Gianni Infantino llegará recién este jueves, con lo justo, a su propio Congreso de la FIFA en Asunción. Demorado ante los miembros de las 211 asociaciones afiliadas porque Donald Trump lo llevó en su Force Air One a su gira de negocios por Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes Unidos. Acuerdos de más de un billón de dólares en inversiones de gas, aviones, energía nuclear, armas, inteligencia artificial. Monarquías autocráticas que además comparten negocios personales con el magnate. Sociedades en fondos de inversión, criptomonedas, resorts, nuevo circuito internacional de golf y hasta un avión de 400 millones de dólares, regalo de Qatar que está provocando un fuerte debate ético en Estados Unidos.
El que llega también con lo justo al Congreso de la FIFA es Ednaldo Rodrigues. El presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) tapó un escándalo judicial que amenaza con su caída apresurando el fichaje al italiano Carlo Ancelotti como DT de la selección por 770.000 euros mensuales (será el director técnico de una selección mejor pago del mundo, muy por encima del alemán Thomas Tuchel, de Inglaterra). Desde que hace un mes la revista Piauí denunció extravagancias y manipulaciones en el abuso de poder, Rodrigues, baiano de origen humilde, comenzó a sufrir filtraciones que reabrieron una causa judicial y hoy ponen bajo tela de juicio su reelección de marzo pasado, con el cien por ciento de los votos.
El escándalo se agravó cuando ESPN suspendió a seis de sus periodistas del programa Línea de pase porque hablaron del artículo de Piauí, que comienza narrando el viaje VIP de casi medio centenar de personas al Mundial de Qatar. Políticos, jueces, periodistas en hoteles cinco estrellas, vuelos en primera clase, tarjetas corporativas, todo bajo pago de la CBF, igual que el viaje y la estadía de dirigentes de las veintisiete federaciones estaduales, un costo total de más de medio millón de dólares, acaso una minucia para una entidad a la que, según estimaciones, ingresan cerca de 178 millones de dólares por año (que crecerán en 2027, cuando Nike pague otros cien millones anuales, y todo ello en un fútbol de dinero inflado por las casas de apuestas). Rodrigues perdió tras una última decisión de Gilmar Mendes, su ministro protector del Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil. Muchos se preguntaban este martes en Asunción si llegaría al Congreso de la FIFA.
El anfitrión del Congreso que se celebra en días patrios de independencia paraguaya es Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol. A él apunta otra investigación reciente y casi silenciada que publicó Sportlight el 29 de abril pasado. El colega brasileño Lucio de Castro recuerda el pasado de fortuna acumulada gracias a negocios polémicos, causas judiciales y vínculos familiares con la dictadura de Alfredo Stroessner (un tío de Alejandro Domínguez se casó con una hija del general). Pero ofrece también otros datos llamativos, desde la offshore Spark Bay SA, que Domínguez abrió en Panamá y que tiene entre sus socios a Monserrat Jiménez (secretaria general adjunta y directora jurídica de la Conmebol), hasta el contrato de 61 millones de dólares de Petróleos Paraguayos (Petropar) con Doha Holding Group, uno de cuyos representantes, cuenta el colega De Castro, es Alejandro Facundo Domínguez Pérez, hijo del presidente de la Conmebol y que un año antes se graduó en periodismo en Kansas.
La propuesta de Conmebol de 64 selecciones para el Mundial de 2030, avalada por la AFA, y rechazada por Europa y otras confederaciones, ni siquiera fue incluida en la agenda del Congreso que se abrirá el jueves, algo más tarde que lo previsto, a fin de permitir el arribo a tiempo de Infantino. El presidente de la FIFA, que ya tuvo diez reuniones con Trump y lo acompañó incluso a un espectáculo de lucha libre, tenía ayer fila de privilegio cuando el presidente de Estados Unidos habló en el Foro de Inversiones en Riad, en medio de candelabros con tamaño de tanques y gafas de realidad virtual para ver megaproyectos, rascacielos de 160 kilómetros de largo y ciudades de esquí que excavarán montañas áridas, algunos sombreros de MAGA y la música de God bless the USA. Infantino estaba sentado al lado de Marco Rubio, el secretario de Estado que lidera la nueva y dura política migratoria que confronta abiertamente con la promesa de puertas abiertas de Trump hacia la FIFA para los mundiales de clubes, de junio y julio próximos, y de selecciones, en 2026. El defensor de Boca Ayrton Costa, sin visa, es el primer damnificado. Es un tema que Infantino elude públicamente. “Vengan, pero váyanse cuando terminen los partidos”, alentó en la última reunión el vicepresidente JD Vance.
Como suele suceder en lo previo a congresos FIFA, este miércoles mismo, con Infantino ausente, jugarán “leyendas” del fútbol en una Asunción vigilada por cinco mil uniformados. Tampoco estará José Luis Chilavert, leyenda de peso en Paraguay, pero enemigo público de Domínguez, derrotado en causas judiciales, casi el único paraguayo al que citó el artículo de Sportlight. Será luego el turno de los dirigentes; trescientos mil dólares anuales para los miembros del Consejo de la FIFA, veinte mil mensuales para los de Conmebol. Habrá discursos sobre el fútbol como herramienta de inclusión y de lucha contra el racismo y cualquier otra discriminación. Del fútbol que ayude a mejorar este mundo. Que nos dé algo de alegría en medio de tanta gente avara y maliciosa.