Misiones
También ofrecen un ropero solidario, útiles y productos de higiene
La Iglesia del Centro asiste y contiene a estudiantes a través de un comedor universitario
En un contexto de crisis económica, sostener los estudios lejos de casa se vuelve cada vez más difícil para los jóvenes del interior de Misiones. El alquiler, el transporte, los materiales y la alimentación diaria se combinan en una carga que no todos pueden sostener. Frente a esa necesidad concreta, hace poco más de un año la Iglesia del Centro en Posadas decidió abrir sus puertas y poner en marcha un comedor universitario gratuito, que hoy asiste a más de un centenar de estudiantes tres veces por semana.
La iniciativa surgió hace aproximadamente un año, cuando el pastor Guillermo Barboza conversó con un estudiante universitario a quien notó muy delgado y le preguntó si estaba comiendo bien. “Este chico le dijo que no, que no estaba comiendo bien, que se habían cerrado varios comedores y que él no tenía acceso a uno. Entonces él le dice: ‘Bueno, vamos a buscar la forma de ayudarte, quizás te podemos ayudar con una vianda, averiguá una vianda y vamos a colaborar con vos para que tengas comida’”, relató Alejandra Pereyra Barboza, pastora y referente del Comedor Universitario Iglesia del Centro (IDC).
En ese intercambio también surgió que muchos otros estudiantes estaban en la misma situación. Ante esa realidad, el pastor propuso a su equipo más cercano la posibilidad de comenzar un comedor universitario dentro de la iglesia. “Estuvimos orando aproximadamente dos meses, pidiendo a Dios que nos guíe, convocando a la gente y viendo cómo íbamos a sostener el comedor. Y bueno, Dios abrió puertas, buena gente se sumó para colaborar y el equipo también se sumó”.
Actualmente el comedor funciona en el último piso del templo ubicado en la calle 3 de Febrero 2231, entre Salta y Catamarca. Ya existía allí una cocina utilizada por la comunidad religiosa, que ahora se comparte para esta propuesta solidaria. Los días de atención son martes, miércoles y viernes, de 11.30 a 13.30.
“Tratamos de que la comida sea muy de la casa, como que los chicos se sientan en un hogar. Hacemos porotos, lentejas, fideos con salsa, arroz con albóndigas, polenta con una salsa rica, milanesa con puré. A veces pollo al horno con papas. Todo depende de cómo estemos con la parte económica esa semana, pero siempre se hace una comida muy rica”, detalló Pereyra Barboza .
Para colaborar, las personas pueden acercarse directamente a la iglesia durante las mañanas o contactarse por redes sociales. “Pueden conocer el comedor, traer donaciones. Estamos los martes, miércoles y viernes por la mañana. En Instagram estamos como Comedor Universitario, así nos van a encontrar”, indicó.
El equipo de trabajo está formado por entre 50 y 60 personas, que se dividen en áreas específicas para organizarse mejor. Hay un equipo de recepción e inscripción que maneja el canal de WhatsApp, donde se difunde cada día un link para anotarse. Hay otro grupo encargado de las compras, que busca precios y calidad para garantizar una buena comida. También están quienes cocinan, entre seis o siete personas por día, distribuidas en distintos grupos, y quienes realizan la limpieza durante y después del servicio.
“Tenemos personas y empresas que nos ayudan a sostener el comedor. Estas personas son miembros de la iglesia que hacen su colaboración voluntaria. Y tenemos empresas que nos envían dinero, a veces una vez por mes, a veces es esporádico, pero sabemos que podemos contar con ellos”, aclaró.
La planificación del menú se realiza entre sábado y domingo, y el lunes se hace la compra semanal. De este modo, las cocineras cuentan con todos los ingredientes necesarios desde el martes a primera hora.
Ropero solidario
Por otro lado, al comedor se sumó un ropero universitario. “Nos dimos cuenta de la necesidad de los chicos, así que las familias de la iglesia también traen ropa, zapatos, mochilas, carteras, todo en buen estado”, comentó la pastora. El ropero está en la planta baja de la iglesia y está a cargo de dos voluntarias. Después de almorzar, los chicos pueden pasar y elegir entre dos o tres prendas.
También se generó una dinámica de intercambio entre los propios estudiantes. “Hay chicos que se ofrecieron para traer ropa que ya no les entra o no usan, para hacer como un trueque. Dejan su ropa y llevan lo que necesitan”, señaló. El ropero recibe donaciones tanto de la comunidad como de los propios jóvenes. En ese mismo espacio también se reciben útiles escolares y productos de higiene personal. “Tenemos una cajita de higiene personal donde los chicos también pueden llevar algo que necesiten”, sostuvo la pastora.
Los beneficiarios son estudiantes de distintas carreras y universidades, especialmente de la Universidad Nacional de Misiones, el Instituto Montoya y la Facultad de Enfermería. Muchos de ellos provienen del interior y no tienen familia en la ciudad. Algunos cursan en el centro o trabajan cerca, y otros bajan del campus aprovechando el boleto estudiantil.
“El comedor está abierto a todos los estudiantes. Tenemos una predisposición a que todos los que necesiten puedan venir. Lo único que sí tenemos es un cupo: 110 estudiantes por mediodía. En el canal de Whatsapp hay más o menos 600 estudiantes que se fueron sumando. El lunes reciben el link para el martes. Si se inscriben pronto, garantizan su almuerzo”.
La experiencia no se limita a lo alimentario. Muchos jóvenes encuentran en ese espacio una comunidad que los acompaña. “Los chicos vienen muy contentos, felices, agradecidos también por este espacio. No solamente es un espacio donde pueden comer, sino que pueden quedarse durante ese tiempo, estudiar o usar internet”, agregó la referente.
Además, existe un espacio de oración disponible para quienes quieran dejar pedidos. “Tenemos un equipo que ora por ellos, que constantemente está orando por sus necesidades. La devolución de ellos es que nos cuentan muchas veces que Dios respondió su oración, como por ejemplo un examen difícil, un trabajo, una enfermedad o algún problema familiar. Cosas muy personales que después nos cuentan con alegría”.
En muchos casos, se trata de jóvenes que jamás habían pisado una iglesia evangélica. “Al principio venían con un poquito de temor. El comedor queda en el último piso, con acceso independiente del salón donde se hacen las reuniones. Hoy los vemos felices, contentos, agradecidos, muy comunicativos, muy receptivos también”, expresó.
Cada jornada inicia con una breve oración colectiva, si los chicos lo desean. “Oramos por la comida, damos gracias a Dios y también pedimos que los fortalezca, que les dé ánimo para seguir avanzando en sus carreras. Todos acceden con mucho respeto”.
De cara a lo que resta del año, el objetivo es sostener el comedor hasta diciembre, mejorar las instalaciones y, si los recursos lo permiten, ampliar la frecuencia de atención. “Queremos llegar a los cinco días, pero estamos esperando esa provisión. Hasta ahora podemos cubrir tres. Si vemos que podemos, se aumentarán dos días más”, proyectó Pereyra Barboza.
Finalmente, la referente expresó un balance positivo: “Hasta ahora, Dios proveyó porque esto es un sueño de Dios, algo que puso en el corazón del pastor. Siempre vemos un milagro en medio de todo esto. Ver la alegría de los chicos es fundamental. En la crisis del año pasado muchos venían con el dinero justo, con tristeza por el cierre de los comedores. Al abrirse este espacio, sintieron un bálsamo de esperanza”.
El comedor recibe donaciones de alimentos, ropa, útiles escolares y productos de higiene. Se puede colaborar presencialmente de lunes a viernes de 8 a 12 en la Iglesia del Centro, o mediante las redes sociales en Comedor Universitario IDC.
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