Del otro lado del tubo, a 12 mil kilómetros, su papá -un hombre afectivo, pero duro, de los «de antes»- le agradecía el esfuerzo que había hecho (horas y horas de consultorio de clínica y cardiología, guardias médicas, visitas a domicilio) para regalarles ese viaje soñado a España. Al día siguiente, el teléfono volvería a sonar. Esta vez era su mamá quien, llorando, le comunicaba que su papá había fallecido de muerte súbita en el lobby del hotel, en Sevilla.
Tras cinco meses muy difíciles, Daniel López Rosetti veraneaba en La Lucila del Mar junto a su mujer Ana, sus tres hijos y su madre, cuando empezó a sentirse mal. Probó con antitérmicos, analgésicos, pero lejos de mejorar, su cuadro empeoraba. Se auscultó y lo que escuchó no le gustó nada. Fue a la clínica más cercana, pidió que le hagan una radiografía de tórax y lo que vio en la imagen fue suficiente para tomar la decisión de adelantar la vuelta a Buenos Aires. Ya de regreso, un amigo cirujano le hizo una punción que, tras el análisis, arrojó un diagnóstico contundente: tuberculosis pleural.
«¿Qué había pasado? Entre el 11 de agosto del ’91 y el 14 de enero del ’92 yo sufrí, la pasé mal. Y el estrés tiene alarma, que es el golpe inicial; resistencia, cuando uno mental y físicamente se defiende de la situación; y después viene un agotamiento, que en mi caso fue inmunológico, y el germen que produce la tuberculosis, que es una mycobacteria (la Mycobacterium tuberculosis) dijo ‘esta es la mía’ y me enfermé», analiza López Rosetti en una charla con Clarín.
«Mente y cuerpo son lo mismo»
Llevaba 10 años de ejercer la medicina, pero ese hecho personal, que describe en el primer capítulo de su último libro «Recetas para vivir mejor y más tiempo» (Editorial Planeta), cambió no solo la forma en la que ejercía su profesión, sino su vida entera.
El reconocido médico que dirige el Servicio de Medicina del Estrés del Hospital de San Isidro experimentaba en carne propia cómo se expresa la unidad mentecuerpo (sí, así, todo junto), en la que hace hincapié la psiconeuroinmunoendrocrinología, especialidad sobre la que dirige una maestría en la Universidad Favaloro (también es docente en la UBA y en la Maimónides, pero se define a la vez como «curioso y estudiante crónico»).
—Siempre hablás de la unidad mente-cuerpo, pero en este libro hay un énfasis especial.
—Porque mi objetivo es que se pueda internalizar que son lo mismo, que si alguien trata mal a su cuerpo, lo estará haciendo con su mente. Y que si la mente se ocupa insistentemente en sostener pensamientos o emociones negativas estará lastimando al cuerpo. Sin ir tan lejos, pensemos en quienes dicen «lo veo y me broto», al ver a alguien que no quiere, con el que tuvo un mal pasado, y de golpe le salen ronchas en el cuello; o en alguien al que le sale un herpes al ponerse nervioso. Mente y cuerpo son una unidad, por eso en los primeros capítulos hablo de la importancia de integrarlos desde el punto de vista biológico, psicológico e incluso filosófico.
—La filosofía de vida es, de hecho, el primero de los cuatro pilares que considerás esenciales para el bienestar, junto a la alimentación, la actividad física y la calidad del sueño. ¿Por qué le diste ese lugar central?
—Cuando planeé el libro, los capítulos de filosofía iban a estar al final. Después dije me estoy equivocando, tienen que estar al principio, porque eso va a hacer que respetes tu cuerpo, que sepas hacia dónde ir, y porque la psiconeuroinmunoendocrinología empieza con psi, con psicología, con el poder de la palabra. Entonces, los primeros capítulos son de filosofía en general, y estoica en particular, y ahí vuelco herramientas que van desde la filosofía estoica tradicional, hasta un título que dice «haga que el lunes valga la pena», porque si sacás la cuenta de los lunes que nos quedan de acá a fin de año, y no hacés que valgan la pena, son muchos los días que se pierden de vida. Hay que cambiar un poquito la cabeza. Y después, también ayuda poner la reunión de paddle, el taller de literatura o la reunión con amigos, por ejemplo, los lunes. Hay que ensalzarlos.
—¿Y qué principios de la filosofía podemos aplicar en el día a día para empezar a «cambiar un poquito la cabeza»?
—Saber qué es lo que controlo y lo que no, que en filosofía estoica se llama dicotomía del control.
También es clave el concepto japonés de Ikigai, algo así como «la razón de vivir». Se trata de encontrar lo que te gusta, sabiendo que el Ikigai, el proyecto de vida, no tiene tamaño, puede ser cultivar bonsai, o atender a los nietos. Todo el mundo tiene Ikigai, lo que pasa es que alguno no lo encontró. No son necesarios los proyectos estrafalarios o, entre comillas, importantes: el Ikigai no tiene tamaño, es personal y lo tenés seguro, solo hay que encontrarlo.
El manejo del ego es fundamental. El ego es natural porque es el yo, es la identificación; pero el ego hipertrofiado, el malsano, la máscara, te genera daño a vos y a tu entorno. El ego es una desventaja de vida, te hace mal. En cambio, si moderamos el ego, cada vez que nos sale un poquito, porque lo tenemos todos, mejoramos.
La meditación, que puede ser desde un rezo hasta la introspección, permite un camino de autoconocimiento, permite el silencio. (El libro incluye ejercicios de meditación guiada a los que se accede a través de QR.) Hay miles de artículos científicos que describen los beneficios de lo que la meditación vipassana oriental, que hoy se llama mindfulness en occidente, y la verdad que sirve, te permite caminar más lento, vivir el momento presente, te cambia la cabeza.
Alimentación-actividad física-calidad de sueño
Si bien López Rosetti insiste en que son indisociables, los otros tres pilares del bienestar hacen más foco en lo que entendemos como cuidado del cuerpo.
. Alimentación
«La dieta es lo que habitualmente comemos. ¡Mejore su dieta y mejorará su vida!, exhorta en una de sus clásicas recetas de puño y letra que a menudo comparte en redes.
«La palabra dieta tiene un componente negativo, sin embargo, no tiene sinónimo. Lo que vos comiste hoy, la última semana, esa es tu dieta. Bueno, mejorala un poquitito, pero no porque yo te lo digo o para cuidar los endotelios y vivir más años. Hacelo para sensar si estás más despierto, si tienés más esperanza, si te sentís de mejor humor, si vas mejor al baño. Eso se puede hacer, no es difícil», propone el médico, autor de más de una decena de libros.
No se trata, dice, de irse a ningún extremo. ¿El modelo que propone? El mismo que él pone en práctica, el de la dieta mediterránea, que tiene sobrada evidencia científica acerca de sus múltiples beneficios para la salud: «es rica, razonable y posible de mantener en el tiempo».
Tener en claro algunas nociones básicas puede ayudar a tomar mejores decisiones a la hora de elegir qué comer, afirma.»Desde micronutrientes hasta macronutrientes, la diferencia entre alimentación y nutrición, por ejemplo. Vale mucho saber la diferencia entre una manzana y un caramelo, a través de lo que es la curva de insulina. Se puede comer caramelos perfectamente, pero limítelos en la medida de lo posible. Manzanas, las que quiera».
. Actividad física
Para López Rosetti es fundamental diferenciar la actividad física del deporte: «Si sos deportista, mejor, porque es divertido. Pero con actividad física alcanzás los estándares necesarios básicos para la salud».
En ese sentido, destaca un viejo hallazgo del epidemiólogo británico Jeremy Noah Morris. «La medicina deportiva cambió en la década del ’50 con sus aportes. Descubrió algo muy sencillo, que los carteros viven más que los administrativos porque caminan más. Es tan simple como eso. Junto a su equipo también demostró en trabajos publicados en The New England Journal of Medicine y en The Lancet que los choferes de colectivos, por su trabajo sedentario, tenían más enfermedad cardiovascular que los que picaban boletos. ¿Por qué? Porque los inspectores estaban de pie, subían y bajaban entre 500 y 700 escalones por día. Solo eso ya marcaba la diferencia.»
. Calidad del sueño
«La mayoría de las personas que no duermen bien», afirma. Dan cuenta de ello tanto investigaciones en grandes muestras poblacionales, pero también su experiencia en el consultorio. ¿La clave para mejorar la calidad del descanso? La higiene del sueño que, según López Rosetti, debería implementarse más.
«¿Cuál es tu metabolismo del café? Tenés que saberlo. ¿Y el cigarrillo? ¿Y el ejercicio? Puede que el café a mucha gente no le provoque complicaciones para dormir, pero a otro tanto sí. Yo me canso de decir que el ejercicio es bueno, pero hay personas que no deberían hacerlo después de las seis de la tarde porque quedan hiperactivadas, con cortisol alto y le cuesta dormir», ejemplifica.
Lo perfecto es enemigo de lo bueno
Para López Rosetti, esos cuatro pilares son «medicamentos» que no se compran en la farmacia. Y que la forma de administrarlos es «bastante fácil».
«De lo que te hace mal, tenés que disminuir la dosis. De lo que te hace bien, hay que aumentarla. Con un poquitito de cada cosa, al final del día te sentís mejor«, asegura.
Para evaluar cómo nos sentimos, sugiere imaginar una especie de tablero del cuerpo, como si fuera el de un auto: «Qué nivel de energía tengo, si tengo sueño, si estoy alegre, si tengo expectativas, si mis procesos digestivos en este momento son normales o me siento distendido». Se trata, ni más ni menos, «de tomar autoconciencia y efectuar las correcciones razonables para sentirse mejor».
—Razonables, ¿palabra clave, no?
—No es necesario que sea perfecto, lo perfecto es enemigo de lo bueno. Yo sigo comiendo huevo con papa frita. Somos occidentales, hay que adecuarnos, pero la verdad que con un poquitito que uno mejore en esas cuatro patas, vivís mejor y es probable que vivas más.
—¿Qué pasa cuando la búsqueda de la salud y el bienestar se convierten en una especie de presión? Sobre todo en tiempos en los que parece que nada es suficiente, que no tenés que cometer ninguna «indulgencia» alimentaria, tomar colágeno, magnesio, correr, ser zen…
—Eso es una neurosis y trae infelicidad. La clínica es soberana. Cuando uno ve a una persona que está en buen estado físico, porque razonablemente se cuida, porque es feliz, hace lo que quiere, va de pesca y a lo mejor toma algún suplemento, le suelo preguntar ¿en qué medida creés que lo que te hace bien es eso que tomás dos veces por día? La respuesta correcta es casi nada. Los suplementos son todo un capítulo de la medicina, porque suplemento también es el hierro y es probable que se lo tengas que indicar a alguien que tiene anemia ferropénica, por ejemplo. Pero hoy se promocionan cosas que me recuerdan a las películas de antaño, en las que iba un señor en carreta vendiendo de pueblo en pueblo el elixir de la larga vida. Lo que realmente hace bien son cosas simples y no son nuevas.
—Hay que aplicarlas.
—Es que no es lo mismo saber y aprender. Son dos cosas distintas. Saber es conocer. Aprender es cambiar de conducta.
***
➪¿Tenés alguna duda sobre salud y bienestar que te gustaría que abordemos en notas de la sección? Escribinos tu consulta a [email protected]. Y si querés recibir cada 15 días en tu casilla el newsletter de Buena Vida, suscribite acá.