Ahora que arrancó una nueva edición de la Feria del Libro, ahora que miles de personas ya protagonizan la gran fiesta masiva de la cultura y el libro de Buenos Aires, es bueno reflexionar acerca del lugar que ocupa hoy el libro de papel, el físico, en la educación.
Es que a pesar de que somos miles los argentinos que, año tras año, vamos a celebrar la lectura a La Rural, lo cierto es que el libro como objeto está cada vez menos presente en nuestra vida cotidiana.
Un reciente informe del Observatorio de Argentinos por la Educación muestra que el 59% de los chicos argentinos tienen menos de 20 libros en sus casas. Solo el 25% tiene más de 50 en sus bibliotecas familiares.
El tema podría ser apenas una preocupación para el negocio de las editoriales, pero no. Sucesivas investigaciones muestran una correlación entre cantidad de libros que hay en un hogar y el desarrollo de las habilidades lectoras y el hábito de lectura de los chicos que viven en esas casas.
Además, un informe de la la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) -los que hacen la prueba PISA- destaca que los alumnos que leen principalmente en formato impreso obtienen resultados significativamente más altos en las pruebas de lectura en comparación con los que leen en formato digital o rara vez leen libros.
Ese informe subraya que la cantidad de libros físicos en el hogar ha disminuido en los últimos años, especialmente entre las familias más pobres, lo que podría estar contribuyendo a agrandar la brecha en el rendimiento lector.
En una charla con Clarín, la experta en lingüística Valeria Abusamra señaló como uno de los motivos por los cuales casi la mitad de los chicos de primaria no entienden lo que leen a la forma en que hoy nos enfrentamos a la información.
Sostiene que hubo un pasaje de la lógica de la palabra y el libro a la de las pantallas y eso generó cambios en cómo leemos y escribimos. “La pantalla te lleva a una forma de procesamiento diferente”, señaló.
En un contexto donde las pantallas no solo distraen sino que nos llevan a depender de la IA, empezó a surgir la preocupación por el impacto de lo que se conoce como la “pereza metacognitiva”.
Es la resistencia que vamos desarrollando a reflexionar sobre cómo pensamos, lo que nos puede llevar a aceptar ideas sin cuestionarlas. Lo delegamos en la IA. Dejamos de pensar por nosotros mismos.
El riesgo es muy grande, si se tiene en cuenta cómo circulan con facilidad los discursos falsos o las teorías conspirativas. ¿Hay un antídoto? Sí, el pensamiento crítico, que se desarrolla, precisamente, con la lectura desde chicos.
En esta Feria del Libro, festejemos la cultura y la emoción del encuentro, pero al mismo tiempo pensemos cómo hacer -desde el Estado y las familias- para que el libro y la lectura llegue a la mayoría de los chicos . Antes de que sea demasiado tarde.
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Sobre la firma
Ricardo Braginski
Editor de Sociedad, especialista en Educación [email protected]
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