Los secretos de la longevidad resultan, cada vez, menos lejanos. Muchos de estos dependen de causas ambientales, como el agua potable, o de hallazgos biomédicos, como las vacunas y medicamentos. Su conocimiento resulta fundamental para implementar medidas precisas de prevención y atención.
Sin embargo, las causas psicológicas y sociales son menos conocidas, y por ello, como sociedad nos faltan herramientas para utilizarlas.
En los últimos años la investigación pudo demostrar la importancia de los vínculos fuertes y seguros a lo largo de la vida, especialmente en las personas mayores. De hecho, se considera que es uno de los elementos claves que inciden en la disminución de los factores que determinan la mortalidad. La soledad y el aislamiento se relacionan con un sinnúmero de enfermedades, como las cardiológicas o neurológicas que pueden disminuir la calidad de vida y la longevidad.
Contar con otros que nos den, y a los que demos, un apoyo estable e intercambios positivos resultan elementales para sentirnos seguros, queridos y valiosos. Aunque también es importante que no dependa de un solo vínculo, sino que se encuentre más diversificado, de lo contrario, podría generar mucha dependencia.
Sabemos que, a cierta edad, algunas relaciones centrales, como la pareja o parientes y amigos de vieja data, pueden ya no estar o disminuir la frecuencia de los encuentros.
Esto nos lleva a repensar las relaciones, en un continuo de construcción e involucramiento en actividades y roles, que no nos dejen amarrados a algunas pocas relaciones a las que se les demanda demasiado o que nos brindan muy poco.
Por último, es importante reparar en otro estudio que, no solo demuestra la importancia de la sociabilidad en las personas mayores, sino como la mayor frecuencia de las mismas aumentan nuestras chances de vivir más años.
Otros estudios sobre la longevidad encontraron que el “bienestar psicológico” también lo produce ya que mejora la salud física, brinda más movilidad y restablece el estado funcional, así como reduce las probabilidades de enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares. De esta manera, este concepto es un factor clave para la duración y la calidad de vida de las personas a medida que envejecen, ya que puede mejorar los problemas de salud y las pérdidas asociadas al envejecimiento.
A partir de esto, se ha puesto la lupa sobre la importancia de conocer los elementos que conforman el concepto de “bienestar psicológico” y cuáles de sus componentes son los que más influyen. Martela y otros (2024) lo investigaron a través de una fuente de datos de EE.UU que estudió a 5993 durante 23 años.
Aun cuando resulta difícil pensar por separado sus componentes, tomaremos dos de los ejes que resultaron fundamentales para predecir la longevidad en personas mayores: la satisfacción vital y los propósitos vitales. A pesar de que ambos predicen positivamente la salud física y la longevidad, se buscó determinar cuál tiene mayor incidencia en aportar a la cantidad y calidad de la vida, para desde allí poder comprender sus causas.
La “satisfacción vital” se define como la evaluación global que realiza un individuo sobre cuán satisfecho está con su vida, en base a sus necesidades, expectativas y valores personales y de sus ámbitos de pertenencia. Mientras que el “propósito vital” se refiere a tener metas y un sentido de dirección, y se relaciona con una evaluación acerca de cuán significativa e importante se percibe la propia vida.
Los resultados demostraron que el ‘propósito vital’ es un factor, en sí mismo, más sólido para predecir la longevidad y, por lo tanto, una dimensión clave del bienestar que debe atenderse a medida que las personas envejecen. Mientras que la satisfacción vital depende más de otros factores relacionados.
¿Por qué importan estos resultados?
Los adultos mayores tienden a reportar menos propósitos en la vida, ya que muchos se asocian con demandas de la niñez y juventud, como la educación, o de la adultez, como el trabajo o la familia. Lo que implica que encontrar objetivos claros que organicen la vida pueda resultar más complejo, particularmente para quienes el cuidado de la familia o el trabajo tuvieron un valor central.
Cuando los objetivos son más valiosos se pueden mitigar los sinsabores cotidianos, desde los malestares físicos hasta los vinculares convirtiéndose en un factor de resiliencia que ayuda a afrontar las vicisitudes de la vida. Así también un propósito representa una participación más activa y comprometida con la misma y no solo una mera satisfacción.
Lo que podría conducir a un estilo más activo, con modos de afrontamiento que tienen en cuenta la preparación y anticipación de situaciones adversas y con menor estrés ante los eventos desafiantes. Conjunto de factores que se asocian con una mejor salud.
Sin duda, cuando vivir carece de una expectativa, de un sueño o de un desafío, puede devenir en un compás de espera que oscurezca nuestro ánimo, genere desinterés por encontrar actividades, nos conduzca a una preocupación excesivas ante dolencias, imprevistos u otras vivencias que en otro momento podían ser bien manejadas.
Quizás, comprometerse hasta el final, sea una forma de no querer abandonar la vida y sin duda, los proyectos personales se construyen con otros.
Ricardo Iacub es Doctor en Psicología (UBA)
Sobre la firma
Ricardo Iacub
Doctor en Psicología, especialista en Tercera Edad
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