliación. Si venía bajo la presidencia de Cristina, la creciente oposición que la llevó a la pérdida del poder entre 2013 y 2015, lo hubiera convertido en un símbolo de agitación. Lo mismo pudo temer cuando gobernaba Macri.
«- No soy De Gaulle», les decía a quienes le preguntaban por su venida. Recordaba que, en otubre de 1964, la visita de De Gaulle a la Argentina había servido para una campaña del peronismo contra el gobierno de Arturo Illia. Las calles cantaban «De Gaulle es Perón», “De Gaulle y Perón, tercera posición” y “Perón y De Gaulle, un solo corazón”. Lo mismo pudo ocurrir si venía bajo el gobierno de Alberto, perforado por la peste Covid y los resbalones de la economía, que ya el voto había castigado en 2021.
No venir fue parte de un proyecto exitoso
Quizás el mejor momento fuera el actual gobierno, una administración más bien neutra e indiferente hacia el Vaticano pero que ha respetado los proyectos de Bergoglio.
Sebastián Pareja, puntero premium del mileísmo, se hizo cargo del área que administra la Ley de villas y declaró que había sido una de las gestiones más prolijas del anterior gobierno. Los programas se han desfinanciado, como todos, pero se han mantenido después de ser prorrogados por todas las administraciones que siguieron a su sanción.
Desde ese ángulo, no venir al país tiene una explicación solvente que, hay que admitir, fue una de las grandes contribuciones al proyecto argentino de su papado. Quizás fue la mejor decisión para evitar un conflicto confesional que el país nunca había vivido antes.
El gobierno, a reglamento
Francisco se ocupó antes de morir de que sus proyectos tengan continuidad en el tiempo, que marcan mucho su opción por recetas que se apartan del liberalismo extremo que hoy sustentan los populismos de derecha. Es la razón, seguramente, de la reticencia del gobierno a acompañar con el brillo que suele darles a otros escenarios internacionales, el sepelio de Francisco de este domingo.
Ese ánimo del gobierno de Milei se parece al que mostró Cristina de Kirchner el día cuando Francisco fue elegido. Solo después, algunos de sus funcionarios como Eduardo Valdés y Guillermo Moreno la hicieron recapacitar sobre la oportunidad histórica que significaba para el país esa exaltación de Bergoglio al Vaticano.
Que dice la comisión del Jubileo de la deuda
El documento sobre la deuda se conocerá en detalle en mayo. El diagnóstico describe la situación de por lo menos 50 países en «default del desarrollo»: son países endeudados que no entran en default financiero porque dedican el dinero de nuevos préstamos a pagar deudas y lo desvían del destino productivo por el cual lo recibieron.
En los cuatro capítulos propone reformas al régimen de jurisdicción de los nuevos préstamos, que están radicados en plazas como Nueva York. Allí los deudores pagan una tasa mientras discuten en los tribunales, que es tan alta que incentiva a los acreedores a demorar lo más posible los juicios. Esa tasa supera el 8% anual y fue calculada según la inflación americana de hace 40 años, cercana al 9%.
Entre las reformas que propone figura una prohibición a los países de desviar el destino de nuevos créditos para pagar deuda. También propone formas de proteger a los países de los fondos que compran deuda defaulteada para medrar con los juicios, como ha ocurrido con la Argentina, país que no figura en la lista de los 50 analizados por la comisión del jubileo.
Sobre la firma
Ignacio Zuleta
Periodista y consultor político
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