La voz de Eduardo van der Kooy
Francisco, el Papa argentino que acaba de dejar la vida, ha sido una excepción en la existencia pública de Javier Milei. No fue, ni por lejos, la única persona que el libertario maltrató con descalificaciones y vehemencia. Fue la única, en cambio, a la cualrogó perdón y casi se arrodilló ante su figura. Lo abrazó inclinado ante la silla de ruedas en esa audiencia concedida en el Vaticano en febrero del 2024.
A esa excepción presidencial podrían caberle dos interpretaciones. Una terrenal: el agresor advirtió la inconveniencia en el inicio débil de su mandato de quedar definitivamente enfrentado con el líder religioso más popular y poderoso del planeta. Surgido de la Argentina, nación de claro dominio católico. Lo había calificado de “imbécil” y de ser “el representante del maligno en la Tierra”.
También debe ponderarse la mirada religiosa. Milei es una persona de emociones muy fuertes que suele canalizar con frecuencia a través de sus creencias. Se ha definido como católico “pero casi practicante del judaísmo”. Aquellos mismos días de febrero del 2024 lo descubrieron en Jerusalén rezando y bailando junto a un grupo de rabinos en el Muro de los Lamentos. Hay un costado de espiritualidad intenso en el líder libertario que, como paradoja, prácticamente se esteriliza en el ejercicio del poder.
Aquellos dos aspectos explicarían las razones por las cuales el Presidente retrocedió de un umbral que había cruzado cuando todavía no era nadie. En ese retroceso estacionó su relación con Francisco. Habló al despedirlo de su “profundo dolor”. De haber podido conocerlo “en su bondad y sabiduría como un verdadero honor para mí”. Lo alzó como el argentino más importante de la historia. Admitió la existencia de diferencias con él, pero exhibió grandeza para brindarle el reconocimiento que le brindó. Virtud extremadamente escasa en su vida terrenal y, sobre todo, en la prédica hacia una sociedad empobrecida que desde hace décadas bascula entre una orilla y la otra de una grieta enorme.
El legado religioso de Francisco encuentra un contraste nítido en la realidad que se fue consolidando en la Argentina, su país, durante los doce años de papado. Su misión pastoral fue convocante, ecuménica, simple, austera, propiciadora del diálogo y la unidad que no pareció ser recogida como enseñanza fuera de la Iglesia Católica. Aquí se fue incubando un clima general antagónico a aquel. La intolerancia, la confrontación, la pretensión de liderazgos excluyentes comenzó a diseñar el escenario que se vislumbra ahora. La atomización de un sistema político-institucional que, de alguna forma, expresa también la identidad colectiva.
Aquella misión pastoral, según las circunstancias descriptas, jamás pudo eludir las interpretaciones políticas. No solamente en la Argentina. No podía ser de otra manera tratándose de un jesuita con sólida formación intelectual, con compromiso, cuyos gestos y palabras muchas veces resultaron sobre interpretados en el contexto de una matriz cultural de la Argentina muy proclive a tales conductas. Francisco provino de esa cuna. Quizás, de esa manera, se pueda comprender el laberinto al que ingresó desde el primer día de papado y del cual nunca logró salir. Laberinto que le imposibilitó una visita a su tierra natal durante los 12 años como Sumo Pontífice.
A medida que pasaron los días desde su fallecimiento empezó a tomarse conciencia real de la dimensión de su tarea pastoral. Francisco salió a la búsqueda de los fieles que la Iglesia Católica venía perdiendo. Para contentarlos abrió puertas que incomodaron a no pocos dentro de la milenaria y conservadora institución. Esa vara quedó bien elevada y resultará un desafío para las conducciones futuras. No será sencilla una marcha atrás sin sufrir costos, sin padecer el desencanto de ciento de miles de fieles que se sintieron atraídos por Francisco.
Su permanencia en el Vaticano ha dejado huellas profundas como supieron dejarlas también, en contextos distintos, Juan XXIII (1958-63) o Juan Pablo II (1978-2005). Su pontificado pareció asemejarse más al primero de ellos por su ecumenismo y por el valor supremo que siempre concedió al valor de la unidad y la hermandad. Aquel quedó inmortalizado como “El Papa bueno”. Lo hizo en un tiempo corto. Sucesor del controvertido Pio XII, el Papa durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el tiempo del célebre Concilio Vaticano II. Una nueva forma de liturgia que apuntó a la idea de reproducir fieles.
No significa aquello que Juan Pablo II (Karol Wojtyla) no haya dedicado también su esfuerzo a la misión pastoral. Pero su largo ciclo estuvo signado por la coyuntura internacional y la impronta política que se ocupó de cargarle. Wojtyla provenía de Cracovia, Polonia. Su país sirvió como una de las plataformas que colaboró con el cambio del orden mundial. Primero la caída del Muro de Berlín. Luego la desintegración de la Unión Soviética. Juan Pablo II visitó ocho veces su país (la primera a meses de asumir) para causar el debilitamiento del régimen comunista.
Wojtyla supo además hacer lo suyo para cerrarle caminos a los regímenes militares en América del Sur. Estuvo en la Argentina en 1982, días antes de la rendición de las Fuerzas Armadas en la guerra de las Malvinas. Prólogo del derrumbe de la dictadura. Realizó una formidable visita a Chile de Augusto Pinochet en 1987 generando movilizaciones populares que fueron como mareas. Un año después el dictador se vio forzado a convocar a un plebiscito que le resultó adverso y desembocó en el regreso de la democracia.
El tiempo dirá si la desaparición de Francisco puede servir, al menos en la Argentina, para una recomposición espiritual colectiva que inevitablemente deberá estar atizada por su clase dirigente. Milei, a lo mejor, ha dejado pasar una oportunidad. Valió aquel pedido de perdón por su exabrupto contra Francisco. Habría denotado cierta comprensión del legado papal si en lugar de una delegación oficial sectaria al funeral en Roma hubiera abierto sus brazos a otros. Opositores, por ejemplo. Ni pensar en un viaje conjunto con los ex presidentes que trataron con el Papa difunto: Cristina Fernández, Mauricio Macri, Eduardo Duhalde y ¿Alberto?. Suposición alucinógena.
La política simuló ponerse en pausa como muestra de dolor y adhesión a la figura de Francisco. Las hilachas no siempre se logran ocultar. Milei decidió suspender una excursión a Buenos Aires que tenía formato de campaña. También resolvió cancelar actividades en la Ciudad. Subió a la delegación a Manuel Adorni, portavoz del Gobierno y candidato a legislador para las elecciones del 18 de mayo. La mejor manera de colocarlo en una vidriera pomposa.
Tampoco el León libertario inventó algo con esa picardía. Francisco –de eso se quejó en vida—siempre resultó una compañía apetecida por los políticos. En julio del 2013 Cristina fue invitada a participar en una misa que el entonces flamante Papa realizó en Rio de Janeiro al cierre de la Jornada Mundial de la Juventud. La ex presidenta llevó una comitiva importante. Entre varios colgó a Martín Insaurralde, candidato a diputado por Buenos Aires. Hubo foto de rigor. Se trata del dirigente que llegó a la jefatura de gabinete de Axel Kicillof. De allí fue eyectado por un escándalo de corrupción que lo tiene aún en el centro de una investigación judicial.
Otros conflictos ni siquiera fueron enmascarados. El fuego cruzado recrudece entre La Libertad Avanza y el PRO. Mucho más que eso. Los tiradores fueron los propios Milei y Macri. El ex presidente está a un segundo de dejar de cuidar al León. Supone que su disección de esta época ha sido equivocada. El boicot de Karina, la hermanísima, y Santiago Caputo contra él cuenta con el aval del Presidente. El ingeniero denunció que los dirigentes que se alejan del PRO serían comprados por La Libertad Avanza. Milei lo conminó a que presente comprobantes.
El ex presidente afronta un problema. Resolvió golpear la mesa partidaria cuando algunos de sus dirigentes han dejado de sentarse en ella. Fue notable la ausencia del diputado Diego Santilli en la fotografía que acompañó aquella denuncia de Macri. Estuvieron Cristian Ritondo, el jefe del bloque del PRO en Diputados y Guillermo Montenegro, el intendente de Mar del Plata. Difícil saber que gracia les causó la arremetida de su jefe. Ambos tienen conversaciones abiertas con los libertarios de Buenos Aires.
Un dilema similar se plantea en la elección desdoblada en la Ciudad. Adorni evita a la candidata del PRO, Silvia Lospennato. Apunta a Leandro Santoro. Según el portavoz la pelea se resumiría a libertarios o kirchneristas. La diputada macrista posee por ahora un corsé que la limita: no confronta con Adorni, no le lanza munición gruesa. Se esfuerza en la búsqueda de atajos políticamente redituables.
La última semana rescató uno. De formato discursivo. Activó alarmas porque el Senado volvió a postergar, con el argumento del duelo por Francisco, el tratamiento del proyecto de Ficha Limpia. Lospennato acusó al jefe del bloque libertario, Ezequiel Ataúche, de haber promovido la suspensión para no beneficiar la candidatura de la diputada del PRO. Pionera de aquella norma. El senador negó rotundamente la hipótesis.
El oficialismo en el Senado resolvió pasar la sesión para el 6 o 7 de mayo. Podría esperarse una novedad: cambios en el proyecto para que la Ficha Limpia resulte más amplio. Que no quede circunscripto a la clase política. Ahora refiere a Cristina. Si así ocurriera podría regresar a Diputados. Su sanción difícilmente se concretaría antes de la votación en la Ciudad. Gambito libertario.
La política ha gastado en la Argentina horas y palabras para homenajear al Papa muerto. El único aprendizaje hasta el momento parece aquella frase que Francisco dirigió a los jóvenes, no a la clase dirigente. Hagan lio.
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Eduardo van der Kooy
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