«La mejor defensa es un buen ataque» es una vieja frase que le adjudican a muchas personalidades históricas, no sólo del ámbito del deporte. Desde Sun Tzu, militar y filósofo de la antigua China, y Nicolás Maquiavelo, filósofo y escrito italiano, hasta George Washington, primer presidente de Estados Unidos, y el capitán Kirk en la película de ciencia ficción Star Trek, son varios famosos los que a lo largo de la historia apelaron a ese latiguillo.
Hansi Flick no la pronunció nunca desde que arribó al Barcelona, en julio del año pasado, pero tranquilamente podría utilizarla para definir el estilo que le imprimió al equipo en la temporada que está por finalizar. El último partido del Barça, el 4-3 de este domingo ante el Real Madrid por la Liga de España, es el mejor ejemplo de esa filosofía que prioriza la voracidad ofensiva por sobre la solidez defensiva. La serie con el Inter por la semifinal de la actual Champions, aunque con un resultado final negativo, también confirmó esa pronunciada intención.
El Gegenpressing como idea madre
Antes de asumir en el club culé, Flick voló a Manchester para reunirse con Pep Guardiola. Allí buscó consejos de alguien que conoce como nadie al Barcelona. Su búsqueda apuntaba a incorporar conceptos del famoso Juego de Posición, que Pep llevó a la fama, a su Gegenpressing, una estrategia ‘made in Germany’ pero inspirada en el recordado Milan de Arrigo Sacchi, donde la presión, tanto alta como post pérdida, es la prioridad dentro del modelo de juego.
Flick pudo desarrollar su idea en el Barcelona.
Las variantes en ataque, la juventud y las características técnicas y tácticas del plantel eran aptas para que Flick pudiera desarrollar su método. Presión para robar en campo rival y atacar directo, como idea madre. Posesión y ocupación de espacios, como un posible plan B. Así surgió este Barcelona 2024/25 que fue una sensación en el fútbol europeo esta temporada y que pese a que no levantará la Orejona, quedará bien alto en la consideración general gracias a su elevada producción futbolística.
Champions League –
Lo mejor de Inter 4 – Barcelona 3
Video: ESPN.
El DT alemán, multicampeón con el Bayern Munich, apeló a su dibujo ideal, el 4-2-3-1, con nombres capaces de llevar su teoría al verde césped. Con De Jong y Pedri en la mitad de la cancha, el Barcelona se aseguró un buen primer pase y control del juego. Con Lamine Yamal y Raphinha por las bandas tuvo garantía de desequilibrio en el uno contra uno, asistencias y goles. Con Dani Olmo de enlace consiguió panorama y buena circulación del balón. Y con Lewandowski de 9 (Ferran Torres como recambio constante) sumó finalización en el área.
Presión alta del Barcelona de Flick: casi todos sus hombres en campo rival.
Párrafo aparte para Lamine. Con apenas 17 años, muchas veces se hizo cargo del equipo gracias a su talento y también a un carácter, que va forjando con los partidos. Con ya más de 100 partidos en el lomo en Primera División, su temporada lo pone en carrera para levantar el próximo Balón de Oro.
Lamine Yamal –
El golazo de Lamine Yamal para el empate parcial (2-2) del Barcelona sobre Real Madrid
La figura Culé le metió de zurda y con rosca para igualar las cosas. (video ESPN)
Una máquina de hacer goles
Ese combo letal en ataque hizo del electrizante conjunto blaugrana el equipo más temible de toda Europa. Sólo en la Liga, en 35 fechas, lleva 95 goles. Si se suman los de la Copa del Rey (22 en seis partidos), de la Supercopa de España (7 en dos encuentros) y de la Champions (43 en 14 juegos), acumula nada menos que 167 goles en 57 partidos. ¿El promedio? ¡Casi tres por partido! El que lo sigue en esa tabla es el Bayern Munich con 134 goles en 50 encuentros (promedio de 2,68 por juego).
FC Barcelona –
La victoria del Barcelona frente a Real Madrid
Video: ESPN
La manta corta
Claro que su talón de Aquiles fue su faceta defensiva. Flick decidió jugar con su pareja de centrales (el joven Cubarsí e Iñigo Martínez como dupla más usada) a la altura del círculo central. El achique hacia adelante, herramienta fundamental para el éxito del Gegenpressing en campo rival, no era negociable. Defender mano a mano, tampoco. El DT consideró que era un riesgo que había que asumir en pos de consolidar la faceta ofensiva. Con ese posicionamiento defensivo se convirtió en el equipo que más offsides provocó en toda Europa esta temporada (siete en promedio por partido). Así, esa trampa para delanteros rivales ansiosos por picar al espacio funcionó como una importante herramienta de contención defensiva.
Una constante del Barcelona de Flick: la última línea alta, a la altura de la mitad de la cancha.
Pero esa decisión de defender tan lejos de su propio arco se tradujo inevitablemente en muchos goles en contra: lleva 36 en 35 fechas de la Liga. Y sumando el resto de las competiciones, sufrió 68 en 57 encuentros, con un promedio de 1,20 goles por partido. Ter Stegen primero (antes de la lesión), Iñaki Peña después (el primer reemplazo) y finalmente Szczesny (volvió del retiro para sumarse al club) sufrieron esa falta de solidez de un equipo endeble en la transición defensiva cuando no lograba recuperar rápido las pelotas que perdía en campo rival.
Cuando no funciona la recuperación tras pérdida, el equipo suele quedar mal parado atrás.
Balance positivo
A sólo tres partidos de finalizar la temporada, ya se puede afirmar que la apuesta de Flick tuvo un resultado bastante positivo. Ganó dos títulos (la Supercopa de España con triunfo 5-2 al Real Madrid y la Copa del Rey con victoria 3-2 también al Merengue), está por lograr el tercero (líder de la Liga con siete puntos de ventaja a los de Ancelotti con nueve en juego) y alcanzó la semifinal de la Champions (derrota en el global 7-6 con el Inter en dos partidazos memorables).
El Barcelona conquistó la Copa del Rey al vencer en la final al Real Madrid.
Más allá de los títulos y de las goleadas al Real Madrid en la temporada (le ganó los cuatro enfrentamientos y le hizo 16 goles), Flick le devolvió, con matices, la identidad y el protagonismo que el Barcelona había perdido en los últimos años, donde deambuló en la mediocridad futbolística. Con un juego más directo y vertical que en los años más gloriosos y con una defensa que concedió más goles que lo habitual (los equipos de Pep terminaban siempre con la valla menos vencida), este Barsa respetó, sin fundamentalismos, esa historia que identifica y relaciona el juego ofensivo con el buen espectáculo. No es poco.