El señor, añoso y ataviado con un traje de terciopelo color borravino, se detuvo delante del estrado del espacio cultural Clarín / Ñ y se quedó mirando fijamente a la escritora Claudia Piñeiro, que en ese momento, la primera tarde, estaba siendo entrevistada por la crítica literaria Alejandra Rodríguez Ballester a propósito de su nueva novela, La muerte ajena (Alfaguara) en la 49.° de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. “Señor, ¿se quiere correr para allá así no queda en el medio?”, lo invitó la autora. Y cuando el hombre finalmente avanzó, despejando la zona, ella agregó: “Perdón, pero no podía verlos a ustedes cuando hablo y me resultó incómodo. Además tenía miedo”. Bienvenidos al mundo de Claudia Piñeiro.
La autora que hace veinte años ganó el Premio Clarín Novela con Las viudas de los jueves (Alfaguara), volvió a pensar aquella historia y su enorme repercusión en clave presente: “A veces, sucede que una novela viene a contar algo que la gente está esperando que le cuenten. La novela terminá en diciembre de 2001, pero la historia hace un recorrido por la década del 90 y algunos hechos que predecían que iba a terminar como terminó. Y en ese recorrido, me acuerdo que iba eligiendo ciertos hechos, a lo largo de los capítulos, que no eran económicos y que referían a otros factores para atender y que, en el caso de la década del 90, eran muy claros”, explicó.
Así, en Las viudas de los jueves, aparecían un periodista asesinado en Pinamar o una fábrica de armamento que explota. “No era el aspecto económico, pero eran hechos que podrían habernos alertado de que esto iba a terminar mal. Y ahí yo creo que hay un paralelo también con el presente porque enseguida decimos: ‘Ah, bueno, se controló la inflación’ y parece que con eso tenemos que quedarnos contentos. Pero hay otras cosas que se ven y que se minimizan en función de ese logro económico”.
Entrevista a Claudia Piñeiro en el espacio cultural Clarin / Ñ. Foto: Santiago Garcia Díaz.
Similitudes en el presente
Piñeiro aseguró que no suele releer sus propios libros, pero que en el caso de Las viudas de los jueves, lo hizo de la mano de la adaptación al formato de serie que se hizo en México: «Pensé, cuánta similitud en algunos hechos retratados en esta novela de hace 20 años y situaciones que veo hoy”.
Con respecto a su nuevo libro, Una muerte ajena, explicó que la idea nació, como suele pasarle, con una imagen: “Esa imagen disparadora me queda en la cabeza, empiezo a pensar quiénes son esos personajes, cómo vienen, a dónde van. Y la historia surge de ahí –contó–. Me parece que la imagen disparadora de esta novela que tiene mucho que ver con la tapa, que muestra una mujer cayendo al vacío, se relaciona con un caso real que había pasado hace poco con Buenos Aires con una chica brasileña, que cayó desde una ventana en Recoleta y esa sensación de que no es la primera vez que en la Argentina cae una mujer de una ventana. Me pareció que era algo para explorar”.
Uno de los personajes de la novela es una acompañante sexual de lujo y, por eso, el libro se enfrenta al tema de la prostitución. Rodríguez Ballester le preguntó a la escritora cuál era su posición con respecto al debate que el tema genera al interior del feminismo: “El debate es entre los grupos abolicionistas y los no abolicionistas –explicó–. Los abolicionistas piden que no haya más prostitución porque entienden que detrás de ella hay trata de mujeres. Y los no abolicionistas dicen que no, que no siempre hay trata de mujeres, porque la trabajadora sexual puede ser alguien que decide trabajar de eso, en vez de trabajar otra cosa. En ese sentido, yo creo que es un debate abierto y es un debate incómodo también para el feminismo. La protagonista de la novela, que es una periodista, abre estas preguntas y no las cierra”, puntualizó.
Piñeiro compartió que ella, como su personaje, está en ese mismo lugar: “Me cuesta cerrar esas preguntas. Puedo entender que a lo mejor no es una decisión libre, pero tampoco es una decisión libre ir a limpiar los baños de la estación de Retiro probablemente, sino que es de lo que alguien puede trabajar y que solamente la indignidad de los trabajos pasa por el tema sexual, cuando en realidad hay trabajos muy indignos que no están puestos bajo esa lupa”.
Juliana, el personaje creado por la escritora, es escort y decide que ese trabajo es mejor que cualquier otro. “Entra en ese mundo de una manera totalmente ingenua y accidental, a partir de una pelea con sus padres”, repuso Rodríguez Ballester, antes de preguntarle por las características generacionales de esa chica imaginada para esta novela.
Entrevista a Claudia Piñeiro en el espacio cultural Clarin / Ñ. Foto: Santiago Garcia Díaz.
Un futuro incierto
“Después de la pandemia, el futuro se presenta como muy incierto. Un adolescente que tiene que pensar una carrera, que se pregunta qué va a sercómo conseguir un trabajo, que ese trabajo le permita ahorrar para tener una casa, lo ve como algo difícil. Y eso para nuestra generación era más rápido, por lo menos, nos podíamos comprar una casa. Hoy ya no es tan fácil. Entonces, me parece que aparecieron ciertas actividades a las que recurren los jóvenes. En el caso de los varones, están relacionadas con las criptomonedas o con el juego online. Y en el caso de las chicas, con este tipo de trabajo de escort o con Only Fans”, ejemplificó.
Piñeiro aseguró que el mundo cambió “que no les ofrece una forma de trabajo que les vaya a permitir hacer el camino que hicimos nosotros. Es otra realidad. Y hay que entender qué está pasando por esas cabezas. Yo entiendo la desesperación frente a un futuro incierto”, agregó.
La muerte ajena es una novela desafiante porque se suceden versiones distintas sobre lo acontencido con esa joven que cae al vacío. “La novela tiene varios puntos de vista. Yo trabajé muchas veces con distintos puntos de vista, pero en las novelas anteriores todos miraban una misma realidad desde su punto de vista, es decir, la realidad era lo mismo. En La muerte ajena, es la realidad lo que está en tela de juicio”, diferenció.
Piñeiro explicó que durante la lectura no se sabe en cuál de los narradores hay que confiar. “Y eso tiene que ver también con la situación del mundo actual, en el cual nosotros mismos nos encontramos frente a distintas versiones de algo que está pasando y no sabemos cuál es cierta. Tenemos que construir la historia, pero con un trabajo bastante importante”, puntualizó.
Hacia el final de la entrevista, la escritora se refirió a la llamada batalla cultural que libra, según dice, el presidente Javier Milei: “Me parece que los que tienen que reaccionar son aquellos que apoyan al Gobierno y que no están honestamente de acuerdo con que el Presidente diga que hay que odiar a los periodistas«, expresó.
Y continuó: «Yo me pregunto, ¿toda esa gente está de acuerdo con que ataque permanentemente con nombre y apellido a periodistas mujeres y a algunos periodistas hombres? ¿Están de acuerdo con que haya denunciado a tres periodistas? ¿No le parece grave que pase eso? ¿O la baja de la inflación alcanza para barrer con todas estas otras cuestiones? Creo que está bueno que gente que le votó todo empiece a ver que hay determinadas cosas que no se pueden pasar por alto. No hace falta insultar para que funcione la economía. No hace falta degradar a un periodista para que funcione la economía”, afirmó.